jueves, 30 de septiembre de 2010

Desnuda y en lo oscuro


Convertir el desnudo en motivo estético, en género artístico incluso, es probablemente el método más eficaz para ocultar la desnudez. Nada como someter al cuerpo a códigos visuales para desactivar en él todo atisbo de carnalidad. De todos modos, la desnudez es bastante esquiva. No la hallamos en lo íntimo, pues la intimidad es el espacio para la acción sin adjetivos, es decir en la intimidad puede uno desnudarse pero no encontrarse desnudo. La desnudez más bien parece un fruto no querido de lo exterior, una consecuencia de la intemperie que a veces nos sorprende en el cambio de estación, no por estar fuera sino por estar fuera de lugar, extramuros.

Perro destino


Esa tarde habíamos llegamos un poco más lejos con el perro, de ordinario encadenado en un rincón de la cuadra donde espanta los fantasmas de las alimañas que hace años dejaron de rondar el gallinero. Lo soltamos por caminos de grava y en la playa. Era una tarde indecisa entre el naranja y el malva, tan quieta que se oían las conversaciones de las gaviotas con la nitidez de un anfiteatro. El perro, falto de costumbre, jadeaba con la boca muy abierta. De pronto dejó de seguirnos, de respirar casi. Alargamos la mirada como él, pero tampoco vimos nada. Apenas el presentimiento de una desventaja. Lejos, en el interior de la fronda que se repliega tras las últimas casas, la martaleña* desciende de rama en rama, se desplaza al cobijo de los setos, del maíz crecido, desde las sombras azuladas hasta los patios traseros, por las grietas que el tiempo fue abriendo en las paredes de las cuadras.


*martaleña: marta, pequeño mamífero carnívoro de la familia de los mustélidos que habita los bosques europeos

lunes, 27 de septiembre de 2010

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Perfil


Desde que las vacas beben en bañeras, los abrevaderos espesan en la penumbra de los caminos su caldo nutritivo sin que nadie los estorbe. A uno de sus espejos de azabache me asomé y me encontré con el perfil abreviado y cambiante de mis rostros. La brisa del anochecer lo desbarató sin piedad. Ahora he de aprender a reconocerme entre los restos.

domingo, 19 de septiembre de 2010

jueves, 16 de septiembre de 2010

Reloj de arena


En algún lugar existe una playa de aguas límpidas y frías que el asfalto no alcanza. Allí, sobre la arena, se desgrana aún entre tus dedos el tiempo infinito de una tarde.

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