lunes, 25 de junio de 2012

Adiós a las aulas



Llueve el día de la despedida y hay una alegre confusión de lágrimas. Cuidado que no se mojen los diplomas. Los niños bajo el tejado de la cancha posan a cubierto de la venganza del tiempo: primero una de todo el curso, por favor, hacedme un resumen del mundo, esa foto en la que algún día buscarán al amigo perdido, aquel que era el mejor de todos. Después les pido que formen grupos más pequeños, los animo así a una elección tal vez  caprichosa, quizás cruel, quien sabe si profética, a veces el destino se vale de estos trucos. En los ojos de todos, en todas las sonrisas, se agolpa una nostalgia verdadera, libre del absurdo deseo de volver. Nunca hice fotos más hermosas. Al final cuesta hacerlos marchar, inventan olvidos, juegos de última hora, travesuras que ya nadie reprende ni castiga. También los padres nos movemos con torpeza, buscando una salida brillante a todo esto, algún modo de decir adios a estas aulas de emoción primaria. Por suerte afuera sigue lloviendo y al final todo se resuelve en un abrir y cerrar de los paraguas.

miércoles, 20 de junio de 2012

Escaxinando arbeyos


En la penumbra azul
de la cocina
van rezando las manos
una dulce y bendita letanía
de guisantes.

sábado, 16 de junio de 2012

Seis cortes en el monte Saperu

(Pincha sobre una imagen para verlas a mayor tamaño)
 
Monte Saperu, Tarna - Asturias

Un hombre atraviesa la espesura siguiendo los pasos invisibles de otros hombres. Su silueta lo delata: el perfil del mango sobre el hombro y el destello en el filo cuando logra alcanzarlo un haz de luz entre las hojas de las hayas. De vez en cuando se detiene y observa: algo le dice que ha de ser precisamente ahí y no un poco más allá ni un poco antes. Realiza entonces su labor: un corte apropiado, entresaca paciente y minuciosa que apenas deja marca. Necesita, eso sí, varios golpes de tanteo, algunas muescas antes de asestar el que hará caer otra lámina del monte. Con esas secciones podrá más tarde reproducir el calor, el cobijo, la belleza, casi cualquier cosa, a excepción del propio bosque. Es por esto que vuelve cada estación a recorrer el monte inabarcable: no por lo que obtiene de él ni por lo que se le resiste, sino tan solo para hacerse un lugar en su interior y ocupar también él su porción dentro del bosque.

lunes, 11 de junio de 2012

Solo un gesto


Fotografiar el gesto, pero solo el gesto, sin cuerpo, sin lugar, el gesto desprovisto, rascarse la nariz, acariciarse el tobillo, no un alfabeto gestual sino el significante vacío, sobre todo el gesto práctico, acodarse, equilibrar el peso, huellas gestuales, no dactilares, que pueden ser las de cualquiera, como guardar el pulgar dentro de la mano, también el gesto inútil, redundante, tocarse el pelo cuando ya no queda ni un pelo que tocarse; centrarse en lo externo, profundizar en la superficie, el gesto como lo más propio, lo intercambiable, lo que se hace mientras se hace cualquier otra cosa como pensar o dar un beso, el modo de cruzar o no cruzar las piernas al sentarse, el gesto en el que nadie repara en un mundo repleto de gestos, de automatismos, el gesto de fotografiar cuando ya vamos necesitando algo más que gestos, no un gestor sino gestar un paisaje común, una forma en la que reconocernos.

lunes, 4 de junio de 2012

Duermevelas

Gijón, Asturias

Perfiladas entre las aristas de los edificios, las primeras luces del día van fundiendo la niebla con la precisión de un soplete. Cuando alcanza su umbral de resistencia, la bruma cristaliza de repente en transparencia pura, tanta que niega el aire y uno tiene la sensación, más aún, el convencimiento de que ya no hay distancia entre los sentidos y los objetos y el paisaje, porque la escena se ha vuelto tan real, tan palpable como una fotografía. Precisamente por ello, ahora la cámara está de más y aunque sigues disparando sabes de sobra que la única fotografía que sirve es la anterior, aquella en la que los barcos todavía guardan entre la niebla alguna posibilidad de travesía.

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