viernes, 28 de noviembre de 2014

viernes, 21 de noviembre de 2014

Prohibido caminar

                                                                                                                                                Gíjón, Asturias


Prohibido caminar. Fue duro al principio, abandonar de pronto tantos millones de años de costumbre. Aunque también es cierto que ya entonces muchos habían superado por completo la necesidad de desplazarse. En cualquier caso las alternativas no se hicieron esperar y enseguida aparecieron artilugios de toda clase, desde ingeniosos juegos de sogas y poleas para el interior de las viviendas hasta las infinitas cintas transportadoras que envolvían como enredaderas la ciudad. De algún modo tenían razón las autoridades: sin los pies en el suelo insospechadas dimensiones del espacio se abrían a nuestra imaginación. Después, siguiendo una cadena lógica impecable, fueron llegando todas las otras prohibiciones, y aunque sé bien que no debería estar escribiendo esto y que te comprometo seriamente al dártelo a leer, quiero que comprendas que del mismo modo que existe una memoria tozuda de los pies, también a veces pienso sin querer y disfruto volviendo a ser culpable de mis actos.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Ajustando la dosis



Fotografiar es el arte de dosificar la realidad.

Y dosificar es atribuir sentido, otorgar valor.

Pero en una época como la actual en la que la fotografía se entrega a la vertiginosa tarea de duplicar el mundo, la habilidad para ajustar la dosis no solo es premisa del arte sino además una verdadera necesidad terapéutica.


viernes, 7 de noviembre de 2014

Área reservada

                                                                                                                                                                                         Aviñón, Francia

Vienen hasta aquí desde barrios separados, desde edades distantes, ocupan su lugar en torno y se juran equilibrio. Son acólitos anónimos de la cofradía del silencio que vienen a callarse sus pequeñas adicciones como esta de ausentarse a esta hora de nadie en medio de la tarde, mientras llega esa otra hora tan parecida y tan distinta de subirse al autobús, de volver a clase o de buscar otro banco en otra plaza. Son aristas de un diamante en el que han cristalizado los azares forzados, las cobardes rebeldías de todos los siglos necesarios para poder estar juntos, frente a frente, sin que haya afrenta ni amenaza, sin tener que ladrar para espantar el miedo, sin ni siquiera tener que llevar un perro que ladre por ti, que porte tu animalidad, qué triunfo de la urbanidad. Pero la soledad no existe ni el instante, todo es un truco porque al fin y al cabo en algo tenemos que creer para ser alguien. 


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