viernes, 15 de febrero de 2008

Travesuras (II)

En Avilés ha surgido por iniciativa de una asociación vecinal una propuesta que no deja de ser interesante: reclaman al ayuntamiento que se cierren a la circulación algunas calles del barrio durante los fines de semana para que los niños puedan jugar en ellas libremente. Nada más saludable para los críos, dicen, que recuperar la queda, el cascayo, el escondite o los juegos de pelota que han desaparecido engullidos por tanta consola y tanto ejercicio de pulgares. Por lo visto un proyecto similar ha sido puesto en marcha nada menos que en París, lo que siempre es garantía de vanguardia y modernidad. Naturalmente al principio habría que asignar algunos monitores para tales actividades porque por desgracia los niños de hoy en día ya no saben jugar. Lo que no dicen los autores de la iniciativa es qué opinan sobre el asunto los protagonistas, pero como estos son menores supongo que habrán juzgado innecesaria tal encuesta.

Bienvenido sea cada centímetro de calle que se logre rescatar para el ciudadano de a pie, aunque no estoy seguro de que tan noble causa nos legitime para tomar a los niños por rehenes. Porque vamos a ver, si de verdad queremos recuperar la memoria de la infancia (que es de lo que en el fondo se trata) no la falseemos más de lo imprescindible: lo mejor de jugar en la calle, el verdadero motivo que hacía atractivo el callejeo y casi necesario, era precisamente que podíamos evadirnos de la mirada vigilante de los mayores, aunque fuera solo por un momento y aunque luego hubiera que inventar alguna que otra mentira. De lo contrario la calle no sería más que la prolongación del patio del colegio.

No creo que hoy los niños necesiten ni más monitores ni más alternativas a los videojuegos. Lo que necesitan es un poquito más de aburrimiento al que vencer y alguien que les marque dónde acaba el tiempo para vencer el aburrimiento. Por nuestra parte los papás cuarentones tenemos todo el derecho del mundo a idealizar nuestra infancia como nos venga en gana, pero no a compadecer a nuestros hijos por habérsela perdido. Hay que dejar que de vez en cuando nos borren la pizarra.

Pese a todo, ojalá la iniciativa tenga éxito. Yo soy un privilegiado que tengo delante de mi casa una plaza fantástica donde los guajes corretean a su aire, (aunque sea en libertad vigilada) y da gusto verlos. Aunque hay media docena de carteles que prohíben jugar a la pelota porque por lo visto los niños molestan, arman mucho escándalo y no dejan dormir la siesta.

5 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho este texto, cuánta razón tienes. No nos engañemos, aquéllos nuestros tiempos de jugar en la calle, ya no volverán, ni para nosotros, ni para nuestros niños. Los tiempos cambian, nos adaptamos y a tirar pa'lante.
    Un saludo.

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  2. No conocía la iniciativa, pero es digna de apoyo. Aun recuerdo mi infancia, en la que la calle, sobre todo en los barrios, era de los niños, no de los coches.
    Hay que extender esta idea.

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  3. Me parece muy bien pues nuestra escuela fue la calle.
    Hoy las cosas se añaden unas con otras y jugar en la calle sin la mirada de los padres parece de lo mejor.

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  4. La iniciativa, que yo no conocía, me parece muy interesante, pero yo también creo que volver a los juegos que nosotros teníamos en nuestros años infantiles me parece utópico porque pienso que los niños están acostumbrados a unas comodidades que nosotros no teníamos y no tienen capacidad de sacrificio porque, incluso, para aquellos juegos había que tener algo de inventiva y creo que los niños de hoy lo tienen todo conseguido sin esfuerzo, por eso me parece que esa iniciativa se quedará sólo en eso.
    Un saludo

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  5. Yo creo que esa iniciativa nace del empeño de los padres de vivirse en los hijos. Hoy los niños prefieren las calles virtuales y ,además sigue habiendo
    patios en los colegios, playas, areas recreativas... Dejémosles vivir su vida y sigamos con la nuestra ¿o es que ya no tenemos?

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