lunes, 30 de marzo de 2009

Libre


Ya hace tiempo que dejé de buscar aparcamiento en la ciudad. Se ha puesto imposible. Conozco gente que, después de encontrar un hueco libre, cambió de residencia solamente por no mover el coche. Yo ahora, cuando quiero estacionar, me acerco a este parking y aquí enseguida doy con algún sitio donde dejar el coche. Además no puede estar más céntrico: está igual de lejos de todos los lugares. Es cierto que a veces, en los días grises, cuesta un poco distinguir las líneas, pero como vengo a menudo ya casi aparco de memoria. También es verdad que en verano se pone algo más difícil y que las gaviotas, desde que escasea el pescado, se han vuelto más territoriales. Pero aun así, sigo volviendo en cualquier época en busca de mi zona azul particular, libre de tiquets y olvidada de todos los horarios.

jueves, 26 de marzo de 2009

Problema de escala

Calle Jovellanos - Gijón

Anoche soñé que el espacio era una doble cremallera: según iba caminando, una lo abría ante mí, mientras la otra lo cerraba a mis espaldas. Suerte que para salir de allí llevaba conmigo una escalera. Pero el suelo era tan poco consistente que la escalera se hundía a medida que yo ascendía sus peldaños. Al despertarme amaneció, como todas las mañanas, de una manera eléctrica, prácticamente instantánea. Tras bajar las escaleras salí a la calle y no dudé: tan perfecta era su perspectiva que no parecía pintada. El golpe seco en la frente me devolvió a un sueño más apacible y fluido, repleto esta vez de escaleras automáticas.

lunes, 23 de marzo de 2009

jueves, 19 de marzo de 2009

Josh

Antiguo lavadero de Santarúa - Candás (Asturias)

Si no le pedí permiso para hacerle la foto, tampoco se lo voy a pedir para publicarla. Espero que no se moleste. Él es especialista en esta clase de atracos a punta de objetivo, aunque tengo la impresión de que con el tiempo y a fuerza de llevar la pipa siempre fuera de la funda, ha conseguido ser como aquel ladrón de barrio al que de tanto hacerse el encontradizo en esquinas y callejones ya le saludaban los vecinos por su nombre de pila y procuraban llevar siempre algo suelto en el bolsillo. Pero las fotos de Josh no son ni limosna ni propina. Son la exacta retribución a quien sabe hacerse apreciar.

lunes, 16 de marzo de 2009

Cuestión de hábitos


Por definición un estado de crisis no puede prolongarse mucho tiempo. Si lo hace, la situación deja de ser crítica y se convierte en estacionaria, dentro de la gravedad. A partir de ese momento el hecho de mirar para otro lado ya no supone necesariamente una actitud evasiva, sino que tal vez es la única manera de hallar la salida al estacionamiento. El cambio de hábitos, eso sí, lleva tiempo. Mudar de pieles no es algo que pueda hacerse de la noche a la mañana. Primero hay que asumir la desnudez para después empezar a revestirse por dentro. En cualquier caso debemos seguir siendo capaces de ver el lado positivo: quizás estemos asistiendo ya al principio de la recuperación de las cigalas y otras especies de crustáceos.

lunes, 9 de marzo de 2009

Sincronía

Parque de Invierno - Oviedo

Al atardecer en el Parque de Invierno, un viejo gira una vez tras otra alrededor del Palacio de los Niños, clausurado y repleto de juguetes dormidos. No invento ni el sitio ni los nombres. Esta vez no hay necesidad de la metáfora. Mientras el viejo recorre la amplia circunferencia con buen pulso, yo me coloco cerca del centro de la esfera, con el Palacio a mis espaldas, y reservo a la hora en punto el momento del disparo. Describo así con la mirada un círculo concéntrico, pero de radio mínimo comparado con el suyo. Una luz metálica desciende desde el extremo del compás. No sabría decir cuánto dura cada una de estas horas. Yo tan solo hago sonar la campana. A la cuarta o quinta vuelta, no recuerdo bien, el viejo se detiene a menos cinco. Sin girar la cabeza me mira con el rabillo del ojo y de pronto invierte el sentido de sus pasos. Cuando quiero darme cuenta ya ha desaparecido por detrás del Palacio de los Niños. Camino entonces a lo largo de la aguja y empiezo el recorrido en dirección contraria para encontrarme con el viejo en algún punto de la circunferencia. Pero el viejo ya no está y sobre las cristaleras del Palacio se disuelven los espacios con una mueca retorcida. Aturdido, continúo caminando sobre el extremo de la aguja, hasta que miro mi reloj y compruebo que ya es hora de irme.

(Pínchala para verla a mayor tamaño)

viernes, 6 de marzo de 2009

A toda pantalla

Aveiro-Portugal (septiembre 2008)


- Pero bueno, ¿dónde se ha metido todo el mundo? ¿no ven que ya ha empezado la proyección?
- Desengáñate, Xuan. La cotización de los atardeceres no ha parado de descender en los últimos años.
- Vamos, mujer, no empieces con tus teorías.
- Yo te explico, verás, si es algo que cae por su propio peso. Primero fue la inflacción: miles y miles de atardeceres multiplicándose por todas partes. Durante un tiempo se mantuvo su valor nominal, pero en el fondo la gente estaba harta de tanta puesta de sol.
- Anda calla, y fíjate en aquellos reflejos en el agua, ¡qué maravilla!
- Hasta que un buen día alguien dijo en voz alta que aquello del ocaso era de una ñoñería insoportable, y automáticamente se dispararon las órdenes de venta de algo que nadie quería comprar. Fue la ruina de la industria fabricante de postales.
- Pero quieres cerrar el pico, que no me dejas ver bien los colores.
- Después vino la falta de confianza. Que el sol se hundiera era cuestión de tiempo. Es más, se hundía a ojos vista. La oscuridad era un hecho y la luz artificial el único futuro. Venga, vámos a pasear a la luz de las farolas y acerquémonos al centro comercial a ver como encienden los luminosos de neón.
- No, espera un poco, que quiero ver los títulos de crédito.

martes, 3 de marzo de 2009

Replay


Libre directo. Con el brazo alzado el árbitro señala la infracción. El público increpa pero el brazo continúa en alto, tensado para accionar la ejecución de la pena. Bajo los palos el portero local, con la cerviz limpia y afeitada, dirige la disposición de la barrera, por la derecha, por la izquierda, hasta que la cuadra como un manojo de folios. El delantero visitante, mientras tanto, parece dudar de la esfericidad de la pelota, pues la coloca y recoloca una y otra vez, como ha visto hacer tantas veces en la tele. El portero, medio cegado por el contraluz, mira como el sol de invierno alarga las siluetas, juntas y tiesas sobre las calvas del área. Entonces la bota acaricia el balón y el brillo de una cuchilla sobrevuela todas las cabezas. Ya nadie, excepto yo, recuerda aquel partido. Por eso nadie, excepto yo, entiende ya por qué algunas tardes de invierno las sombras se levantan y esperan la repetición del lanzamiento. Me muevo a derecha e izquierda, varío el ángulo de visión, me agacho y me pongo de puntillas, hasta que consigo colocar correctamente la barrera. Suena el clic y de nuevo el destello dorado pasa sobre mi cabeza.

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