miércoles, 30 de diciembre de 2009

Atardecer bisagra

Playa de Moliets - Las Landas, Francia

A veces hay que esperar a que todo termine y solo entonces esperarlo todo, precisamente cuando ya no debería quedar nada. Los adoradores del sol nos reunimos desde tiempo inmemorial allí donde acaba el día, cuando el declinar de la luz permite enfrentarla sin quedar cegado. Los adoradores del sol no somos una secta, ni una asociación ni una red virtual. Ni siquiera sabemos los unos de los otros. Se nos reconoce sin embargo fácilmente porque somos los que en el cine agotamos los títulos de crédito y abandonamos los bares a la hora de las sillas enhiestas y leemos libros del siglo XIX y normalmente vamos cuando los demás ya vuelven. Nuestra liturgia como adoradores del sol es simple: orientamos la mirada al occidente. El motivo de la celebración: el privilegio de estar, ni siquiera de existir. Los adoradores del sol no buscamos lo que la luz desvela ni queremos ser iluminados por ella. Por el contrario, lo único que nuestro trato continuado con el sol nos ha enseñado es que la luz del astro oculta tanto como muestra. Y en esta ocasión, como en tantas otras, fue al ocultarse el sol cuando se desveló la nube y reconocimos en ella la pieza que sin querer andábamos buscando: el contorno exacto de la bisagra hecha a la medida de los goznes de la tierra. Y entonces sí, el día se cerró sin ruido, como una puerta recién engrasada. Cuando la penumbra se hizo lo bastante densa como para apoyarse en ella, nos levantamos y nos fuimos caminando en voz baja.
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Que el próximo año os sea propicio, compañeros. Abrazos varios.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Líneas de fuerza


Con los párpados dislocados de tanto mirar...

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Decorativa navideña

Plaza del Ayuntamiento, Gijón



No siempre es fácil distinguir qué es decorado y qué es “real”, y especialmente en estas fechas. ¿Será tal vez porque todo es decorado? ¿o será porque el decorado es lo más real de todo? La crítica a lo que de fingimiento hay en el ritual que acompaña a estas fiestas se ha convertido en un lugar tan común como pueda serlo el del propio espíritu navideño. Pero quizás haya más verdad en esos buenos sentimientos transitorios que en la razón que los pone en entredicho. Porque es sincera sin duda la necesidad de ser blandos por un tiempo, incluso con un punto kitch de todo a un euro, y de poder ser dulces hasta que nos duelan los dientes sin tener que sufrir amenazas profilácticas, y de entregarnos al fin vulnerables al abrazo. Y no vendría mal recordar aquello que sabíamos tan bien cuando éramos muy pequeños: que lo mejor de los regalos es casi siempre el papel que los envuelve. En estos tiempos en los que la estética se ha convertido en una rama de la cirugía, tal vez la ética se reduce también a un gesto, a un deseo que recubre la realidad y la conforma con colores nuevos. Para vosotros entonces mis mejores embalajes. Rellenadlos de obras si podéis. Y en cualquier caso, disfrutad desenvolviendo.

lunes, 21 de diciembre de 2009

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Bosque entre rejas


También allí donde pasa de largo el viento y apenas se detiene la mirada, en las entrañas mismas de la ciudad, tiende el bosque sus pequeñas emboscadas, a la espera del aluvión de una tormenta que tome las calles al asalto y haga rebosar, entre papeles viejos y colillas, estas esperanzas resecas, ocultas en retaguardia.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Fronterizo


Encuadrado tal vez. Encasillado nunca. Experto en gestión de bordes. Presto a desaparecer.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Bosque en fuga


Ahora dicen que Van Gogh no estaba loco, sino que por el contrario era un hombre trabajador y concienzudo. Tal conclusión es fruto de un trabajo, no sabemos si igualmente concienzudo, de la experta británica Ann Dumas. Por lo visto el famoso pintor hasta leía y escribía (cartas). Aunque nunca viene mal derribar tópicos, y a menudo la asociación entre genio y locura no es más que eso, no parece sin embargo que las virtudes del tesón y la meticulosidad sean garantía suficiente contra la locura y menos aún prueba de la lucidez de nadie. Antes bien, tengo la impresión de que este diagnóstico sigue obedeciendo al mismo cliché que pretende combatir, el del artista un poco alucinado, impulsivo, atormentado y violento, que con su desgracia paga el precio por su genialidad y nos permite de este modo al resto de los mortales perdonarle su atrevimiento. Aparte de que no creo que a estas alturas de la película sea posible ya rehabilitar la figura de Van Gogh, pienso que la verdadera y definitiva demostración de su lucidez está, más que en su conducta, en su propia obra: su búsqueda de la verdad a partir de la percepción y no fuera de ella, su visión de cada objeto, de cada lugar, como un proceso dinámico de autoconstrucción, como un espíritu materializado, solo puede ser fruto de un hombre demasiado cuerdo como para ser reconocido a simple vista. Por otro lado, tal vez en algún tiempo la aparente locura ocultaba al verdadero artista. Hoy en cambio suele ocurrir que es precisamente ésta la manera en la que se muestra el artista aparente. Y los genios, como siempre, siguen ocultos tras el silencio de los trabajos minuciosos.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Anclados



Amarrados a la tarde de un domingo cualquiera. Y como se parece el sonido de la lluvia al chisporroteo aquel del avanzar de la película cuando se apagaban las luces en la sala.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Bosque durmiente


A salvo del viento y de la escarcha, sueña el bosque entero en el fondo de la urna su sueño transparente como el silencio del agua. A este lado del cristal se agolpan también nuestros rostros callados, expectantes, mientras resuena el chasquido del beso de la cámara.

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