Sin otra referencia que el frío que cubre la mañana como una lona bien ajustada, se ha dejado llevar por las pistas ganaderas que recorren los pastizales de la sierra. Sin más señal que la voz cascada de los cuervos y el perfil uniforme de los montes que parecen haber tocado techo, abandona el viejo land rover y echa a andar sobre la hondura que la nieve tejió. Y sin otro indicador que el aire envuelto en una luz huérfana, vestigio de un sol venido a menos, termina por encontrarse con él, frente a frente, como en un western de serie b, y no sabe si ese tipo allí plantado es el último de un ejército en retirada o la avanzadilla de otro que ya viene tomando posiciones, si su desafío es fruto de la confianza o de la desesperación.
Recuerda entonces y comprende aquel juego de la infancia: el primero que se mueva pierde, el primero en cerrar los ojos paga. Así que contiene la respiración, conjura el frío, presiente los síntomas irreprimibles del estornudo.
Recuerda entonces y comprende aquel juego de la infancia: el primero que se mueva pierde, el primero en cerrar los ojos paga. Así que contiene la respiración, conjura el frío, presiente los síntomas irreprimibles del estornudo.