martes, 10 de abril de 2018

Todo el silencio



   Mientras camina por esa penumbra de cuarto oscuro que envuelve el amanecer de la ciudad, al fotógrafo se le va revelando la verdad de su búsqueda y cae en la cuenta de que para él la fotografía es ya el único reducto de silencio: la fotografía nace del silencio y en el silencio persiste como en una solución pura y transparente. 

   Descubre que la ciudad y sus habitantes librados al silencio de las fotografías quedan en suspensión igual que partículas detenidas en una atmósfera sin gravedad, sin tiempo. 

   Comprende que el ruido es una de las formas en las que el tiempo se materializa y que, aunque no es posible detener el tiempo, sí lo es insonorizar algunas habitaciones. 

   Observa que en el silencio cada elemento encuentra su sitio: entre la piel del guante y la piel de la mano está el silencio. Como una fina película adhesiva. Una película muda de un solo e infinito fotograma. 

  Comprueba que todas las fotografías juntas, todos los silencios amontonados, forman un ruido ensordecedor: el ruido total equivale a la suma de todos los silencios. Pero tomadas de una en una, cada fotografía encierra el silencio entero. 

  Aprende, en fin, que las fotografías son contenedores de silencio que esperan dentro de las cámaras, acorazadas y a temperatura constante, a ser transportados hasta nosotros. Solo entonces los contenedores son abiertos y el silencio se va arrellanando en nuestro interior, colmando poco a poco el laberinto.



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