viernes, 26 de septiembre de 2014

La niebla rosada

                                                                                                           Étang des Launes - La Camarga, Francia


       Y seguro que también conoces esa curiosa cualidad de la niebla, capaz de decantar el ruido, separar los sonidos y amplificarlos sin mezcla: la nitidez de un aleteo, de una zambullida…el latido de un corazón que puede ser el tuyo, pero no tu respiración, contenida, como lo estuvo el aliento de las lagunas que solo ahora, producto de las horas fermentadas, se alza para darle lienzo a la caligrafía del flamenco. Quisieras apagar la cámara, lo piensas, sí, para poder sentarte en la orilla y adoptar esa pulcra actitud oriental que se avenga con el resto de la composición. Pero no puedes dejar de disparar, una y otra vez, porque esa es precisamente la condena que te ha traído hasta aquí. Asique sigues reuniendo pruebas, tomándolas con pinzas de entre el limo, por si acaso todo esto fuera un prodigio y no la consecuencia natural de la marisma. Y esperas la picadura del mosquito, el pellizco que no llega, como quien espera el indulto que te saque de este estanque y te devuelva a la prosa confusa de las calles. También la belleza es una cárcel.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Aproximación a La Camarga

                                                                                                                                                                                   La Camarga - Francia

       Supongo que a ti también te habrá ocurrido alguna vez. Hay ciertos lugares que parecen llamarte al pronunciarlos. Por ejemplo, La Camarga: repite y escucha sus sílabas, ¿no crees que en ellas se encripta tu nombre? La Camarga. Puede ser que entonces proyectes un viaje atestado de destinos o que aceptes participar en un tour agotador o que dirijas tus pasos a una ciudad no tan alejada de allí como para no poder pasar al menos unas pocas horas en La Camarga. Te embarcas así en esa aventura que no es la del descubrimiento sino la de afrontar el mayor de todos los riesgos, el de la decepción. Has leído que La Camarga está poblada de seres mitológicos: toros, flamencos, caballos, gitanos, cúspides de sal… Por eso te adentras en La Camarga rodeándola y con los motores apagados, un domingo a la caída de la tarde cuando la multitud sale de allí y la deja exhausta, a tu merced. El rostro del verano va adquiriendo a esas alturas una cierta lividez, una dulce atmósfera de rayos X que deja ver el interior de los paisajes. En tales circunstancias no es necesario ni conveniente abandonar el coche, basta con bajar la ventanilla y permanecer ajeno para escuchar las blancas sílabas que construyen tu nombre.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

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