viernes, 20 de septiembre de 2019

Familia real




   Ya está bien. A ver si les prestas un poquito de atención, que son tus hijas. Bastaría una pequeña parte del tiempo que malgastas con clientas, amigas, vecinas, conocidas, turistas y cualquiera que pase por la calle. Llevarlas al parque o la playa alguna vez, como hacen todos los padres. Tampoco es pedir tanto. Ellas son calladas y obedientes, no se merecen el trato que les das. ¿Recuerdas? Querías una esposa siempre joven y unas hijas que no crecieran nunca, tan inocentes, tan graciosas, y nos hemos aplicado a la tarea como jamás hubieras podido imaginar. Pero al parecer te has cansado de nosotras: a ellas las acusas de inmaduras y a mí de previsible, como si no fuéramos espejo de ti y de tus caprichos. Te crees mejor, más importante, por tener dinero, papeles y una sonrisa con la que engatusar a las mujeres. Pero no te engañes, todo eso no es más verdad que esta fotografía y en su interior nosotras y tú somos lo mismo.



viernes, 13 de septiembre de 2019

Deslocalización de la memoria



   Hoy dictan sus últimas palabras las chimeneas de mi infancia. Expertos operarios cierran en estos momentos los ojos a los hornos. Con las alas cortadas los dragones agonizan. En vano espero ver retorcerse una vez más las bocanadas de vapor nublando el cielo.

 Son las mismas altas torres que mi padre señalaba –yo aún caminaba de su mano- mientras nombraba uno por uno los talleres: baterías, hornos altos, convertidor, sínter, laminación..., el mítico escenario donde Hefesto y sus Dáctilos templaban la chapa de los Seat. Todo, el aliento acre que nos hacía llorar, las ávidas cenizas que nos daban de comer, también eso se detiene para siempre. Los recuerdos se convierten en vestigios. Y yo debo alegrarme porque han vuelto las nutrias a la ría. 

  Discutiremos largamente si hemos de proteger ese patrimonio del olvido para que grupos de escolares vengan en el futuro a visitar esbeltos jardines de hojalata.  Pero yo sé que en otro lugar estas mismas chimeneas seguirán borrando el cielo, que el veneno siempre encuentra quien lo apure y que mi antiguo paisaje encuentra ya otros niños en los que anidar. Son ellos, niños de piel oscura o amarilla, los que guardarán a partir de ahora mis recuerdos.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Es el mercado



   En torno al Mercado Central reina un ambiente de campo de batalla, dicho esto por quien nunca ha estado en un campo de batalla. Los que no tienen la fortuna de ser titulares de un puesto de venta extienden precariamente sus productos en menos de un metro cuadrado, dicho esto por quien siempre ha dispuesto de acogedores locales para exponer sus obras. Aunque en sus rostros, en sus figuras y en sus ropas están presentes los estragos de los malos tiempos, todavía conservan un ademán elegante, una poderosa dignidad en su pobreza, dicho esto desde la seguridad que proporciona un sueldo fijo. Una ristra de ajos, una docena de huevos, el reluciente amarillo de un kilo de limones, adquieren entonces el protagonismo de piezas únicas, insustituibles, cuyo verdadero precio no podríamos pagar ni con una vida entera de trabajo, dicho esto por quien nunca ha tenido que mancharse las manos de tierra. Toda esta acumulación de colores, olores y bondades voceadas provocan una ilusión de abundancia que en realidad está hecha de una multitud de porfiadas escaseces, dicho esto por quien no ha de volver ni volverá al día siguiente.


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