jueves, 28 de enero de 2010

Ácidos, óxidos, grasas


- ¡Pero por favor, Xuan! ¿Quieres decirme qué pintan esos limones tan lustrosos en medio de todos esos cachivaches y trapos grasientos?
- Bueno, esto..., verás, ya sabes, primero me gustó la luz, y luego está la composición que...
- No, no, no me vengas con cuentos de fotógrafo. Yo lo que quiero saber es cuál es el tema de esta foto, si es que tiene alguno, claro.
- Hombre, es una especie de bodegón, aunque tal vez no el clásico bodegón porque...
- De bodegón, nada, majo, más bien te encontraste un rincón lleno de mugre y te dijiste, aquí planto yo unos limones y me quedo tan ancho, y luego a ver lo que interpretan los demás. Sí o sí.
- Oye, que no es tan simple. Los limones los tuve que arrancar del limonero de la huerta y elegir diferentes grados de maduración para conseguir que los tonos no fueran tan uniformes, por lo que tuve que trepar a alturas diferentes y me clavé dos púas de las que, mira, todavía guardo el recuerdo ¿ves?
- Ahhh, así que reconoces que has manipulado la escena, vamos, que todo es puro artificio, y lo que es peor, que simplemente agarraste lo que tenías más a mano y por tanto no hay más relación entre esos objetos que la pura casualidad, además de una lamentable falta de recursos por tu parte, y eso sin tener en cuenta el agravante de que sin duda los limones son robados. Y todavía quieres hacerlo pasar por un bodegón, lo que hay que oír.
- No, por ahí ya no paso, la relación entre la grasa y los limones debería ser evidente hasta para un ignorante como tú: todo el mundo sabe que el zumo de limón es un potente quita-grasa y no solo por su alto contenido en vitamina C que elimina el colesterol, sino también gracias a las cualidades del ácido cítrico como reductor de la grasa que se acumula en los tejidos. Además no podemos olvidar su extraordinario poder antioxidante. Por ello, en un entorno como el de esta foto, los limones se convierten en una sutil metáfora de la pureza frente a la degradación, de la permanencia del espíritu incorruptible frente a la futilidad de los objetos.
- Ah, bueno, siendo así...
- (¡Ufff!)

lunes, 25 de enero de 2010

Los hay de naipes

Castillo de Priorio - Las Caldas (Oviedo)

Los hay de naipes, los hay de arena, los hay incluso de palabras. Pero hay otra fortaleza que se va engastando en el aire y se afianza con el lodo frío del invierno, cuando solo ríen los cuervos y el maseratti duerme confiado en las caballerizas.

jueves, 21 de enero de 2010

Oleo sobre agua


Reconozco que he tenido serias dudas a la hora de publicar esta fotografía: ¿no estaré eludiendo el pago de los derechos de autor que la reproducción de esta obra encontrada en la calle sin duda genera? Pues no por anónima carece de autoría. Y aunque su soporte es efímero y su duración está sujeta a los caprichos de la evaporación y las escorrentías que aquejan a todas las cunetas, lo cierto es que no hay nada más volátil que la música y también ella está sometida al canon, hasta el punto de que rendir tributo a una gloria cualquiera de la interpretación ha dejado de ser una metáfora. Creo sin embargo que esa hoja que un día fue trepadora de alambradas, al siguiente marginada en el arroyo y hoy estrella crepuscular en el escenario de nuestros despojos, merece una oportunidad antes de que se la lleve otro chaparrón, que será el último. Más tarde buscaré al autor, si no es él quien me encuentra antes.

lunes, 18 de enero de 2010

Escáner corporal


Me detengo en una esquina abandonada del barrio viejo. Desde el fondo del cuarto vacío y oscuro un espejo devuelve mi imagen, nítida y exacta como una fotografía. No es fácil llevarle al espejo la contraria, su capacidad de réplica es apabullante. Lo admito por tanto: cada vez que disparo al mundo estoy componiendo mi fiel autorretrato. Y él a cambio reconoce que en cada habitación, en cada pared, en cada cielo, en cada rostro, hay una cámara que me registra.

jueves, 14 de enero de 2010

Fila 0

Candás, Asturias

Un día apareció tal como lo veis, con toda la pinta de haber estado siempre ahí para hacerle parecer a uno el recién llegado. Sin embargo, es de suponer que fue la última mareona la que lo trajo aquí pues en este pueblo la marea es un medio de transporte habitual y de los más puntuales. Sin ir más lejos cuenta la historia local que hasta el propio Jesucristo llegó a esta playa por tal vía directa, bajo forma tallada, eso sí, y clavado a los maderos sigue desde entonces en nuestra iglesia parroquial dando buena fe de ello. Pese a que el sillón vacío y desubicado, o la silla si es el caso, se ha convertido ya en un motivo recurrente en fotografía como símbolo de la contemplación, y a veces de la ausencia, y hay excelentes ejemplos de ello como, sin ir más lejos, la imagen que cierra el libro “Mirando la vida” del fotógrafo Martín Gallego, no pude resistirme a la llamada del objeto y lo inmortalicé sin más. Me pareció, sin embargo, que con las olas lamiendo sus patas raídas la foto ganaría en dramatismo, por lo que me propuse volver con marea alta cuando su horario y el mío coincidieran.

Lo cierto es que fui postergando tal propósito más de lo debido y cuando regresé, con marea media esta vez, yacía tumbada la butaca en el fondo de un foso de más de un metro de profundidad que cavaron al alimón, en una madrugada de amores tempestuosos, la mar y el arroyo-cloaca que allí mismo encuentra su sumidero. Con una tabla de mareas en la mano, resolví presentarme, esta vez sí, en el momento adecuado, aunque tuviera que modificar alguna de mis más queridas rutinas y revestirme de gore-tex para, si fuera menester, sacar de entre las aguas el sillón y adecuarlo a mis intereses compositivos.

Pero los imponderables con los que a veces se reviste la pereza siguieron retrasando la cita y apenas un par de días después me encontré con la tensa lisura de la arena rellenando el lugar donde una vez hubo un sillón y un socavón. Sé que la butaca sigue ahí, de pie todavía bajo los húmedos estratos, símbolo ahora de la contemplación imposible y de una ausencia al cuadrado, tan presente que no puedo dejar de indagar con la mirada cada vez que recorro el paseo de la playa. Ahora toca ser paciente. Volveremos a encontrarnos allí donde nos quieran arrojar el tiempo y sus mareas. Y contemplaré. Con los ojos ávidos de luz o anegados en arena.

lunes, 11 de enero de 2010

Dos


Coincidiendo con los dos años de este blog, dos borradores de un breve texto para la entrada de hoy se han ido ya a la papelera. Hablaban, cada uno a su manera, de cómo este Calendario se ha ido convirtiendo en calle por donde la gente mira y pasa, más allá de su origen como diario en imágenes. Pero ahora que observo esas dos bolas de papel arrugado, comprendo que su rotundidad es mucho mayor que la de las palabras comprimidas en su interior. Una frente a la otra, o una al lado de la otra, o una detrás de la otra, se acabó para ellas la unidad del ser sin más. Ese par de planetas atrapados en el fondo del recipiente están ahora condenados a tenerse en cuenta a la hora de trazar sus hipotéticas órbitas. Ya nunca serán sucesivos hasta el momento quizás en que sean volcados a otro contenedor. Pero ese momento está en un horizonte remotísimo. La simultaneidad suprime el tiempo, como bien saben los enamorados. Desde el fondo de esa papelera comprendo que la arquitectura de este blog no es la de la calle ni la del diario, sino la del bis a bis. Un bis a bis casto y recatado, eso sí, como en los conventos de clausura, con un panel calado de por medio, un panel binario, igual que la fecha que hoy apunta el calendario, 11.01.10, por el que nos atisbamos.
Gracias por seguir ahí.

jueves, 7 de enero de 2010

Relaciones formales


Mientras sueña la soga con la dulzura del volumen, mide el repollo el alcance de la línea y medita acerca de la recia elegancia de la longitud. Poco después, tan pronto como la luz prolonga en sombra su diaria circunferencia, cae la soga en busca de un cuello inexistente y el repollo aprende que la rectitud obedece a una gravedad prestada.

lunes, 4 de enero de 2010

Partir


La necesidad de trocear el presente solo puede obedecer a la necesidad de ir hacia otro sitio.

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