lunes, 30 de septiembre de 2013

Contemplativa insomne



Desenhébrame el ocaso,

libérame la luz

y deja que se deslean

las sombras entre la sombra.



lunes, 23 de septiembre de 2013

La tregua



Tras años de frecuentes escaramuzas y algún que otro enfrentamiento, terminaron venciendo el hartazgo y la pereza, los mediadores más eficaces.
Entonces, a modo de paz, acordaron una tregua; y de paso, para no recaer nunca más en la tentación de la venganza, decidieron convertirse a la estricta fe de los escépticos.
Así hasta que al cabo de unos días, como notaran que empezaban a perder la costumbre de la guerra, salieron juntos en busca de nuevos y comunes enemigos.
        

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Las últimas palabras

                                                                                                 

                                                                                                                             Senda del Oso, Teverga - Asturias

Un mal golpe, desde luego. No fue el primero ni el más fuerte, pero sí el más desafortunado. Las circunstancias en las que se produjo no vienen al caso (tan solo decir que montar en bicicleta con la cámara al cuello resulta cuando menos imprudente). Lo cierto es que, recia y valerosa hasta el final, en ningún momento mi vieja Lumix FZ-18 llegó a perder la consciencia, por lo que tardé un tiempo en percatarme de que algo no iba bien: tras reanudar la marcha yo seguía apretando el obturador como si tal cosa, como si fuera posible aún arrebatarle al espacio sus segmentos y desentrañar la ilusión de la velocidad. Pero ahora el río y el camino fluían libremente desde el objetivo a la pantalla en un continuo incontenible: la cámara convertida ella misma en cauce, atravesada por toda la abigarrada multitud de minúsculos detalles que componen una tarde, pero incapaz de retener nada, de pronunciar una palabra, de responder a las preguntas que le formulaban mis dedos nerviosos. Ignoro, ignoraré siempre, si para una cámara de fotos esta mudez sobrevenida supone una tortura o un alivio. Ya en casa le retiré la batería y, con el temblor del ladrón de cuerpos primerizo, extraje la tarjeta de memoria de su interior. Allí estaban intactas sus últimas palabras, y tal cual las pronunció, así las transcribo yo y las suscribo: un río, un camino y los rasgos entrevistos de aquel que habrá de cerrarte lentamente los párpados.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

viernes, 6 de septiembre de 2013

Arena de silencio


 (Haz clic en una imagen para verlas a mayor tamaño)



                                                                                    Playa del Silencio, Asturias

           Desde el momento en que a la playa del Gavieru empezó a llamársele playa del Silencio, fueron arribando a ella ordenadas y no siempre calladas multitudes. Acuden al reclamo de su nombre pero también al de su espejo engastado en los cantiles vertiginosos: persiguen una promesa que el municipio ha sabido proveer con barandillas de aluminio.
          Alcanzar la playa del Silencio es caer sobre la palma de una mano que se ahueca para contener un sorbo de mar escurridizo y en ese ahondarse acentúa sus pliegues, líneas del tiempo y de la vida que el visitante recorre confiado en que la mano no se cerrará del todo, todavía. Pero nada más pisar la playa, el paseante recibe el desmentido de su nombre: no hay arena en la playa del Silencio sino cantos y gravas que convierten cada paso en una delación. No hay arena en la playa ni silencio en el Silencio, aunque allí todo el mar está grabado en la roca que se extiende en oleadas, mientras resuenan los borborigmos del océano en su lenta digestión de la piedra triturada. Y hay un momento en que el visitante presiente que no existe ni ha existido jamás un silencio puro, inaugural, que el silencio es un residuo del estruendo, todo lo más un intermedio.      

        A lo largo de la jornada las pequeñas multitudes de la playa del Silencio se sustituyen en relevos continuos y se traspasan el testigo multicolor de las sombrillas. Hasta que finalmente se extinguen llevándose escaleras arriba junto con su ruido -quién se lo habría figurado- todo el silencio de la playa, que ahora empieza a llenarse con las claras voces de la noche.

Archivo del blog