domingo, 30 de noviembre de 2008

3x3

Barrio de Cimadevilla - Gijón

La señora se detuvo para tomar aire tras bajar las escaleras. Yo, que venía de subir por la cuesta empinada del callejón, contuve la respiración.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Pincelada


La verdad es que para la entrada de hoy tenía prevista una foto más oscura. No sé por qué, en el último momento busqué en el archivo de septiembre y rescaté este instante de color, una pura explosión cromática sin más sentido que el de un sencillo homenaje al sentido de la vista. Recordé que aquel portón estaba allí, solitario en la calleja estrecha, obra aparentemente inacabada de un artista colectivo y casual. Solo al contemplar ahora la foto reconozco el genio del que supo ver qué color faltaba en la composición e imprimió una última pincelada en amarillo. Arte vivo y sublime al que la vida se somete. De pronto el cuadro se transforma en camuflaje de rejas y candados. Foto más oscura aún que la que tenía prevista para hoy.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Cardiopatía


El paciente A.J.C. vivió durante más de 30 años con el corazón anclado a sí mismo. Esta rara afección de tipo autoinmune le provocaba agudas punzadas de dolor cada vez que algún esfuerzo físico o impresión emocional elevaba sus pulsaciones por encima de setenta por minuto. Debido a ello A.J.C. llevaba una vida de casi completo aislamiento. Se cree que durante esos treinta años no salió de su apartamento más de dos o tres veces (siempre para algún trámite burocrático) y no se le conoce relación alguna con otra persona que no fuera su cardiólogo. Pero lejos de sufrir a causa de tales limitaciones, al parecer, y siempre según declaraciones de su médico, A.J.C. estaba muy orgulloso del alto grado de independencia que había logrado gracias a tener el corazón anclado a sí mismo. Sin embargo, una soleada tarde de mayo, sin aparente motivo A.J.C. se arrancó el ancla y la arrojó por la ventana abierta de su dormitorio. Es probable que mientras el cabo amarrado a la pesada áncora se desenrollaba de forma vertiginosa, A.J.C. experimentara un intenso placer. No sería hasta el instante mismo en que la soga agotara su longitud, cuando la tensión arterial sufriría un aumento súbito y brutal que literalmente le habría reventado el corazón como si fuera un globo.
Tanto el ancla como el corazón admirablemente reconstruido pueden contemplarse en una de las salas del Museo de Ciencias Naturales de su ciudad natal.

viernes, 21 de noviembre de 2008

La casa de la pradera

Caserío en Viodo - Gozón (Asturias)


Leo en la sección de noticias locales que en el área residencial de Roces, una parroquia rural a las afueras de Gijón en proceso de urbanización, se construirán, además de las viviendas inicialmente previstas, dos rascacielos de 100 metros de altura diseñados por un arquitecto de postín. Cuesta imaginarse dos torres de tal envergadura en un lugar donde ahora mismo pacen las vacas, ajenas a cualquier otro proyecto que no sea su rumiada sobremesa. Uno, que es mal pensado por pura deformación profesional, se siente tentado a creer que se trata de una nueva maniobra para multiplicar el beneficio por un factor equivalente al número de plantas. Pero no. El Sr. Director Regional de Ordenación del Territorio y Urbanismo nos aclara que el objetivo del proyecto no es otro que “dignificar la periferia”. Lo que no aclara, sin embargo, es el sentido de tal dignificación. Tal vez el Sr. Director, al que le supongo un rancio abolengo urbano, quiere decir que lo rural es indigno, porque el campo, ya se sabe, está lleno de moscas y de unos tipos con boina que se empeñan en querer vivir del absurdo negocio de cultivar alimentos y ordeñar animales en una pequeña propiedad. Aunque también es posible que se trate de algo más prosaico y se refiera el Sr. Director a la conveniencia de aumentar el atractivo y, por tanto, el valor de la zona añadiendo una construcción de carácter emblemático. Uno, que no siempre es mal pensado sino más bien tirando para ingenuo, suponía que la manera de incrementar el atractivo de un área residencial era dotarla de los mejores servicios asistenciales, educativos, sanitarios, de transporte y hasta de ocio, pero parece ser que esta idea es tan obsoleta como la de la pequeña agricultura.


Da la impresión de que el concepto de dignidad anda algo tocado últimamente. Cuando se afirma sin pudor que un estucado con firma de autor sobre el techo de un salón de actos favorece la defensa de los derechos humanos por el simple hecho de haber sido financiado con cargo a una partida asignada a ese loable objetivo, es que estamos ante una clase de dignidad puramente nominal, que ya nada significa. La dignidad del dignatario. La dignidad de la etiqueta.


Y es esta clase de dignidad la que sin duda triunfa entre nosotros. Paso la hoja y leo que más de 500 asturianos se han alargado el pene en los últimos cinco años mediante un extensor que no requiere cirugía y permite ganar hasta cuatro centímetros. No menciona el artículo cuál es el motivo que ha llevado a tantos hombres a utilizar dicho dispositivo, pero no hace falta preguntar a ningún director regional para concluir que se trata, una vez más, de la necesidad de “dignificar la periferia”.

martes, 18 de noviembre de 2008

Espejismos


Hay quien se queda atrapado en un recuerdo queriendo ignorar el paso inexorable de las estaciones. También hay quien por despecho prefiere mantener la distancia con férrea disciplina, pero esto no deja de ser otra manera de seguir dependiendo del pasado.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Cuestión de formas


Desde hace un par de días ando dándole vueltas a una noticia que leí, y eso que no pasaba de ser un pie de foto. El caso es que la Comisaria de Agricultura de la Unión Europea ha sorprendido autorizando la comercialización de frutas y verduras torcidas. Ni más ni menos. Y yo sin saber siquiera que estaban prohibidas. Demos gracias a nuestra insigne Comisaria por levantar el veto a la deformidad. Aquellos que no somos (por poco) perfectos nos sentimos ahora más reconfortados.
No acierto a adivinar cuál sería el motivo de semejante prohibición. Pienso que tal vez una de las debilidades de los todopoderosos sea la de tener que decretar una fruta prohibida, pues ya se sabe que sin restricción no hay virtud. Es cierto que ahora me siento culpable retroactivamente, ya que he estado comiendo durante años los estrambóticos calabacines y las zanahorias surrealistas del huerto de mi suegro. Pero ¿cómo iba yo a saber que aquellas plantaciones de patatas contrahechas eran más ilegales que las de marihuana?
Yo creía que esas manzanas iguales y perfectas, recién salidas de las dulces manos de Blancanieves (o de su madrastra), que veía en el expositor de las grandes superficies eran el resultado de una política de calidad por la que se regía el mercado. Pero no, el intervencionismo gubernamental, tan ausente en otros campos, llegaba hasta los campos de pepinos y trataba de poner orden en esa intolerable desmesura de las formas vegetales. Ya dijo Platón que todo lo que hay sobre la tierra (o bajo ella) es una proyección de su correspondiente modelo ideal que flota inmarcesible en el éter de las formas puras. Pero a Platón nunca se le hubiera ocurrido tratar de comerse una berenjena ideal. Acostumbran a ser insípidas y escasamente nutritivas.
El problema que ahora se plantea es el siguiente: ¿seremos los consumidores capaces de admitir la aberración de una zanahoria no rectilínea? ¿Seremos siquiera capaces de reconocerla como una verdadera zanahoria? Y sobre todo ¿cómo sabremos qué zanahoria hemos de seguir?

jueves, 13 de noviembre de 2008

Bruma y vacío


Ellos conocen el secreto de la eterna juventud. Han necesitado casi una vida entera para averiguarlo.

Ella, en cambio, soporta el peso de todos los años que aún le faltan por vivir. Ese peso que comba su cuerpo como una interrogante.

Yo, por mi parte, recorro poco a poco esa distancia hecha de bruma y vacío. A veces ya me atrevo incluso a bajar las escaleras.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Sin palabras


Son las primeras en caer. En ese vacío que dejaron las palabras encontré el encuadre perfecto. La verdad transparente. La completa nada. ¿Es tal vez la señal para hibernar?

viernes, 7 de noviembre de 2008

Mujer pescando al anochecer


Supongo que una parte de la recompensa de la pesca con caña está en la incertidumbre misma de su resultado, en el placer que produce la apuesta que hace el pescador contra el tesoro cada vez más reticente de los mares. Con esa misma disposición de ánimo, la de pillar en un renuncio a la rutina, disparo yo la mayoría de las veces. Más tarde, ya en casa, destapo la nasa y separo las capturas. La mayoría son piezas que no dan la talla mínima permitida y las devuelvo a las aguas de la memoria irrecuperable. Las demás van al congelador, algunas para consumir en breve, otras para cuando vengan tiempos de escasez. Pero a veces me encuentro con algún ejemplar raro, ajeno a la fauna autóctona que soy capaz de reconocer, peces que provienen de mares lejanos o de las profundidades abisales de los nuestros.

Así me ocurrió con esta imagen, que aún no he sido capaz de reconocer como mía. Desde el mismo momento en que la abrí sobre el mármol gris de la pantalla, me recordó a una pintura de Edward Hopper. No me preguntéis qué tiene que ver una señora echando la caña en el muelle de Luanco con esas mujeres con el gesto detenido en el interior de un apartamento o de un snack-bar del medio oeste. Tal vez sea nada más que por esa luz artificial que convierte los rostros en máscaras y devuelve a los objetos su vida prestada. O a lo mejor es esa soledad quieta que tensa el sedal como una corriente de agua fría que no vemos pero sentimos. O quizás la culpa la tenga Pessoa, a cuyo desasosiego me enfrento cada cierto tiempo y siempre acaba noqueándome en el tercer o cuarto asalto. O igual es cosa de ese disco de Chet Baker. Hopper, Baker y Pessoa: vaya tres pates pa un bancu, como decimos por aquí. Mejor volvamos a la superficie, que esto no es pesca submarina. Seguramente esta extrañeza es tan solo efecto de la “hora azul” y de esa ligera indefinición que empaña la escena debido a una exposición algo más larga de lo prudente. Mejor así. El pescador simplemente libera el anzuelo y apuesta de nuevo.

martes, 4 de noviembre de 2008

El hecho

El helecho no tiene flores ni frutos, esas trampas en las que la naturaleza oculta siempre segundas intenciones. Por no tener no tiene ni semillas. Se reproduce manteniendo relaciones sexuales esporádicas (y nunca mejor dicho) con el viento. Este affaire dura ya algunos cientos de millones de años, prueba fehaciente de que no hay nada más duradero que lo efímero. Y es que para lograr una buena estabilidad, mejor alas que raíces. Hemos invertido en cimientos y ahora flotamos a la deriva en una burbuja inmobiliaria. Flores en la solapa, frutos prohibidos al alcance de la mano. Semillas hipotecarias listas para germinar. El helecho, en cambio, no se hace ilusiones más allá del polvo que ofrece a la brisa caprichosa. Su amor es de alquiler y sin avales. No requiere de pájaros terceros ni de abejas que habitan en bancos de rica miel. El helecho hasta se ha quitado la hache de en medio y se la ha puesto de sombrero para poder seguir haciendo lo que hace sin verse atado por lo hecho.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Abierto 24 horas


–Venga , Xuan, no te quedes ahí parado delante de la puerta. Entra y tómate algo.
–Es que hoy no puedo, voy fatal de tiempo.
–Pues mira, aquí tenemos todo el tiempo del mundo. Nos da risa el tiempo. No te digo más.
–No, de verdad. Además últimamente la bebida me sienta fatal.
–Entonces no te vas sin probar un orujo reserva como de 500 años, que está de muerte.
–Sí, hombre, justo lo que me faltaba, un agujero en el estómago.
–Pues mira, después de tomarlo no se nos ha quejado nunca nadie. Pero nadie.
–Que no, que luego me lío, que me esperan en casa y no quiero broncas con la parienta.
–Pero si tu casa es ésta, Xuan. Y además aquí termina viniendo todo el mundo. Si me apuras hasta la parienta vendrá. No veas cómo se pone esto.
–Y todas esas velas, y ese olor a cerrado. Que no, que paso.
–Nada, tú ni caso, es todo un puro decorado, cosas del jefe. La verdad es que en cuanto se llena el local, apagamos las velas y aquí paz y después gloria.
–Si es que no me conocéis. Cuando bebo me pongo de un llorón que doy asco.
–Que va, seguro que eres el alma de la fiesta.
–Sí, el alma en pena.
–Aquí se olvidan todas las penas. Hasta de tu nombre te olvidas.
–No, si me acabaréis liando.
–Y deja ya esa jodida cámara, Xuan. Total, ya sabes que nosotros nunca salimos en las fotos. Anda, pasa.
–Bueno, venga, va. Pero solo un momento, eh.
–Pues claro, Xuan, solo un momento.

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