martes, 2 de junio de 2020

Luzimiento


(Pincha en la imagen para verla a mayor tamaño)

   Primero realiza aquí y allá algunas incisiones. Después, con la delicadeza de quien ama lo que hace y con la determinación del que conoce bien su oficio, introduce los dedos y profundiza en las oquedades hasta alcanzar el último de los intersticios. El saúco, el mirlo, la zarza, el avellano, el rosal, la tórtola, la piedra en la corriente, la rama quebrada, la tela de araña, la araña, el cadáver de la mosca, cada gota que el rocío dejó sobre las afiladas hojas de los lirios. Una a una las extrae y las dispone limpia y separadamente sobre la mesa de disección, donde por un instante lucen como objetos en venta o como palabras en un diccionario, para después volver a introducirlas y encajarlas con un leve giro de muñeca. El fotógrafo se limita a seguir sus indicaciones. Tráeme aquello, sujétame esto. Obedece ciegamente. En realidad no lo necesita, pero se ha acostumbrado a él. De vez en cuando le arroja algún despojo: el fotógrafo lo atrapa de un salto y echa a correr. Resulta tan gracioso. A solas continúa su labor. Trabaja de sol a sol. Tiene todo el día por delante.


Archivo del blog