Así es, el de hoy es el instante número 365 de este calendario, que como todo calendario nació con sus hojas contadas. Ahora que lo pienso, tal vez por eso, porque vivió toda su vida en tiempo de descuento, lo hizo con la intensidad que a veces nos escatima la vida de cada día. El caso es que hoy he arrancado su última página y en el pálido recorte que encuentro en la pared hay un vacío que espera, supongo, ser llenado de nuevo. No hay lugar pues a despedidas, que por otra parte resultan tan tediosas como repetitivas.
Pero es que además no me apetece despedirme. Así que todo aquel al que le haya gustado está película podrá ahora, si le apetece, echar un vistazo a los extras: hasta dar con otro espacio y otro proyecto que merezca ser compartido, iré alimentando un pequeño blog, que hoy mismo empieza, con los descartes de este periclitado calendario, una especie de menú de sobras, que tanto me han gustado siempre. En él tendrán cabida aquellas fotografías que a lo largo de estos tres años fueron quedando arrumbadas al fondo del almacén, muchas por sus defectos, otras por sus excesos, algunas por la sencilla razón de que otras nuevas venían empujando, y finalmente unas pocas que solo ahora, cuando ya me son un poco ajenas, he logrado entender y valorar. Os advierto, eso sí, que será un blog aperiódico y anacrónico, sometido al criterio de ese azar con el que revolvemos en los cajones de lo viejo.
Un sincero abrazo para todos vosotros y gracias por haber estado ahí, acompañándome y dedicándome vuestro tiempo y vuestra amabilidad.