miércoles, 26 de octubre de 2016

Una sombrilla



    Una sombrilla, una silla plegable y una bolsa de tela de colores. En el interior de la bolsa una toalla, un libro, un teléfono móvil (silenciado), un monedero con calderilla más un billete de diez euros, una manzana, unas llaves y un pañuelo. Lo esencial reducido a unos cuantos complementos.  Sin duda ha de haber una poética oculta en todo esto. 

    Mientras me lo pregunto te levantas y te vas, haciéndote orilla con la playa, a recoger espumas tal vez, tú que siempre estás recolectando. Pronto se alarga la playa tras de ti y ya apenas te distingo de los otros espejismos El miedo se viste de duda: ¿encontrarás el camino de regreso? 

    Recuerda: la sombrilla es mi baliza. Si es necesario subiré a la silla y con el pañuelo te haré enérgicas señales. Con la toalla secaré tus pies ateridos. Tendrás hambre: compartiremos, como entonces, la manzana. Y lo demás será pasto del mar y sus mareas.


jueves, 20 de octubre de 2016

Entretiempo



    La primera lluvia del otoño siempre te pilla desprevenido: mientras ella cae con la experiencia acumulada de los siglos, tú, torpe primerizo, pugnas por abrir el mecanismo del paraguas. Y eso que en el norte el paraguas siempre va contigo, aunque solo sea como hipótesis más o menos plausible. 

   Pero es ahora que las estaciones se cruzan dentro del armario ropero cuando recuperamos de pronto la consciencia: solo en el entretiempo es posible ver al tiempo deslizarse, ocupar por capilaridad las costuras de las aceras y dibujarse en los techos otra vez los mapas que agosto no terminó de borrar completamente. 

   Porque lo cierto es que, muerto el verano, el tiempo lo va ocupando todo y tú tienes a la vez que ocupar el tiempo si no quieres acabar empapado hasta los huesos. Inventamos entonces actividades y proyectos, nos inscribimos en todos los gimnasios, en todos los cursos, en todos los clubs y ponemos calderos en todas las habitaciones donde creemos que puede haber goteras. Achicamos las horas y ese esfuerzo nos mantiene a flote, hasta el día en que el tiempo escampe y se disipe. 

   Más por compasión que por tu propia habilidad cede el paraguas finalmente y bajo su protección atraviesas ese tiempo sin paisaje que arrasa la lluvia como un pequeño anticipo del diluvio.


miércoles, 12 de octubre de 2016

En reposo


    
    Como el viajero incansable que al cabo de los años se aposenta en el sillón más mullido de la casa, no deja de ser triste y hermoso a la vez el destino de ese baúl que ha terminado reconvertido en mesa. Si te fijas bien verás que todo lo que reposa sobre él adquiere un tinte intemporal, como si en lugar de objetos reales fuera su recuerdo idealizado, y un tanto falso, el que se impone sobre la materia: souvenirs del día a día, esa época que nadie conoce nunca con exactitud. 

   Mientras, a salvo de la luz reposan en su interior las cartas de ultramar y las escrituras de la tierra: palabras contra el viento certifican nuestros anhelos y nuestras conquistas, nuestros bienes raíces, esos que se hunden en el limo oscuro que nos precede y nos aguarda. 

   Como el viajero retirado, el baúl sueña el aroma dulce de los plátanos que toma cuerpo un instante antes de disolverse lentamente en la penumbra. 

martes, 4 de octubre de 2016

El bosque de Sísifo


    
    Sobre el hombro izquierdo llevo hacha y azadón. En la otra mano la hoz y unas tijeras. Como cada mañana me dispongo a destruir el trabajo de la noche. Escalón tras escalón corto ramas, brotes, raíces, extirpo sin piedad todo rastro de vida para defender la mía. Esta tarea me ocupa toda la jornada. No imagináis la energía de estos bosques. Apenas tengo tiempo para otra cosa y en ocasiones, exhausto, he de abandonar la poda antes de alcanzar los últimos peldaños, que van quedando ocultos entre la maleza. Poco a poco se va reduciendo así la longitud de la escalera pero también, debilitado como estoy, mi capacidad para llegar a su final, de modo que nunca termino mi labor y nunca tengo un momento de descanso. 

     Últimamente observo que los días son más cortos y me resigno a desbrozar apenas unos cuantos metros. No me preocupo sin embargo, porque esto es señal de que pronto llegará el invierno con su pausa gris y su sosiego. Entonces podremos perder cuidado y dormir el día entero. Si todo transcurre como espero, la próxima primavera, con las fuerzas renovadas, recuperaré el terreno perdido y tal vez pueda salir al fin de este bosque infinito.

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