Érase una vez un fantasma tan torpe que decidió llenar de puertas las paredes. Pero cada nueva puerta que abría daba acceso a una estancia también nueva, rodeada de firmes tabiques como suelen estarlo las estancias. Tan ocupado andaba el espectro rompiendo ladrillos, ajustando goznes y trasponiendo umbrales que pronto se olvidó de su torpeza y hasta de su noble condición fantasmagórica. A fuerza de tiempo hoy es un simple carpintero cuya casa ha crecido tanto que ya es imposible saber si estamos dentro o fuera de ella.
Os deseo la mejor de las puertas para entrar en 2011. Salud, compañeros.