Todos
sabemos que este año no termina el 31 de diciembre. Pero como los buenos actores cuando se atasca la tramoya o alguien
se olvida del diálogo, miraremos a la platea y tiraremos de
repertorio para que el desfase no se note demasiado. Mantener las apariencias se ha
convertido en una de las últimas formas de la solidaridad. Y la paciencia es la
virtud que ha venido a sustituir a la esperanza. Porque esta vez el nuevo año no
empieza el 1 de enero sino que irá entrando de a poco, como una cuadrilla
infiltrada en las filas enemigas. Las campanadas solo sonarán para despistar. Y
alzar las copas será nuestro santo y seña.