martes, 30 de diciembre de 2008

Traspaso

Aveiro - Portugal

Oportunidad única. Por jubilación forzosa se traspasa negocio dedicado a la compraventa de todo tipo de esperanzas, importadas o de producción propia. Inversión inicial mínima. Amplia cartera de clientes. Contrato anual con opción de prórroga. Ideal para espíritus emprendedores y expertos en contabilidad creativa. Interesados llamen al 666122008. Últimos días.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Malos tiempos para el vagabundeo


Malos tiempos para el vagabundeo. Estos días parece que no hay tiempo para pasear, que el caminar mismo es una afición proscrita, que todos los itinerarios han de tener por finalidad la de encontrarse con alguien o con algo. El Nordeste gélido se alía con esta imposición del trayecto breve y eficaz. La visión periférica se encoge y lágrimas de frío enturbian nuestro horizonte. Disparo y agarro de nuevo las bolsas. Dos en cada mano. Su movimiento pendular me arrastra hacia el próximo segundo.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Breve parada


Pocas veces reparamos en que la mayor parte de la fuerza motriz que impulsa al tren reside en los raíles. Aparentemente fríos y rígidos, guardan sin embargo en sí toda la energía empleada en horadar los túneles que los cobijan, en nivelar pendientes, en reventar rocas y en apuntalar los taludes necesarios para construir la caja vacía por la que discurren. Un pequeño empujón y el impulso atesorado en el interior de las vías, presto a vencer la natural resistencia de los cuerpos, hará el resto. Y esa fuerza inercial solo se detendrá en el infinito, punto en el cual, como aprendimos en la escuela, se cruzan las líneas paralelas. Para paliar ese movimiento sin fin contrario a nuestras necesidades de transporte, los ingenieros ferroviarios decidieron levantar estaciones segmentando las distancias. Al detenernos en la estación y al arrancar de nuevo tras la preceptiva pausa, logramos convencernos de que es la poderosa máquina del tren y no la pura laxitud de las vías la responsable de la marcha. Además, mientras dura la pausa podemos modelar la dirección de nuestras vías como si fueran de plastilina. Después la velocidad vuelve a estirar al espacio y a encoger el tiempo sobre las traviesas. Y así hasta la próxima estación.

domingo, 21 de diciembre de 2008

El Flaco

Viseu-Portugal


Llevo todos los números. No puedo perder. Ni siquiera la compostura. La elegancia no la dan unas papeletas. No hay que olvidar que el decorado está sujeto con pinzas y lo que no, es de cartón-piedra.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Ella o la belleza


Yo aquí y ella en el otro extremo del vagón detenido, uno mirando a babor y otro a estribor, uno a proa y otro a popa, enfrentados y simétricos, ajenos y lejanos en el tren de cercanías. Sin embargo, la luz cenicienta de esta tarde de diciembre trae su rostro, de refracción en refracción, hasta mi ventanilla. Afuera, la lluvia que cae horizontal es el azogue necesario. Si a su vez ella captara en su ventanilla mi reflejo, nuestras miradas se cruzarían, pero lo harían en un punto que queda fuera del prisma de este tren. Viajamos a bordo de una geometría excéntrica, donde nada sucede aquí ni ahora. El paisaje empieza a cambiar. La velocidad se convierte en una trama que desdibuja sus rasgos y va diluyendo con mano firme todos sus defectos: cierto exceso de nariz, labios algo adelantados... Pronto de ella solo queda la belleza, ese efecto de la mala memoria y los vidrios empañados. Pero esa belleza ya no es ella. Su esencia se perdió con sus detalles. El paisaje se detiene, es mi parada. Desaparezco sin más en el fondo del azogue.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Doblez

Aveiro, Portugal


Sí, ya sé, en estas fechas tocan fotos de nieve, temporal y olas cataclísmicas. Pero a lo mejor por eso (y porque aquí no nieva nunca) opté por volver al calor del archivo de septiembre y buscar su fotoprotección, precisamente ahora que tanto le cuesta al día amanecer. Esta es una imagen que no encontró acomodo en mi álbum de vacaciones. Hay en ella, me parece, una inquietud, un tránsito inestable, un aquí pero allí, un hoy pero también entonces, una especie de doblez que no acaba de resolverse.

viernes, 12 de diciembre de 2008

La puerta falsa


El papel mojado y la letra casi ilegible: nadie reconoce ya la autoría de la firma.
Se resquebraja la decoración y no es necesario el decapante: la pintura adquiere la textura quebradiza de la caspa y cae sobre la acera.
La puerta abierta, pero el umbral tapiado: este parece ser el nuevo lema de la vieja sucursal. El aire no circula, sudan las manos y se espesa el flujo de las frases. A veces incluso se pierden los modales.
Rascamos un poco con las uñas, ya no tan pulcramente recortadas, y detrás del rostro de cemento encontramos el ladrillo. Era lo esperado. Llenamos entonces los pulmones y soplamos y soplamos y soplamos, cual tumulto de lobos callejeros, pero con escasa convicción. Algo nos dice que los cerditos se han fugado. Y las ruinas que dejan ni siquiera tienen el esplendor de la catástrofe.

martes, 9 de diciembre de 2008

En el acuario

Acuario de Gijón

Resulta que esta escalera mecánica únicamente se pone en marcha cuando el eventual usuario pone los pies sobre la misma. Me recuerda a un exprimidor que tengo en casa: solo empieza a girar cuando siente la presión de la media naranja sobre su cabeza. Todos conocemos esas puertas que nos anticipan y esos chorros de aire caliente que presienten nuestras manos. También están esas luces que se encienden cuando atraviesas el umbral pero que acto seguido se desentienden de nosotros y se apagan cuando les viene en gana, reprochándonos nuestra lentitud y escasa eficacia en el proceso que nos traigamos entre manos. En el Acuario también hay gran cantidad de automatismos. Por ejemplo, un par de nutrias entran y salen automáticamente de su bañera acristalada, irguiendo sus cuerpos chorreantes el mismo brevísimo intervalo cada vez, antes de volver a sumergirse con un rápido giro helicoidal. Dos peces mariposa miden una y otra vez con idéntico resultado la longitud del frontal de su pecera sin tocarla nunca, y sin tocarse. En el depósito central un tiburón toro gira en el sentido de las agujas del reloj, minuto tras minuto, llevado por la inercia de un parsimonioso tiovivo en el que rayas, rodaballos y tortugas describen elipses en torno a un sol invisible. Los visitantes también vamos engarzados en el engranaje desde el instante en que accedemos gracias a un código de barras y seguimos un itinerario sin desvíos en un flujo ordenado, ruidoso a veces, pero continuo hacia el cartel de salida que vemos con pena y con alivio. Pero ahora estoy en la cima de esa escalera mecánica pensada para descenderme y me detengo antes de adelantar mi pie derecho. Noto en el rostro una corriente cálida que asciende desde el Nivel 0, área Indopacífico. Calor de caldera, calor de entraña, dulce infierno acristalado. Dudo. Y pienso que mi duda es la única realidad que escapa a todo este automatismo, y que nada me obliga a poner en marcha la escalera. Dar un paso o no darlo. Esa es como siempre la cuestión.
Si estás leyendo esto significa que di el paso. Poco importa si fue de motu propio o empujado por una familia numerosa que se hartó de la indecisión de un tipo con la mirada extraviada. Si estás leyendo esto significa que tú también lo diste, una vez más. Tal vez lo que sucede es que tú y yo, como las nutrias, asomamos alternativamente la cabeza porque aún no hemos perdido la esperanza de vislumbrar de nuevo ese horizonte diferente que no hemos conseguido olvidar del todo.

sábado, 6 de diciembre de 2008

La velocidad del viento


Seguro que este efecto de estela se puede conseguir en photoshop con un solo golpe de ratón. Sin embargo, frente a la aspiradora electrónica, yo recomiendo encarecidamente el barrido tradicional, mucho más divertido, y que consiste en dejar que el azar calcule la proporción adecuada entre estas tres velocidades variables: la del obturador, la de la cámara misma y la del caminar de los protagonistas. Al multiplicar estos tres factores se obtiene la exacta velocidad del viento en un día de lluvia de principios de diciembre. Así como después de pasar la escoba el polvo en suspensión presta a la luz el cuerpo que ésta no tiene, de igual forma pero en sentido opuesto, este barrido presta a los cuerpos la luz que les permite extenderse más allá de los límites de su propia solidez. No es más que un juego, pero el caso es quitarnos, aunque sea de tarde en tarde, esas pegajosas telarañas.
Ahora sí, después de esta foto prometo limpiar la brocha empapada de amarillo.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Alter ego

Después de aquella primera pincelada amarilla que como una semilla aleteante quedó flotando sobre el viejo portón, la tarea ya no podía detenerse. Tras varias jornadas de trabajo y a la vista de la ingente superficie que quedaba por pintar, el artista elaboró un procedimiento que puede resumirse en las siguientes:

INSTRUCCIONES PARA PINTAR UNA SOMBRA QUE PINTE POR NOSOTROS:





1ª: Lo primero y más importante es dar a la sombra la necesaria densidad y perfilarla con la mayor precisión posible. No hay que escatimar tiempo ni pintura. Nuestra sombra ha de tener cuerpo y prestancia para no desvanecerse con la primera nube.












2ª: A continuación debemos instruir a la sombra en el ancestral arte de la pintura. Nada más fácil. La sombra aprende por imitación, como todo el mundo. Unas cuantas pasadas con el rodillo y parecerá que lleva toda su vida haciendo esto, lo cual, por otra parte, es cierto.






3ª: Finalmente, cuando ya la sombra haya adquirido el ritmo adecuado y tenga esa soltura automática del acto reflejo, deberemos retirar con sumo cuidado el mango del rodillo. Si se han seguido estos pasos correctamente, la sombra continuará el trabajo con total naturalidad, sin darse cuenta siquiera de que ya no la guía nuestro brazo.

Entonces, mientras la sombra sigue pintando de luz dorada el mundo, podremos nosotros pasar a un segundo plano y dedicarnos, si ese es nuestro deseo, a meditar sobre el mito de la caverna o sobre el mundo como representación o a embriagarnos por otros medios más convencionales. O tal vez, por qué no, prefiramos ir en busca de aquel pájaro amarillo cuya silueta ya nadie será capaz de distinguir.

(Advertencia: la sombra puede llegar a adquirir cierta autonomía. Algunos la pintan para que ella apriete el gatillo y no mancharse las manos de pintura, pero en este caso más que nunca es preciso sacarle los colores al que se sienta cómodamente mientras otros le hacen el trabajo sucio).

domingo, 30 de noviembre de 2008

3x3

Barrio de Cimadevilla - Gijón

La señora se detuvo para tomar aire tras bajar las escaleras. Yo, que venía de subir por la cuesta empinada del callejón, contuve la respiración.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Pincelada


La verdad es que para la entrada de hoy tenía prevista una foto más oscura. No sé por qué, en el último momento busqué en el archivo de septiembre y rescaté este instante de color, una pura explosión cromática sin más sentido que el de un sencillo homenaje al sentido de la vista. Recordé que aquel portón estaba allí, solitario en la calleja estrecha, obra aparentemente inacabada de un artista colectivo y casual. Solo al contemplar ahora la foto reconozco el genio del que supo ver qué color faltaba en la composición e imprimió una última pincelada en amarillo. Arte vivo y sublime al que la vida se somete. De pronto el cuadro se transforma en camuflaje de rejas y candados. Foto más oscura aún que la que tenía prevista para hoy.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Cardiopatía


El paciente A.J.C. vivió durante más de 30 años con el corazón anclado a sí mismo. Esta rara afección de tipo autoinmune le provocaba agudas punzadas de dolor cada vez que algún esfuerzo físico o impresión emocional elevaba sus pulsaciones por encima de setenta por minuto. Debido a ello A.J.C. llevaba una vida de casi completo aislamiento. Se cree que durante esos treinta años no salió de su apartamento más de dos o tres veces (siempre para algún trámite burocrático) y no se le conoce relación alguna con otra persona que no fuera su cardiólogo. Pero lejos de sufrir a causa de tales limitaciones, al parecer, y siempre según declaraciones de su médico, A.J.C. estaba muy orgulloso del alto grado de independencia que había logrado gracias a tener el corazón anclado a sí mismo. Sin embargo, una soleada tarde de mayo, sin aparente motivo A.J.C. se arrancó el ancla y la arrojó por la ventana abierta de su dormitorio. Es probable que mientras el cabo amarrado a la pesada áncora se desenrollaba de forma vertiginosa, A.J.C. experimentara un intenso placer. No sería hasta el instante mismo en que la soga agotara su longitud, cuando la tensión arterial sufriría un aumento súbito y brutal que literalmente le habría reventado el corazón como si fuera un globo.
Tanto el ancla como el corazón admirablemente reconstruido pueden contemplarse en una de las salas del Museo de Ciencias Naturales de su ciudad natal.

viernes, 21 de noviembre de 2008

La casa de la pradera

Caserío en Viodo - Gozón (Asturias)


Leo en la sección de noticias locales que en el área residencial de Roces, una parroquia rural a las afueras de Gijón en proceso de urbanización, se construirán, además de las viviendas inicialmente previstas, dos rascacielos de 100 metros de altura diseñados por un arquitecto de postín. Cuesta imaginarse dos torres de tal envergadura en un lugar donde ahora mismo pacen las vacas, ajenas a cualquier otro proyecto que no sea su rumiada sobremesa. Uno, que es mal pensado por pura deformación profesional, se siente tentado a creer que se trata de una nueva maniobra para multiplicar el beneficio por un factor equivalente al número de plantas. Pero no. El Sr. Director Regional de Ordenación del Territorio y Urbanismo nos aclara que el objetivo del proyecto no es otro que “dignificar la periferia”. Lo que no aclara, sin embargo, es el sentido de tal dignificación. Tal vez el Sr. Director, al que le supongo un rancio abolengo urbano, quiere decir que lo rural es indigno, porque el campo, ya se sabe, está lleno de moscas y de unos tipos con boina que se empeñan en querer vivir del absurdo negocio de cultivar alimentos y ordeñar animales en una pequeña propiedad. Aunque también es posible que se trate de algo más prosaico y se refiera el Sr. Director a la conveniencia de aumentar el atractivo y, por tanto, el valor de la zona añadiendo una construcción de carácter emblemático. Uno, que no siempre es mal pensado sino más bien tirando para ingenuo, suponía que la manera de incrementar el atractivo de un área residencial era dotarla de los mejores servicios asistenciales, educativos, sanitarios, de transporte y hasta de ocio, pero parece ser que esta idea es tan obsoleta como la de la pequeña agricultura.


Da la impresión de que el concepto de dignidad anda algo tocado últimamente. Cuando se afirma sin pudor que un estucado con firma de autor sobre el techo de un salón de actos favorece la defensa de los derechos humanos por el simple hecho de haber sido financiado con cargo a una partida asignada a ese loable objetivo, es que estamos ante una clase de dignidad puramente nominal, que ya nada significa. La dignidad del dignatario. La dignidad de la etiqueta.


Y es esta clase de dignidad la que sin duda triunfa entre nosotros. Paso la hoja y leo que más de 500 asturianos se han alargado el pene en los últimos cinco años mediante un extensor que no requiere cirugía y permite ganar hasta cuatro centímetros. No menciona el artículo cuál es el motivo que ha llevado a tantos hombres a utilizar dicho dispositivo, pero no hace falta preguntar a ningún director regional para concluir que se trata, una vez más, de la necesidad de “dignificar la periferia”.

martes, 18 de noviembre de 2008

Espejismos


Hay quien se queda atrapado en un recuerdo queriendo ignorar el paso inexorable de las estaciones. También hay quien por despecho prefiere mantener la distancia con férrea disciplina, pero esto no deja de ser otra manera de seguir dependiendo del pasado.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Cuestión de formas


Desde hace un par de días ando dándole vueltas a una noticia que leí, y eso que no pasaba de ser un pie de foto. El caso es que la Comisaria de Agricultura de la Unión Europea ha sorprendido autorizando la comercialización de frutas y verduras torcidas. Ni más ni menos. Y yo sin saber siquiera que estaban prohibidas. Demos gracias a nuestra insigne Comisaria por levantar el veto a la deformidad. Aquellos que no somos (por poco) perfectos nos sentimos ahora más reconfortados.
No acierto a adivinar cuál sería el motivo de semejante prohibición. Pienso que tal vez una de las debilidades de los todopoderosos sea la de tener que decretar una fruta prohibida, pues ya se sabe que sin restricción no hay virtud. Es cierto que ahora me siento culpable retroactivamente, ya que he estado comiendo durante años los estrambóticos calabacines y las zanahorias surrealistas del huerto de mi suegro. Pero ¿cómo iba yo a saber que aquellas plantaciones de patatas contrahechas eran más ilegales que las de marihuana?
Yo creía que esas manzanas iguales y perfectas, recién salidas de las dulces manos de Blancanieves (o de su madrastra), que veía en el expositor de las grandes superficies eran el resultado de una política de calidad por la que se regía el mercado. Pero no, el intervencionismo gubernamental, tan ausente en otros campos, llegaba hasta los campos de pepinos y trataba de poner orden en esa intolerable desmesura de las formas vegetales. Ya dijo Platón que todo lo que hay sobre la tierra (o bajo ella) es una proyección de su correspondiente modelo ideal que flota inmarcesible en el éter de las formas puras. Pero a Platón nunca se le hubiera ocurrido tratar de comerse una berenjena ideal. Acostumbran a ser insípidas y escasamente nutritivas.
El problema que ahora se plantea es el siguiente: ¿seremos los consumidores capaces de admitir la aberración de una zanahoria no rectilínea? ¿Seremos siquiera capaces de reconocerla como una verdadera zanahoria? Y sobre todo ¿cómo sabremos qué zanahoria hemos de seguir?

jueves, 13 de noviembre de 2008

Bruma y vacío


Ellos conocen el secreto de la eterna juventud. Han necesitado casi una vida entera para averiguarlo.

Ella, en cambio, soporta el peso de todos los años que aún le faltan por vivir. Ese peso que comba su cuerpo como una interrogante.

Yo, por mi parte, recorro poco a poco esa distancia hecha de bruma y vacío. A veces ya me atrevo incluso a bajar las escaleras.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Sin palabras


Son las primeras en caer. En ese vacío que dejaron las palabras encontré el encuadre perfecto. La verdad transparente. La completa nada. ¿Es tal vez la señal para hibernar?

viernes, 7 de noviembre de 2008

Mujer pescando al anochecer


Supongo que una parte de la recompensa de la pesca con caña está en la incertidumbre misma de su resultado, en el placer que produce la apuesta que hace el pescador contra el tesoro cada vez más reticente de los mares. Con esa misma disposición de ánimo, la de pillar en un renuncio a la rutina, disparo yo la mayoría de las veces. Más tarde, ya en casa, destapo la nasa y separo las capturas. La mayoría son piezas que no dan la talla mínima permitida y las devuelvo a las aguas de la memoria irrecuperable. Las demás van al congelador, algunas para consumir en breve, otras para cuando vengan tiempos de escasez. Pero a veces me encuentro con algún ejemplar raro, ajeno a la fauna autóctona que soy capaz de reconocer, peces que provienen de mares lejanos o de las profundidades abisales de los nuestros.

Así me ocurrió con esta imagen, que aún no he sido capaz de reconocer como mía. Desde el mismo momento en que la abrí sobre el mármol gris de la pantalla, me recordó a una pintura de Edward Hopper. No me preguntéis qué tiene que ver una señora echando la caña en el muelle de Luanco con esas mujeres con el gesto detenido en el interior de un apartamento o de un snack-bar del medio oeste. Tal vez sea nada más que por esa luz artificial que convierte los rostros en máscaras y devuelve a los objetos su vida prestada. O a lo mejor es esa soledad quieta que tensa el sedal como una corriente de agua fría que no vemos pero sentimos. O quizás la culpa la tenga Pessoa, a cuyo desasosiego me enfrento cada cierto tiempo y siempre acaba noqueándome en el tercer o cuarto asalto. O igual es cosa de ese disco de Chet Baker. Hopper, Baker y Pessoa: vaya tres pates pa un bancu, como decimos por aquí. Mejor volvamos a la superficie, que esto no es pesca submarina. Seguramente esta extrañeza es tan solo efecto de la “hora azul” y de esa ligera indefinición que empaña la escena debido a una exposición algo más larga de lo prudente. Mejor así. El pescador simplemente libera el anzuelo y apuesta de nuevo.

martes, 4 de noviembre de 2008

El hecho

El helecho no tiene flores ni frutos, esas trampas en las que la naturaleza oculta siempre segundas intenciones. Por no tener no tiene ni semillas. Se reproduce manteniendo relaciones sexuales esporádicas (y nunca mejor dicho) con el viento. Este affaire dura ya algunos cientos de millones de años, prueba fehaciente de que no hay nada más duradero que lo efímero. Y es que para lograr una buena estabilidad, mejor alas que raíces. Hemos invertido en cimientos y ahora flotamos a la deriva en una burbuja inmobiliaria. Flores en la solapa, frutos prohibidos al alcance de la mano. Semillas hipotecarias listas para germinar. El helecho, en cambio, no se hace ilusiones más allá del polvo que ofrece a la brisa caprichosa. Su amor es de alquiler y sin avales. No requiere de pájaros terceros ni de abejas que habitan en bancos de rica miel. El helecho hasta se ha quitado la hache de en medio y se la ha puesto de sombrero para poder seguir haciendo lo que hace sin verse atado por lo hecho.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Abierto 24 horas


–Venga , Xuan, no te quedes ahí parado delante de la puerta. Entra y tómate algo.
–Es que hoy no puedo, voy fatal de tiempo.
–Pues mira, aquí tenemos todo el tiempo del mundo. Nos da risa el tiempo. No te digo más.
–No, de verdad. Además últimamente la bebida me sienta fatal.
–Entonces no te vas sin probar un orujo reserva como de 500 años, que está de muerte.
–Sí, hombre, justo lo que me faltaba, un agujero en el estómago.
–Pues mira, después de tomarlo no se nos ha quejado nunca nadie. Pero nadie.
–Que no, que luego me lío, que me esperan en casa y no quiero broncas con la parienta.
–Pero si tu casa es ésta, Xuan. Y además aquí termina viniendo todo el mundo. Si me apuras hasta la parienta vendrá. No veas cómo se pone esto.
–Y todas esas velas, y ese olor a cerrado. Que no, que paso.
–Nada, tú ni caso, es todo un puro decorado, cosas del jefe. La verdad es que en cuanto se llena el local, apagamos las velas y aquí paz y después gloria.
–Si es que no me conocéis. Cuando bebo me pongo de un llorón que doy asco.
–Que va, seguro que eres el alma de la fiesta.
–Sí, el alma en pena.
–Aquí se olvidan todas las penas. Hasta de tu nombre te olvidas.
–No, si me acabaréis liando.
–Y deja ya esa jodida cámara, Xuan. Total, ya sabes que nosotros nunca salimos en las fotos. Anda, pasa.
–Bueno, venga, va. Pero solo un momento, eh.
–Pues claro, Xuan, solo un momento.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Autorretrato tramposo


Pensando en colgar un autorretrato, acabé colgando una foto de mi hijo. Creo que así salgo más favorecido. Tal vez porque no nos parecemos en nada. Toda una suerte. Yo me ahorro un montón de culpabilidades sin remedio y él se libra de la obligada tarea de hacerse diferente a mí. Es verdad que aún quiere parecérseme, pero eso es solo porque todavía es demasiado pequeño para poner nombre propio a sus miedos. Entre tanto, somos felices viviendo en este malentendido que es la infancia, y mientras dura vamos con nuestro billete de ida en el mismo vagón de tren, frente a frente: el me mira a los ojos cuando no me entiende y yo miro a los suyos cuando le entiendo demasiado. Llegará un día, no lo sé, en que empezará a parecérseme sin quererlo. Tal vez para entonces yo haya cambiado tanto que le miraré a los ojos sin entenderle y él mirara a los míos comprendiendo toda mi perplejidad, de nuevo frente a frente, con un billete de vuelta entre los dedos.

domingo, 26 de octubre de 2008

Entraña de otoño


Como la ceniza de un cigarrillo sobre la pechera, el otoño se abre camino hasta el corazón. Cuando sentimos su quemadura, ya nos hemos quedado helados de puro desnudos.

jueves, 23 de octubre de 2008

De la parábola a la parabólica

Aveiro


Siempre hay que estar atento a las señales del cielo. A todas. Desde nuestra morada, humilde pero con las ventanas abiertas, tratamos de escuchar todos los mensajes, los divinos y los menos divinos, porque nunca se sabe dónde será pronunciada la palabra necesaria. Se ha dicho que la televisión, junto con el cine, es un invento del diablo, pero lo cierto es que hoy por hoy encierra ya casi la única liturgia reconocible y con capacidad de convocatoria. En cuestión de imaginería cualquier anuncio de colonias va bastante más lejos que las más arrebatadoras pinturas de nuestras catedrales. Y entre una imagen de San Antonio y una imagen Full HD 1080p, francamente, no hay color. Además puestos a elegir entre los santos mediadores y los presentadores mediáticos, ¿a quién creer, sobre todo a la hora del telediario? En fin, que con cuarenta y cinco canales de medio mundo ya no hay más allá, todito está acá, un acá ubicuo que arde en cada habitación de nuestra casa como zarza incombustible, a golpe de mando y sin golpes de pecho innecesarios. Sin embargo, no conviene olvidar del todo las ofrendas, exvotos y oraciones, al menos mientras ciertas necesidades no las cubra el teletienda ni el consorcio de seguros. Así que, una vela a cada uno y un huevo en cada cesto, que no están los tiempos para más fidelidades, como no sea la de recordar de vez en cuando que el mejor espectáculo pasa cada día delante de nuestra ventana, aunque sea bajo la tosca forma humana de un desconocido con una cámara de fotos.

lunes, 20 de octubre de 2008

Complicado y antiguo


Recibo recado en forma de premio por parte de dos colegas blogueros, muy majos ellos: Siempre veo Amanecer y Vive Malabar. No se si saben (seguro que sí) que para mí el premio mayor es cada uno de los segundos que me dedican, y con esa misma moneda, que gasto con placer, procuro corresponder. El mencionado recado lleva además dos encargos. Uno, premiar a otro seis blogueros de mi predilección, tarea que me salto por lo que acabo de decir. El otro, enumerar seis cosas sin importancia que me hacen feliz. A este sí me apunto. Me resulta simpática esa seriedad escolar que tienen las enumeraciones. Aún así, me ha costado, no creáis. Porque, como es lógico, todo lo que me hace feliz me parece de lo más importante. Pero quizás hay también felicidades sin importancia y de éstas se me ocurren tantas que no sabría por donde empezar. Pongamos, por ejemplo, las siguientes:

- Qué me sirvan con el café una sonrisa que no he pedido.
- Ser capaz de indicarle una dirección a un desconocido que me pregunta por la calle.
- Pasarme de estación o de parada por culpa de un buen libro (una sola estación o parada, dos a lo sumo; tampoco hay que pasarse de felices).
- Encontrarme a la salida del cine con las calles de una ciudad y no con los pasillos de un centro comercial.
- Culminar con éxito cualquier reparación casera (por insignificante que ésta pueda parecer; a mí ninguna me lo parece)
- Fotografiar cosas complicadas y antiguas, como un helecho.

Si a alguno le apetece, puede continuar el ejercicio.

viernes, 17 de octubre de 2008

La montaña mágica

Picos de Europa - Macizo de Central o de Les Urrieles


Fue hace ya un par de semanas. Una excursión sin apenas dificultades entre Ortiguero y Asiego (en el concejo de Cabrales), que en los libros aparece artificialmente bautizada como “ruta del balcón del Naranjo de Bulnes”. El Naranjo, el Urriellu o simplemente el Picu, es una de las cimas míticas de esta tierra, sobre todo desde que allá por los años 60 algunos decidieran apostarse la vida con ella, y la perdieran. Reconozco que la elección de la excursión no fue casual: tras algunos años de separación, necesitaba verla de nuevo. Apenas llevábamos veinte minutos de camino, cuando la senda giró al oeste y apareció su silueta inconfundible y desafiante: la ola perfecta brotando de entre la tempestad de piedra. Solo en una ocasión, ya lejana, llegué a sus pies y toqué con mis manos su piel caliza. La verdad es que allí, tan de cerca, parecía una más entre las otras. Pero en la distancia gana mucho. Como toda primadonna, necesita el decorado adecuado para interpretar bien su papel (en el fondo no es nadie sin sus comparsas). Pero el recuerdo se desvaneció pronto. La montaña, tal vez por su naturaleza estática, obliga a la acción. Soporta mal un éxtasis prolongado porque su vida está en nuestros pasos, su movimiento es el nuestro y sus cambios son solo puntos de vista diferentes. Así que a lo largo del camino, según variaba la luz y nuestra perspectiva, la retraté en casi todas las posturas, probé casi todos los encuadres: vertical y apaisado, angular y zoom extremo, con hojas en primer plano, o con arbol entero, con vaca o con cuadra, con carretera o con camino, el Picu con gente o el Picu solo. Todas fueron imágenes plenas de luz y de profundidad. Fotos inolvidables. Y prescindibles. Al volver a casa, una a una las fui revisando y enviando al limbo de la papelera virtual, que luego vacié. Indulté esta que ahora veis, no por ser la mejor, sino solo por ser la última. Y por los viejos tiempos. Ahí os la dejo. Espero haberme librado de ella para siempre.

martes, 14 de octubre de 2008

Portada y contraportada

Playa de San Lorenzo - Gijón


Como cada mañana, con el mismo gesto con el que despliego el periódico y lo tenso, agarro a la realidad por las solapas y la sostengo en vilo y la zarandeo para que diga toda la verdad y nada más. Sé que es cobarde y que si la aprieto un poco cantará de plano. Es cierto que a veces se me va un poco la mano y se me queda entre los dedos la esquina desgarrada de la página de economía o de internacional. Son gajes del oficio. Pero es que solo así deja de calentarme la cabeza con los mismos titulares de siempre y empieza de una vez a largarme la letra pequeña y a darme nombres, sobre todo nombres y fechas y lugares, todos esos datos esenciales que se ocultan entre líneas. Al final siempre acaba desembuchándolo todo, entre alguna que otra mancha de café y algunos espumarajos de mayonesa. La realidad en el fondo es débil. Me recita hasta las alineaciones del partido del domingo. Cuando tengo toda la información la abandono descoyuntada en cualquier esquina. Ella sabrá reponerse con sus tintes de todo a cien. Pero siempre acabo con la misma extraña sensación. Me temo que ella, como todo buen chivato, solo me dice aquello que quiero oír. Entre otras cosas porque sabe que en caso contrario yo jamás la creería.


En alguna que otra ocasión me he visto tentado de alzar la vista y mirar en otra dirección, buscar un barrio menos frecuentado donde pegar la oreja a las paredes del húmedo callejón o escuchar sin más el chismorreo del viento. El viento nunca me ha mentido. Pero también es cierto que de él nunca he sacado más que una maldita otitis.


viernes, 10 de octubre de 2008

Escalas y pentagramas

Hotel Meliá Ría - Aveiro

Se llama pentagrama a esa estrella de cinco puntas que aparece inscrita en el interior de un pentágono cuando unimos con diagonales todos los vértices de éste. Los segmentos resultantes de las intersecciones de esas diagonales se relacionan entre sí mediante un número entre mágico y divino: la famosa proporción áurea, que desde la Antigüedad hace las delicias de los matemáticos y aficionados a la misteriología. En el hotel, a través de ese pentagrama imaginario que nace de un pentágono surgido de un reflejo, veo pasar las notas que el pianista va desgranando cada noche cuando dan las diez, a partir de otro pentagrama también imaginario, porque hace tiempo que toca sin mirar la partitura, siempre los mismos temas, en el mismo orden, con la misma cadencia. Y con la misma decadencia. La armonía de sus notas es fruto también de una escala matemática y por ella ascienden viejos boleros las sucesivas plantas del hotel y penetran las estancias tapizadas de moqueta. El pianista piensa en sus cosas mientras toca “Bésame mucho” versioneado al estilo de Duke Ellington. Yo mientras escucho, pienso en todas estas curiosas simetrías. Pero tal vez en ese mismo instante en alguna habitación alguien, aprovechando la coyuntura musical, acerca sus labios a otros labios. Y tal vez estos otros labios se apartan heridos, hartos o displicentes, quebrando al fin tanta absurda simetría, tanto estéril equilibrio. Recordemos que, según los premios Nobel de la Física, el universo surgió de la ruptura de una simetría gracias a un leve exceso de materia.

martes, 7 de octubre de 2008

Octubre

Gijón

Llega un día en que la lluvia te sorprende con zapatos de verano. Tú evitas los charcos, procuras prestar toda la atención y no pisar allí donde las luces de los coches y los edificios se reflejan. Pero no sabes, o no recuerdas, que la suela de tus zapatos está surcada por una costura que recorre su contorno. A través de las mínimas puntadas de esa costura la humedad va penetrando en el interior desde el asfalto y las aceras. Traspasada la piel de nylon del calcetín, tus pies no tardan en convertirse en esponjas y los dedos, como si ya no fueran del todo tuyos, se retuercen, se separan y se encogen con una vida propia, recién descubierta. La humedad ya es una marea que trepa la piel clara de tus mocasines en forma de mancha que empieza en la puntera y va invadiendo el empeine cuando tú no miras. Aunque sabes que nadie te ve, porque van demasiado ocupados tratando de convencer a sus paraguas para que se abran o se cierren según la coyuntura, no te atreves a sacarte los zapatos. Observas preocupado cómo el fondo de los pantalones se oscurece, cómo adquiere la misma densidad de las nubes que acuden desde el oeste y se acomodan sobre el tétrix del horizonte. Pronto sientes una mano líquida que no se conforma con tomarle la medida a los tobillos. Piensas entonces que, a pesar de la que está cayendo, lo único que ocurre hoy es que está lloviendo al revés. Y con ese pensamiento cierras, por inútil, el paraguas, y con ambas manos liberadas abres la cremallera de la bolsa y extraes la cámara.

(Nota técnica: La foto no es un HDR, aunque para el caso...)

sábado, 4 de octubre de 2008

Cuestión de coordinación

Aveiro

Para el tenis, para el baloncesto, para la natación, y no digamos para cualquier modalidad de la gimnasia, una buena coordinación de pies y manos es fundamental. Lo que uno no sabía es que también para acciones tan poco olímpicas como ponerse un pendiente se requiere componer una figura tan cercana a la armonía. No sé si hacerme escultor o colocarme unas aretas.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Retrofoto

Nazaré

Al atardecer desciendo la calle leve y apacible y oigo de pronto a mis espaldas voces que encuentran la respuesta de unas risas y el eco de saltos y carreras. Un chaval viene trazando un zigzag que le lleva alternativamente del suelo a las fachadas y de las fachadas al suelo. Es como si toda superficie se volviera elástica bajo sus pies. Dos niñas que quieren dejar de serlo le festejan tales exhibiciones acrobáticas. Una especie de big bang hormonal sacude la tarde antes de que se desvanezca.
Sin dejar de caminar en la dirección que llevo, mirando hacia delante y sabiendo que el animado trío se me acerca por la espalda, sostengo la cámara vuelta hacia atrás a la altura de la parte interior de mi muslo derecho, y aprieto el obturador a la buena de dios, con la misma fe del que dispara en el tiro de feria con una escopeta trucada. Igual que aparecieron, callan las voces de repente. Tomaron, creo, la dirección de otro callejón que se pierde a la derecha.
Me doy cuenta de que mi cámara y yo a menudo miramos en direcciones opuestas: yo hacia delante, más que nada para evitar el tropezón, mientras que ella se empeña en escudriñar hacia el pasado como un telescopio que observa las estrellas de hace un millón de años. Esas estrellas que se extinguieron como los ecos de un callejón en el límite de cualquier galaxia.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Gente corriente

Viana do Castelo

La tarde del domingo es un tiempo propicio para el encuentro de las soledades, esas soledades hechas de costumbre y acidez, nada heroicas, soledades ocultas en salas de estar donde estar es ya la única manera posible de ser. Así, nuestro cuerpo de plástico y nuestra alma catódica se miran sin nada que decirse. La casualidad ha querido que él tenga forma de mujer y ella rostro de hombre. Uno vive en un cuarto piso y el otro en un segundo, también sin ascensor. Habitan ciudades y fechas diferentes, pero a través de mí han llegado a conocerse. Ella anda siempre pendiente de la corriente que la empujará al vacío. El teme al apagón de la tormenta, pero aún más a la subida de tensión que devuelve la corriente. La meteorología los une y saben que una corriente, de aire o de electricidad, que más da, los arrastrará sin remisión. Con sus miedos se aman. A su manera. Sentado en un sofá, un domingo por la tarde, ante una taza de té frío, siento como mi cuerpo de plástico y mi alma catódica se toman finalmente de la mano, con las rodillas juntas y la mirada perdida en la ventana abierta y sin visillos.

Coimbra

jueves, 25 de septiembre de 2008

Pero no todos jugaban al fútbol

Mirador de El Sitio - Nazaré

No pensábamos llegar tan lejos, pero al final nos decidimos.
Era lunes, pero allí resultó ser día festivo.
Había mujeres mayores que vestían como hace cien años, pero alquilaban habitaciones en varios idiomas y llevaban prendida la autorización municipal.
Las calles del barrio pescador estaban trazadas en cuadrículas perfectas, pero aún así logramos perdernos sin esfuerzo.
Buscamos la calle que condujera a la plaza del pueblo, pero la calle era un vagón que ascendía por raíles un acantilado.
En la plaza había una banda de música, pero jugaban un partido de fútbol a chaqueta quitada en medio de gran expectación.
Entramos en la iglesia suponiéndole el silencio y algo de frescor, pero encontramos oraciones dichas en voz alta y el calor que desprendían tantas heridas invisibles.
La banda de música empezó a tocar, pero tocaba rithm & blues a una velocidad del demonio y los lugareños escuchaban inmóviles y atentos, con el máximo respeto.
Nos dimos un baño en las frías aguas del Atlántico, pero eran cálidas y tranquilas como las de un mar interior.
Ya con la noche bien entrada nos fuimos de Nazaré, pero no del todo.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Cortina de agua

Torreira- Ría de Aveiro


Los viajes no siempre salen como uno sueña ni como uno se imagina. A veces ni siquiera se ajustan a una mínima planificación. Por ejemplo, llego una tarde a la apacible ciudad de Aveiro, con sol, agradables temperaturas y ese lento latido que le infunden sus canales y una apenas mediana ocupación hotelera. Proliferan las flores en los maceteros que coronan los puentes, y las bicicletas circulan sin esfuerzo por los carriles llanos y despejados que nos conducen a esas plácidas placitas donde nos aguardan rubias las cervezas. Las predicciones auguran lluvias, sí, pero siempre para pasado mañana. Al día siguiente recorreré sin prisas la ría de Aveiro, sus muelles y sus dunas, y comeré arroz con marisco a mi salud y sin remordimientos. Pero el día siguiente amanece con vientos revientapersianas y antes de las diez estalla la galerna del Atlántico, dura y sin concesiones. Hacemos como si no. El coche atraviesa la cortina de agua con las luces encendidas. A veces es difícil saber si estamos dentro o fuera de la ría. En el muelle de Torreira nos detenemos. Oímos afuera las voces de los marineros que agazapados en el zaguán de la cofradía se ríen de su suerte. Nosotros estamos casi decididos a reclamar a las autoridades municipales o meteorológicas, pero finalmente desistimos porque, aun formando una cadena, siendo como somos solo tres, nunca alcanzaríamos la acera opuesta sin soltarnos de la carrocería. Más tarde, en mitad del temporal, un golpe de fortuna. Logramos aparcar justo delante de un restaurante. Cuando llega el arroz con marisco, contemplamos la resignación de nuestros rostros reflejarse entre los tronquitos de sucedáneo de cangrejo que flotan en el caldo en cuyas profundidades, tal vez, se oculte un arroz.


De vuelta en el hotel a media tarde, observamos de pronto cómo la tempestad se aleja por el sur. Tardamos en salir. Ahora somos turistas desconfiados, miramos con recelo algunos claros que empiezan a abrirse por el norte. Con el ánimo callado vemos las flores de los maceteros flotando en los canales. Tienen la belleza del caído, la poética ironía de los exiliados de esa patria sin fin que fue el verano. Al pasar junto a un spa, miramos con envidia como, al otro lado de la cristalera, los cuerpos entran y salen de la piscina entre vapores, con movimientos lentos y alargando mucho los pasos sin apenas tocar el suelo. ¿Acaso supieron ellos también de la tormenta? ¿no se nutrirá su piscina precisamente de las crecidas que arrastran la fe de los turistas entre los cañaverales?


Días después, de nuevo en casa, retomo los periódicos y cuando leo las noticias de la crisis llego a pensar que están hablando veladamente de cierta jornada frustrada de mi viaje. No descarto que la tormenta me haya vuelto un poco paranóico.


viernes, 19 de septiembre de 2008

Sonrisa con historia

Praça de Sao Tiago - Guimaraes
Portugal, como todos los reinos, nació de una traición: un hijo que se rebela contra su madre para acelerar la Historia, una ambición que el éxito convierte en heroicidad. En Guimaraes se alza el castillo donde según la tradición nació el nuevo rey, Afonso Henriques, castillo hoy convertido en atalaya de turistas a falta de otros enemigos más dignos. Sus sillares guardan, exhaustos, ese clásico hermetismo de granito. Solo nuestra imaginación lo puebla de falsas escenas sacadas de alguna película de Errol Flynn, y como él, de un salto felino, nos colamos en la ciudad medieval que se despliega por debajo, desde la Rua de Santa Maria hasta el Largo da Oliveira, pulcra como una maqueta. Sin atisbo de vergüenza metemos la cabeza, por riguroso turno, en el óvalo recortado en el guerrero de cartón y nos hacemos la foto, con nuestra sonrisa de actores mal pagados. Callejones, torres, arcos, pasadizos. Nos gusta saber que hubo un antes y que no todo se perdió. Somos turistas, estamos de paso y se nos permite ser ingenuos. Solo nos saca del hechizo la cabeza de un cerdo que comemos en un modesto bar extramuros, cocinada sin sobresaltos ni tiempos de receta. Aún en plena digestión, volvemos sobre nuestros pasos para seguir camino hacia otras tierras. Pero antes de abandonar la plaza de Sao Tiago, vuelvo la vista atrás para una última foto. Una dulce doncella vuelve también su rostro hacia mí y, contra todo pronóstico, no deshace su sonrisa, la mantiene franca y limpia durante unos segundos de eterno presente que convierten toda la Historia en un puro decorado de papel pintado. Un instante después, gira de nuevo su rostro y me olvida en el acto. También yo mismo, para ella, soy ya historia.

martes, 16 de septiembre de 2008

Viaje soñado

A Estaçao Nova - Coimbra


Para detener el tiempo no hay mejor laboratorio que una sala de espera. Allí la sal de los minutos se va añadiendo en dosis crecientes al agua turbia que vierten los ventanales, hasta que la solución se adensa lo suficiente como para sostener nuestro cuerpo en la ingravidez del duermevela. Si además se trata de la sala de espera de una estación, ese espacio donde no logran arraigar ni los pasos ni nuestros pesados culos, entonces el efecto suspensivo se completa y a partir de ese momento ya nada es lo que debe: ella parece que duerme cuando en realidad está viajando porque qué otra cosa es viajar sino soñar con la cabeza apoyada en una maleta. Yo en cambio parezco viajar cuando la verdad es que estoy soñando pues qué otra cosa es soñar sino viajar a ese lugar que parece ajeno pero es el más íntimo posible porque secretamente lo estamos buscando siempre, el que se resume en ese instante que añadir a nuestro desvencijado calendario.


martes, 19 de agosto de 2008

La huella luminosa


Tomo el testigo que me deja Ismo en su magnífico blog y elegiré cinco lecturas que me han dejado huella. Selecciones de este tipo siempre son aleatorias e injustas, y a menudo mentirosas porque suelen indicar no tanto lo que a uno le gusta como lo que a uno le gustaría que le gustase. Pero trataré de ser sincero, y aunque esto conlleve para un tipo corriente ser poco original, diré que si volviera a nacer me gustaría hacerlo en un planeta que no tuviera memoria de la literatura, para entonces escribir
Un cuento que no termine nunca, como los de Borges.
Un poema que se pueda leer con zapatillas y un gin-tónic, como los de Angel González.
Un ensayo que responda con las preguntas exactas, como los de Fernando Savater.
Un artículo que te lleve a abandonar toda lectura y preparar una paella, como los de Manuel Vicent.
Y un libro de viajes que me lleve donde nunca me atrevería, al fondo de nosotros mismos, como los de Ryszard Kapuscinski.
En todos estos casos hablar de géneros es una convención sin mucho sentido porque los cuentos de los que hablo son como ensayos, los poemas como cuentos, los ensayos como artículos, los artículos como poemas y los libros de viajes son un compendio de todo lo demás, tal vez porque no hay buen libro que no sea un viaje ni viaje verdadero que no merezca un libro.
Me gustaría que los que visitáis este blog dejarais también, si os apetece, vuestras personales preferencias literarias. Y por favor, tened cuidado, porque pienso tomar vuestras elecciones por recomendaciones.
Y para acabar, coincidiendo con mis recién estrenadas vacaciones, este blog se toma también las suyas, aunque creo que no podré pasar sin pasar alguna vez por los vuestros.
Sin más, reciban ustedes un saludo luminoso y punzante como las huellas de los buenos libros, y como los dedos de ese cardo a contraluz.

viernes, 15 de agosto de 2008

Rulos

Bañugues - Asturias

Poblamos la naturaleza de geometrías como si solo fuéramos capaces de hablar un lenguaje matemático. Frente a la aparente simetría del paisaje, tanto más simétrico cuanto más humanizado, dejamos nuestro rastro de figuras proporcionadas y territorios demarcados a tiralíneas. Lástima que este gusto nuestro por la belleza de las proporciones solo sea comparable a nuestra afición a la desproporción en todo lo demás. El caso es que llega un momento en que uno solo entiende un paisaje, solo detiene la mirada cuando encuentra un mensaje escrito en la propia lengua, una confirmación de nuestra cuadriculada idea de armonía, y tomamos, ingenuos de nosotros, el eco por respuesta. Al menos estos cilindros de hierba, posados como animales rollizos y satisfechos, son efímeros, tan efímeros como ese verano que aquí es ya un recuerdo del mes de julio, y pronto el tractor ahorrará a la primera galerna de noviembre el trabajo de irlos desplumando. Y esa ausencia inminente es también otro eco nuestro.

martes, 12 de agosto de 2008

Contra la pared


La hoja descansa al fin, con el corte mellado
y el trabajo concluido.
Ya todos los pensamientos se transmiten por cable,
en circuito cerrado,
y por interminables tuberías
viajan el resto de fluidos que alimentan,
al otro lado,
la dispepsia de un contable educado y pulcro.
Hace tiempo que las cadenas son innecesarias.

sábado, 9 de agosto de 2008

Sueño de una tarde de verano


Me dormí soñando con las fotos robadas de una revista. Me soñé robando de una revista las fotos que dormían. Me fotografié durmiendo en la revista de mis sueños.

jueves, 7 de agosto de 2008

Hongos de nylon


No podía ser de otra manera. De la lluvia carbónica sobre los bancales de aluminio y hormigón solo podían brotar hongos de nylon.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Capas, curvas y colores.


Tras la entrada anterior dedicada al pan, el tema de la siguiente estaba cantado. Cada cierto tiempo y sobre todo cuando el ánimo se me tuerce un poco, voy y hago fotos de cebollas. A través del visor pico, troceo, corto, trituro, reúno, separo, contemplo, perforo… Hasta que los ojos se me empiezan a enrojecer y un molesto lagrimeo me impide continuar la disección. Y es que nunca he terminado de fotografiar una cebolla. Por un lado están sus capas, proverbiales ya, hasta el punto de que sirven de metáfora para las profundidades del alma, más tiernas y dulces conforme nos vamos adentrando. Hay incluso quien ha llegado a afirmar que las capas de la cebolla son anteriores a las del Photoshop, aunque este extremo aún no ha podido ser confirmado.
Pero luego están también y sobre todo, su paleta de colores, irisaciones que se forman por superposición y van desde los púrpuras a los dorados, pasando por todos los carmines y la sombra de los ocres que van fundiendo al blanco en dirección al núcleo. Dicen que las cebollas son muy ricas en azufre. Y debe ser verdad porque sus colores son los ardientes tonos del infierno.
Las cebollas. Siempre que veo las cebollas chupando sol en el corredor de la panera o alrededor de los pegoyos, pienso en planetas incandescentes y les disputo a las moscas las órbitas de los satélites.
Las cebollas, esa obsesión redonda como todas las obsesiones, y absurda. Me gustan tanto las cebollas que, lo confieso, sería capaz hasta de comérmelas.

sábado, 2 de agosto de 2008

Pan de casa


Que dice el viejo que no, que el no come el pan de la panadería. Que no, que solo come la hogaza cocida en el “forno” de casa. Y que si no hay pan de casa, que él no come pan, y que si no come pan tampoco va a comer otra cosa porque a ver con qué la iba a acompañar. En fin, cosas de viejos que no hay quien se las saque de la cabeza. Así que allá van Pepe, Litos y Carmina, a comprar la harina, reunir la leña, limpiar el horno, preparar el “formento”, amasar y cocer las hogazas, que saldrán morenas y generosas, como matronas romanas, y sonrientes.
Esta vez el horno anda algo acatarrado. Alguna gotera originada por los muchos años y el poco uso en los últimos tiempos impide que la leña arda con brío. Por la chimenea sale el aliento del roble, denso y torpe como respiración de bronquítico. Después de retirar las brasas, alcanzada al fin esa temperatura exacta que no requiere de termómetros porque esta guardada en la memoria de las piedras refractarias, el vientre del horno, vacío y oscuro, aguarda la blanca y turgente semilla de la hogaza. Por la chimenea escapan ahora los suspiros de pan que se cuelan por los quicios de las puertas, por cada ventana mal cerrada y por las escaleras que comunican los sótanos y los desvanes de todos los sentidos. Y enseguida salen las hogazas, rotundas, como esculturas de una fragua, milagros sin religión que nos devuelven la fe a los postmodernos.
Esta noche ya podrá el viejo comer su pan de casa, ese pan que se cuece no al calor del fuego, sino al recuerdo de calor que queda cuando el fuego se retira. A lo mejor es por eso que en su interior de miga densa encuentra el viejo el calor de algún recuerdo.

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