martes, 20 de octubre de 2015

Atajo al paraíso




      Seiscientos escalones separan al visitante de la cima donde se alza la Iglesia del Bom Jesus de Braga, un ascenso que promete la virtud a cambio del sacrificio y que tal vez por eso cada día al caer la tarde se llena de ascetas con mallas y zapatillas deportivas. Por suerte un viejo funicular por contrapeso de agua se ofrece como alternativa a la famosa escalinata: cada media hora la gravedad obra el milagro y el peso del vagón que baja es el mismo que sirve para hacer que se eleve su contrario. La Ilustración y el progreso técnico, la fe de la burguesía del siglo XIX, se dan cita en este elevador que hoy tiene el aspecto de una atracción de feria. Sentados en los banquitos de madera aguardamos a los orondos comerciantes y a sus esposas con sombrilla y organdí: se cruzan aquí los tiempos como vías y el ánimo viajero nos predispone a creer que podríamos tomar cualquiera de ellas con igual facilidad. 


      Cuando llegamos a lo alto no podemos evitar sentirnos un poco traviesos y algo culpables al ver por debajo de nosotros como se despliega la escalinata burlada. Para purgar nuestro pecado recorremos palmo a palmo la colina y comprobamos que la invade una especie de sueño perenne de domingo por la tarde: la iglesia vacía, una terraza con risas ahogadas, tintineos de copas y un parque dispuesto cual remedo literario de la selva. 

     Un fotógrafo ambulante pone a punto su cámara de cajón y apela a la nostalgia futura como último argumento, resignado ya a ser él mismo el personaje más fotografiado de la obra. En el fondo de un estanque encontramos una lancha hundida como una dama antigua a la que va pudriendo más que la humedad, la melancolía. 

        Según va cayendo el sol comenzamos a sentir un vago temor a quedar atrapados en este pasado con voluntad de paraíso. Esta vez descendemos por nuestro propio pie la escalinata y a medida que lo hacemos, con la misma precisión del funicular, ascienden las sombras que van llenando el edén sin aparente gasto de energía. 

       Poco después nos adentramos de nuevo en la ciudad, iluminada por los faros de aquellos que a esta hora vuelven a su hogar tras un día más de sacrificios sin ascensos.

14 comentarios:

  1. Me ha gustado tu relato, pero eso de subir tanta escalera...

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  2. Pero qué buena foto. ¿Cómo se hace ésto? Qué maravilla.

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    1. Pues se hace acercándose mucho al cristal para jugar un poco con los reflejos. Hablando de reflejos: hay uno que me pasó desapercibido hasta poco antes de publicar la foto: el de mi propio reloj en el angulo inferior derecho de la foto. La inesperada guinda del pastel.

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    2. Gracias por la respuesta, Xuan. Es una foto mágica.

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  3. Me alegra volver a ver tus trabajos Xuan y que esté de nuevo en la "brecha"
    Un fuerte abrazo

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  4. Xuan, por un tiempo perdimos el contacto y recuperarlo de nuevo es para mi una alegría y un honor contar contigo como "viejo" amigo. La foto primera que descubro después del vacío temporal me eleva a lo más alto, a un palmo de ese paraíso al que tu ascendiste para traerte este pedazo de cielo que nos muestras. Gracias por bajar de él y por estar de nuevo entre nosotros. Volveremos a gozar con tus textos y tus fotos,. Un abrazo y bienvenido

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  5. por un momento estuve en el funicular... lindo viaje! estuve sólo 3 días en Portugal, pero todo el tiempo sentí un aire de antaño.

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  6. Magnífico texto, Xuan, tan bueno como la fotografía. Me temo que al Paraíso no hay atajos... sí al Infierno, pero eso es otra cosa.

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  7. Excelente trabajo amigo y muy buenas esas explicaciones, saludos.

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  8. Qué foto espectacular! Si no sabemos como has hecho, es un misterio!
    Me llama la atención el amor que emite la madre (supongo que es la madre) para su hijo.
    un abrazo

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  9. Gran dinamismo con un uso de los reflejos que le va bastante bien

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  10. Viajar en el tiempo y el espacio, siempre es bueno,subirse ahi es como abrir la puerta al pasado, o eso me parece a mi, viajar, siempre viajar.

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  11. Una foto fantástica!! Increíble el juego de reflejos!!

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