viernes, 11 de marzo de 2016

Seré breve



    Seré breve. Y mira que tengo mucho que contarte. Pero haré un esfuerzo, me ceñiré a lo importante, a lo mínimo de mí que has de saber y nunca te dije porque siempre se nos dispersaban las conversaciones por yo no sé qué cerros. Procuraré no irme por las ramas, solo así podré llegar a la raíz, aunque las raíces, es cierto, también se ramifican y son tan hondas que tendré que remontarme un poco, lo justo, no temas, para que puedas entender por qué hice lo que hice, solo entender, perdonarme no, de qué sirve el perdón ahora que ya nada de lo que pasó tiene remedio. 

    En la papelería de la esquina he comprado unas cuartillas para no extenderme demasiado, para ajustarme al relato de los hechos y no bifurcarme más de lo estrictamente necesario, no vaya a ser que tome una vía secundaria y no me acuerde de volver a lo que de verdad nos concierne a ti y a mí, porque a veces por no querer dejar nada en el tintero se acaba uno dejando lo importante. Aunque bien mirado tal vez lo importante sea lo otro, el detalle más que el argumento, o vete tú a saber si aquello que lo convierte en importante es solo el hecho de haberse quedado sin decir. 

   Permíteme, eso sí, una pequeña introducción, porque antes de llegar al meollo del asunto debo ponerte en antecedentes y hablarte, qué se yo, de la familia de mi madre, por ejemplo, de dónde vinieron sus abuelos y de cómo llegaron aquí desde tan lejos; y de las vecinas aquellas que venían los domingos por la tarde a merendar aceitunas y olían a cerrado, las vecinas, no las aceitunas; y de un amigo que tuve en parvulitos, el primero que hice y que perdí, todo apenas en dos meses; y bueno, sabes que detesto enrollarme, pero si no conoces todas estas cosas con el detalle suficiente, dime, cómo podrás juzgarme, tú que eres tan justa, tan comedida en cada una de tus apreciaciones. Por nada del mundo, bien lo sabes, quisiera resultar pesado ni abusar de tu paciencia. Así que resumiendo: lo dicho, seré breve.


martes, 1 de marzo de 2016

Calle de la Utopía



    Hace casi ocho años, en los primeros tiempos de este calendario, fotografiaba esta misma esquina. La llamé “Esquina futura”, tal vez con el propósito inconfeso de regresar a ella algún día.  Fue la de entonces una mirada cerrada sobre las cerradas persianas de la Utopía, la vieja coctelería. Mirada bífida también porque abría en dos fotografías la doble perspectiva, sombra y luz, que el filo de la Utopía separaba.

    Hoy la Utopía sigue en el mismo sitio pero la mirada ha cambiado notablemente. Un punto de vista más retrasado permite recoger el conjunto de la calle, dando protagonismo a otros elementos: la esquina es ahora un detalle secundario y solo tras una observación atenta descubrimos el utópico cartel. Por cierto que las persianas son nuevas, lo que hace pensar que el local goza de buena salud, asentado en el ocio nocturno con sus cócteles utópicos, no tanto por su perfección como por lo mucho que se hacen esperar.

   Más detalles: la calle ha sido adoquinada, una declaración de buenas intenciones pues los vehículos siguen circulando por ella como siempre. La flanquean árboles portátiles, plantados en macetas de acero corten, árboles precarios y listos para el desalojo, ejemplo de esta especie de urbanismo deslocalizado. Después de tomar la foto, me invade la intuición de que de algún modo una utopía se está cumpliendo en este mismo instante, y el desasosiego de no saber qué clase de utopía ni de quién.

   Solo el mar sigue como entonces, al fondo contra el muro, batiendo un poco más arriba y más fuerte cada año.

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