lunes, 28 de diciembre de 2015

Punto de fusión



     En estas fechas en las que el tiempo se comprime, el pasado te alcanza a poco que te descuides en la cola de una tienda o en un paso de cebra con semáforo. Si vuelves la cabeza todo empieza a parecerse demasiado a un cuadro de época. Incluso la tele se vuelve cruel y practica con nosotros un experimento de nostalgias para el que no estamos preparados. Inquieta comprobar cómo los lugares y acontecimientos que hasta ayer sostuvieron nuestros días se van disolviendo en nombres y números, apenas ya el santo y seña que deberemos pronunciar si queremos seguir formando parte de la fiesta. 

    Sin embargo, porque sabes que todas las calles terminan por ser la misma y que no hay años sino ritmo, porque lo sabes, tal vez convenga que tú y yo neguemos la certeza: así que aunque este año nuevo es el de siempre, ponte otra vez ese gastado vestido de pasadas Nocheviejas, que yo buscaré esa corbata que no pega, y vayamos a celebrar, sin movernos del abrazo, toda esta clara confusión, toda esta hermosa incertidumbre que tiene la supervivencia. Y olvidemos por una maldita vez la sensación de estar jugando siempre el tiempo de descuento.


¡Que el 2016 os sea propicio, compañeros!

viernes, 18 de diciembre de 2015

Debate a cuatro



-Bueno, y vosotras ¿cómo lo veis?

-Cómo vemos el qué.

-Pues qué va a ser, hija, la tarde, cómo veis la tarde, que yo vengo sin paraguas.

-Uy, nada, no hay de qué preocuparse ¡si ya está despejando por aquella esquina! Hacedme caso que yo entiendo mucho de esto, no os mováis de aquí y en menos de media hora ya nos estamos achicharrando al sol, os lo digo yo.

-Ya, ya, mira la lista esta, ayer dijiste lo mismo y llegamos a casa hechas una sopa. Yo por si acaso compré un paraguas nuevo en los chinos, mirad qué cosa más guapa…

-Ja, eso no te aguanta ni media ráfaga.

-Ya lo sé, si voy a mojarme igual, pero no me digáis que no es precioso, por dios ¡mira qué estampado y qué colores!

-Pues qué quieres que te diga, me gustaba más el que tenías antes. Mírame a mí, llevo el de siempre, me salvó de muchos chaparrones y cuando lo llevo abierto por la calle todos me reconocen enseguida, tiene mucha historia este paraguas, si yo os contara…

-Calla, calla, no empieces. Por dios, mujer, ¡pero si tiene más agujeros que un colador!

-Si, ya, pero es el mío, y la que con gusto se moja…

-Oye hija, y tú qué, fuiste la primera en preguntar y ahora no dices ni mu.

-Estoy pensando que si en lugar de estar hablando aquí cada una de lo nuestro, estuviéramos soplando todas a la vez, como poco ya tendríamos limpia la mitad del cielo.

-Anda ésta, ya habló la soñadora. Mucho habría que soplar aquí. No sabes lo que dices.

-Tendréis razón, como siempre, pero mira, yo voy a soplar igual y si no soy capaz de echar las nubes fuera por lo menos ejercito los pulmones, que lo único que sabemos hacer es hablar y estar sentadas, y mira cómo nos estamos poniendo...

-Pues también es verdad. Sopla, sopla, que parece que ya están cayendo gotas…

jueves, 10 de diciembre de 2015

Los extremos se tocan




Y allí donde se tocan, trocan y sin quererlo alcanzan un principio de equidistancia.



lunes, 30 de noviembre de 2015

El recodo



     En general no me gusta el pictorialismo en fotografía. Creo que la fotografía debe ocupar un espacio propio sin necesidad de recurrir a prestigios prestados. Reconozco sin embargo que a veces cuesta decir que no, la tentación es fuerte, y tampoco hay por qué caer en la tentación contraria, la de negarse a caer en aquella. Pero nada de eso ocurre en esta foto: era la escena real la que copiaba a su representación pictórica. Era la luz la que pintaba en mi retina.


martes, 24 de noviembre de 2015

El muro



     No se requiere una gran infraestructura. Su altura guardará proporción con la distancia que os separe: si permaneces siempre cerca, tres o cuatro metros serán más que suficientes. Su mantenimiento es simple: una mano de pintura cada cierto tiempo limpia y desinfecta. No olvides, eso sí, tapar las grietas que de tarde en tarde puedan provocar las explosiones. Y rasca el óxido antes de que penetre la superficie, y cuida que los hongos no se ramifiquen. Cuando lleguen las borrascas te resguardará de la lluvia racheada y si el sol aprieta proporcionará una sombra uniforme y pulcra. Señalará la frontera de lo que no te importa, de lo que no te afecta.

Ah, por cierto, procura ahuyentar a los perros, tan proclives a perderle el respeto a las paredes. Contra los grafiteros fija unas cámaras en los puntos apropiados. Y busca un servicio de vigilancia profesional, hazme caso, vale lo que cuesta. Y ya puestos no escatimes en lo importante: contrata un buen seguro, ya sabes, siempre es mejor que si algo pasa la responsabilidad la asuman otros.

Escucha: un día alguien llegará y te dirá que lo derribes, que el mundo está del otro lado: oídos sordos, no son más que vendedores de humo. Y además, aficionados. Tú tienes tu muro y nos tienes a nosotros: ante cualquier problema no dudes en consultarnos, solo en horario de oficina. Tenemos larga experiencia y un próspero futuro por delante.

lunes, 16 de noviembre de 2015

La llegada del frío




     Y llegó el frío como una visita inesperada. Pero todos sabíamos que el frío llegaría y nuestra sorpresa no logró ser del todo convincente. Porque era el frío que se había venido gestando a lo largo de este otoño confiado, el mismo frío al que nadie atendió cuando la madrugada nos alcanzó en las noches infinitas del verano. Fíjate bien, este frío estaba ya en el corazón de la semilla que fecundó la primavera, pero éramos muy jóvenes entonces. Es un frío que viene de lejos, de montañas de las que apenas sabemos nada, no por lejanas sino porque aún no pasan por allí las autovías. Es el mismo frío del metal con el que se forjan las cámaras acorazadas y las alambradas. Es nuestro propio frío. Contra ese frío nos cubrimos las espaldas, regresamos a casa, cerramos las ventanas y apretamos los botones adecuados. También hay una industria del frío, siempre floreciente. Lo produce y lo combate con idéntica energía, que ni se crea ni se destruye, solo cambia de bando. Vuelve el frío, sí, y ya empezamos a olvidarlo.


lunes, 9 de noviembre de 2015

Patchwork



     Otoño previsible que nos seduce cada año con su versión edulcorada de la muerte, con su crujir de hojas como huesos y su acordada belleza hecha de retales con la que desmentimos la versión edulcorada de la vida que nos vendió, recuerdas, la dichosa primavera.


sábado, 31 de octubre de 2015

País interior



      En este país interior que es el barrio antiguo de Setúbal todo se ve enseguida y nada se acaba de ver completamente. Rodeado de avenidas que lo unen y lo aíslan, ha ido conformando un ecosistema propio, con sus horarios y ritmos, su arquitectura, sus olores y sonidos por discernir, un desorden perfecto regido por reglas que el visitante desconoce todavía y que se afana por descubrir, sin darse cuenta de que tal vez es esa ignorancia alerta la condición indispensable de lo prodigioso.

lunes, 26 de octubre de 2015

Tránsitos




      A la luz del mediodía una torre entera de mármol alza en lo alto de la colina su afirmación irrevocable, tratando de recordar sin éxito el resto de la frase. 


Mientras, en el interior de sus estancias manos frías custodian la sombra, el único tesoro que no pudo ser arrebatado. 

Y en los tránsitos fluctúa una energía residual que en ocasiones adopta una forma intemporal de la belleza.


martes, 20 de octubre de 2015

Atajo al paraíso




      Seiscientos escalones separan al visitante de la cima donde se alza la Iglesia del Bom Jesus de Braga, un ascenso que promete la virtud a cambio del sacrificio y que tal vez por eso cada día al caer la tarde se llena de ascetas con mallas y zapatillas deportivas. Por suerte un viejo funicular por contrapeso de agua se ofrece como alternativa a la famosa escalinata: cada media hora la gravedad obra el milagro y el peso del vagón que baja es el mismo que sirve para hacer que se eleve su contrario. La Ilustración y el progreso técnico, la fe de la burguesía del siglo XIX, se dan cita en este elevador que hoy tiene el aspecto de una atracción de feria. Sentados en los banquitos de madera aguardamos a los orondos comerciantes y a sus esposas con sombrilla y organdí: se cruzan aquí los tiempos como vías y el ánimo viajero nos predispone a creer que podríamos tomar cualquiera de ellas con igual facilidad. 


      Cuando llegamos a lo alto no podemos evitar sentirnos un poco traviesos y algo culpables al ver por debajo de nosotros como se despliega la escalinata burlada. Para purgar nuestro pecado recorremos palmo a palmo la colina y comprobamos que la invade una especie de sueño perenne de domingo por la tarde: la iglesia vacía, una terraza con risas ahogadas, tintineos de copas y un parque dispuesto cual remedo literario de la selva. 

     Un fotógrafo ambulante pone a punto su cámara de cajón y apela a la nostalgia futura como último argumento, resignado ya a ser él mismo el personaje más fotografiado de la obra. En el fondo de un estanque encontramos una lancha hundida como una dama antigua a la que va pudriendo más que la humedad, la melancolía. 

        Según va cayendo el sol comenzamos a sentir un vago temor a quedar atrapados en este pasado con voluntad de paraíso. Esta vez descendemos por nuestro propio pie la escalinata y a medida que lo hacemos, con la misma precisión del funicular, ascienden las sombras que van llenando el edén sin aparente gasto de energía. 

       Poco después nos adentramos de nuevo en la ciudad, iluminada por los faros de aquellos que a esta hora vuelven a su hogar tras un día más de sacrificios sin ascensos.

martes, 13 de octubre de 2015

Se busca



Estoy seguro de que saben más de lo que dicen. Lo noto en su mirada, en sus ademanes evasivos, en su falsa indiferencia, pero sobre todo en su manera de mantener la cola a una altura que no llame la atención. Son los amos de la noche y tienen ganzúas para las que aún no se han hecho cerraduras. Todos cómplices de un crimen perfecto sin culpables y sin víctimas.

jueves, 8 de octubre de 2015

Visita guiada



         Un chaval de no más de catorce años nos conduce a través de las capillas de la Catedral de Braga. Algo nos dice que del precio que acabamos de pagar por la visita nuestro guía no recibirá ni un solo céntimo, pero todo sea a mayor gloria de la Iglesia. Apenas si entendemos alguna que otra frase de la retahíla que nos va recitando con la aplicación de un buen alumno. De todos modos es más elocuente cuando calla y deja a los visitantes con la mirada errática, sin saber que pensar de tan valiosas pinturas, tallas y azulejos, orientando todos nuestros sentidos como antenas que trataran de captar algún eco traducible de lo lejano.

        En la Capilla de los Reyes yace tras una urna de cristal la momia de un arzobispo guerrero que hace setecientos años vivió su particular sueño de eternidad e inopinadamente lo cumplió de esta manera impúdica. Hay un momento en que todo el grupo se reúne en torno a él y en secreto acogemos la idea ingenua del arzobispo incorporándose de pronto con el automatismo propio de una casa del terror. Pero el grupo enseguida se disuelve decepcionado: de una momia siempre se espera un gesto al menos, una señal, algo que justifique su empecinamiento. Una niña, en cambio, permanece absorta a su lado escrutando sin miedo la tez de coco del arzobispo, presa de la curiosidad que siempre engendra el cuerpo, incluido su despojo. Por un instante esa curiosidad nos reúne a los dos y al volver el rostro y compartir nuestra ignorancia, sin quererlo desafiamos a la muerte. Solo un clic, un brindis al vacío.

        Nos cuesta abandonar la sala. A su modo también la momia ejerce de guía a tiempo parcial y proporciona en su mutismo información interesante, tal vez alguna máxima que debamos recordar, por ejemplo: la más alta dignidad solo perdura convertida en el más bajo espectáculo. Finalmente decidimos seguir al muchacho antes que al arzobispo. Hasta que de repente cae sobre nosotros la luz blanca de Braga y con ella la promesa infinita del resto de la tarde.


lunes, 5 de octubre de 2015

Otra foto de lanchas



Aunque pensándolo mejor: en realidad si uno viaja a lugares diferentes es para poder seguir haciendo siempre las mismas fotos.

La misma foto de siempre.

A partir de cierta edad no hay verdadera intención de encontrar algo nuevo: se aspira más bien a recuperar lo perdido, lo que se nos escapó por descuido.


miércoles, 30 de septiembre de 2015

El pais de las oportunidades



        Siempre que viajamos lo hacemos al increíble país de las oportunidades.


La oportunidad de lo diferente, de la novedad, del descubrimiento maravilloso de las rutinas ajenas.

La oportunidad de hallar el tesoro con que alimentar el insaciable apetito de la memoria.

La oportunidad de lo auténtico, aun a sabiendas de que lo auténtico no es más que un arquetipo mil veces repetido y por lo demás falso.

La oportunidad, por qué no, del fracaso pues también el fracaso tiene derecho a una oportunidad.

Siempre la oportunidad, aunque sea con descuentos.

La oportunidad incluso de desaprovechar una oportunidad irrepetible.

La oportunidad del sueño de otra vida, y su renuncia.

La oportunidad de la despedida con su promesa de saudade.

Además de la impagable oportunidad de regresar algún día, para lo cual se requiere cumplimentar el trámite de haber estado antes.

Y como no, la oportunidad del relato, esa narración sin fin que empieza antes del viaje y continúa tras él, fijando los hitos y espejismos de otro viaje a través del viaje.

El viaje finalmente como una oportunidad para la disputa, cuando pasado un tiempo tu viaje, compañera, y el mío parezcan viajes diferentes, apenas salpicados de alguna coincidencia a la que habremos llegado más por voluntad de consenso que otra cosa. Y así hasta que todos nuestros viajes se conviertan en uno solo e indistinguible.

        Ya sé, tenía que haberme comprado unos zapatos nuevos en aquella tienda tan simpática, tenía que haber pasado al otro lado del escaparate y haberme saltado nuestras particulares convenciones internacionales para sentirme vecino y no extranjero, pero entonces ¿cómo distinguiría el viaje del resto de mi vida? ¿cómo sabría que ahora estoy de vuelta, ese sentimiento que también forma parte del viaje?

       Sí, ya sé lo que vas a decirme: que en el fondo me basta llevar la cámara encendida para viajar sin más al increíble país de las oportunidades. Y tal vez tengas razón.

        Viajemos entonces.  A qué estamos esperando.


jueves, 15 de enero de 2015

El final del viaje

                                                                                                                                                                           Playa de Barayo, Asturias



...hemos llegado hasta aquí, el lugar en el que hemos estado tantas veces sin saber que éste era el lugar... han sido necesarios siete años de viaje, un viaje como los de antes, sin fecha de regreso y con el destino predeterminado por la fantasía… la mochila, repleta de imágenes, pesa lo mismo que el primer día, pero nosotros no somos los mismos… no estamos cansados, los pies se han hecho al camino hasta el punto de haber perdido las huellas dactilares, de haber tomado como propias todas las huellas del camino… pero hemos llegado hasta aquí, donde la flecha que nos guía se detiene, donde la flecha que nos empuja ha terminado por atravesarnos… es una playa, contemplamos como llegan las olas tendidas de muy lejos, frases que al acercarse a la orilla terminan siempre, siempre, en interrogación… desde tan lejos con esa pregunta y solo nosotros aquí, tan solos, para responderla… ¿y ahora qué? ¿y ahora qué?... en este instante que nunca termina...

lunes, 5 de enero de 2015

La promesa



Fuera de encuadre una cortina de agua enturbia el horizonte y avanza lentamente hacia la confiada proa del mercante, anclado en medio del mar para evitar los costes del amarre. Nada de eso sin embargo está dentro de la foto, donde no existe el riesgo ni las compañías de seguros. Tal vez porque uno ya no se siente capaz de hacer promesas, es por lo que aún sigue tomando fotografías.



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