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Las verdaderas amantes de la playa se reconocen en los días nublados: solo ellas pueden prescindir del abrazo del mar, del beso del sol y permanecer entregadas al espacio limpio, a las líneas puras, a la platónica abstracción del amor verdadero. Conquistadoras sin imperio, solo ellas saben apreciar esa música callada que a plena luz del día toca la luna en el acordeón de las mareas.