viernes, 22 de abril de 2016

Fotofagia



    Entre fotógrafo y fotófago hay apenas un paso, una mínima alteración genética, la evolución natural en ese eterno proceso de adaptación al medio. El fotófago busca la luz, la olfatea casi, sigue infatigablemente su rastro hasta dar con ese núcleo brillante que se manifiesta en el aire antes que en la superficie de las cosas. Entonces empieza a alimentarse, al principio con cierto atropello para después, cuando logra saciar su apetito más urgente, degustar cada hebra, mientras se produce la lenta transformación en los azúcares que le son necesarios para su supervivencia. No es raro que algunos fotófagos se sientan a gusto entre las plantas.


viernes, 15 de abril de 2016

Barrio de Belsunce



    En el barrio de Belsunce las sillas de las terrazas miran a la calle y las paredes de los bares y las tiendas están vueltas del revés. Marsella misma es una enorme caja volcada de objetos venidos de todas partes, un zoco de objetos expuestos que buscan su lugar en un trasiego de mano en mano, de boca en boca, de señas y sobreentendidos. El libre comercio tiene aquí sus propias normas. Las leyes y los tratados internacionales prefieren otra clase de paraísos. 

   El visitante entra en ese tráfago de cosas y de seres y al principio se debate entre el aturdimiento y la alerta ante la sospecha de estar siendo observado desde cada esquina. Pero enseguida se da cuenta de que en Marsella todos somos extranjeros. En una tienda de especias un chaval marroquí nos habla en perfecto castellano de su vida pasada en España. Oír nuestra lengua le trae buenos recuerdos, y una gota de nostalgia por lo que no ha de volver. Confiesa que Marsella es para él solo un sitio de paso, un puerto más desde el que partir. 

   En el barrio de Belsunce las sillas de las terrazas miran a la calle y todo lugar es un afuera y todo parece estar un poco fuera de lugar. Un café o una copa de pastís ayudan a poner cierto orden en los recuerdos y en los sueños, aunque sea ese orden efímero y perecedero de los zocos. 


sábado, 9 de abril de 2016

Cuestión de cintura



    Es hora de dormir. Me tumbo de lado y encojo las piernas, me acurruco. Sinuoso en la forma y en el fondo convoco al sueño y mientras llega me voy haciendo cauce en el lecho. Transcurro, pero menos cada vez hasta que caigo en una demora sin remedio. En lugar de avanzar me profundizo. De esta manera esquivo al tiempo, al tiempo esquivo: le rompo la cintura. Ahora caben en mi todas las eras. No me despiertes. Ven, acércate un poco más y duerme conmigo.


viernes, 1 de abril de 2016

La señal




   Justo allí, en lo alto del cerro, donde de las murallas y el castillo solo quedan el aire frío y seco, los visitantes trazan una y otra vez el camino de ronda, una vez y otra, vigilando sin saber qué, esperando una señal, un signo que desvele la amenaza, una orden que obedecer como torpes reclutas de una guerra perdida de antemano. Somos el inútil refuerzo de los fantasmas, su única esperanza y su condena. Como ellos vagamos, sin comprender, entre la belleza de las ruinas. Caen las luces de la tarde. Es el cambio de guardia.



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