jueves, 4 de octubre de 2012

Viaje con nosotros a la isla de Ons


Temprano el fotógrafo prepara la mochila para ir a la isla: agua y comida para todo el día y una toalla que delata su verdadera condición de viajero con billete cerrado, con hora de regreso fijada de antemano. Durante el breve trayecto la proa chata del barco dibuja para nosotros los detalles de la isla uno a uno: la aldea, el faro, el embarcadero, algunos pinos que al principio parecen vigías y luego se van perfilando como simples pinos. También deja, como no, espacios en blanco para las playas. 
Los viajeros saltamos a la isla con una premura de parque de atracciones, pero pronto el calor y las pendientes nos devuelven la verdadera medida del tiempo. Para llegar a la playa que tenemos delante de nosotros elegimos un rodeo de cuatro kilómetros de largo por el que vamos amasando el deseo y el íntimo derecho del baño, su merecimiento. La playa ha de estar al final del relato porque toma su sal del sudor de los exploradores. 
El fotógrafo solo hace fotos de niños entrando y saliendo del agua, o reuniendo conchas. La isla, igual que todas las islas, es de los niños, aunque ésta tome a sus dueños prestados. 
Al final, como era de esperar, hay un momento de la tarde en el que nos gana la angustia del último barco, el miedo de perderlo, la duda de no saber si es mejor llegar o no llegar a tiempo. Pero el barco parte bien repleto mientras sobre el embarcadero y el pueblo cae repentinamente la sombra y yo me entretengo calculando cuántos de nosotros se imaginan todavía en tierra, oyendo alejarse los ecos de los viajeros y del motor del barco. Es entonces, en el trayecto de vuelta, cuando el fotógrafo por fin empieza a fotografiar la isla: en los rostros que se vuelven contra el sol, en la desenvoltura con que ahora muchos recorren la cubierta, en la manera fija que algunos tienen de acodarse sobre la borda, en tantas miradas perdidas y como aisladas.

8 comentarios:

  1. Tienes una sensibilidad privilegiada. Y un don para trasladarla a la escritura.
    Que no es nada fácil, no.
    Mi aplauso, sereno y admirado.

    ResponderEliminar
  2. Leyendote apetece quedarse en esa isla, aunque siempre apetece quedarse cuando los demás se van, porque es entonces cuando te haces el dueño del lugar, pero por desgracia aquel no es nuestro sitio y debemos volver. Me encanta como lo has contado y fotografiado sentí de nuevo esas sensaciones.

    ResponderEliminar
  3. En el texto y en la foto hay tantos ángulos que uno tiente la tentación de haber perdido ese barco para prolongar el día.

    ResponderEliminar
  4. Poesía en estado puro.
    Una vivencia tan real y tan común que todos los que hemos viajado a la isla lo sentimos igual. Menos mal que te tenemos a ti para poder expresarlo.
    Gracias.

    ResponderEliminar
  5. Qué bien exprimes las posibilidades fotográficas y narrativas de una vivencia cotidiana.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Es ya creíble para mí que de tus fotos nazcan tus relatos o de tus relatos tus imágenes... es creíble y nítido que existe un talento digno de agradecer por presentarlo, por ofrecerlo.

    Gracias!

    Beso.

    ResponderEliminar
  7. un gran golpe para remover recuerdos propios en vivencias ajenas...

    ResponderEliminar

Archivo del blog