
Desde el pasado lunes tengo unas fotos aparcelando las paredes de un café de Gijón. Confieso que cada vez que me acerco al lugar en cuestión siento un pequeño cosquilleo en esa parte del estómago donde confluyen las terminaciones nerviosas de la incertidumbre. Y es que la gente no lo sabe, pero cada marco contiene en realidad un cultivo que he querido exponer a toda clase de elementos externos. En esos cultivos crecen las malas hierbas de mi ego, pero junto a ellas lo hacen también otras plantas que pueden servir de alimento a las miradas curiosas, a las miradas casuales, a las benévolas y a las indiferentes. Cuando entro en la cafetería la incertidumbre se calma desde el momento en que compruebo que todo está en su sitio. La mente científica requiere antes que nada orden y método. A continuación indago acerca de los efectos que ha podido producir su ingesta en los visitantes: mareos, somnolencia, vértigo, apatía, confusión mental, euforia, estreñimiento… En casos aislados fotosensibilidad y visión borrosa. Pero he de decir que hasta el momento la mayor parte de los efectos adversos han sido leves y reversibles. De todos modos se recomienda evitar una exposición prolongada a la mencionada exposición temporal. Interacciones no se han descrito, pero en ello estamos.
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(Ah, por cierto, podéis seguir llamándome Xuan, por favor)