miércoles, 27 de febrero de 2019

El intruso



   Cuando el dragón despertó, yo todavía estaba allí. Un ligero temblor de sus alas bastó para que la bruma de su aliento condensado a lo largo de la noche comenzara a disiparse. Aterrado contuve la respiración queriendo pasar inadvertido. Nunca una esperanza fue tan breve ni tan vana. Parpadeó una vez y otra más, como si quisiera cerciorarse de que mi triste figura no era un subproducto de alguno de sus sueños. Mientras giraba hacia mí el engranaje de su cuello, comenzaron a ensanchársele las aletas de la nariz y exhaló un suspiro largo y profundo como el exceso de vapor de una locomotora cansada. No tuve tiempo de determinar si era aquel un bufido de ira, de hastío, de lamento o de anticipado placer. Pero sí puedo decir que antes de ser desintegrado alcancé a reconocer, bajo toda su parafernalia, al viejo y maldito dinosaurio.

jueves, 21 de febrero de 2019

Muestrario




   El simio apenas conserva media docena de recuerdos de su infancia, cortometrajes brevísimos que prestan un corpus mental a lo que son poco más que impresiones de lo dulce, lo verde, un arrullo, una punzada, el vértigo. Cuando despierta de sus ensoñaciones, desde su jaula de cristal escruta el hábitat que se despliega ante él. Para ello dispone de un completo muestrario de afilados instintos. Después, en la noche profunda abandona su jaula y comete crímenes horrendos que solo la imaginación de los detectives del siglo XIX sería capaz de resolver. Antes del amanecer regresa a su jaula de la rue Morgue y continúa cumpliendo pacíficamente su condena. Es un simio inteligente que ha aprendido las reglas.


jueves, 14 de febrero de 2019

Casa con patio



   Pero no te quedes ahí de pie como un pasmarote, pasa y siéntate, Valentín, que aquí al sol se está tan ricamente, así, mano sobre mano, sin más tarea que dejar que el sol te devuelva el sentido a los pies y a las rodillas. Anda, Valentín, ven a hacerme compañía, que ya no tienes animales ni hacienda que atender y la huerta no da más que zarzas y rosas blancas. Ven y cuéntame cómo nos conocimos y qué le dijiste a mi padre y qué te dijo él, y cómo después, bajo la higuera del pozo, la de las brevas más dulces, me prometiste el oro y el moro, y una casita con patio. Ven y repítemelo, que quiero oírlo de tu voz porque voy a darte contestación, Valentín, que ahora sí, me lo he pensado bien y quiero pasar contigo el resto de mis tardes.


miércoles, 6 de febrero de 2019

Durmiente



   Primero le tomé el pulso y comprobé la presión arterial. Después su ritmo cardiaco y los ecos apenas perceptibles que resonaban en sus cavidades más profundas. Finalmente iluminé sus pupilas y me vi temblando en el fondo de sus ojos. Guardé en mi maletín el tensiómetro, el estetoscopio y la linterna. Todo era normal. Comuniqué a sus familiares que no había cambios en su estado. Seguía sumida en un sueño profundo y apacible. Me despedí hasta mi próxima visita y empecé a contar los días que faltaban como un niño. Ella estaba cada vez más hermosa y se diría que solo en apariencia dormía, que solo en apariencia respiraba. Impartí las instrucciones necesarias para preservar su descanso de inoportunos visitantes. Yo era el médico paciente y amable que mantenía viva la esperanza de que no despertara jamás.


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