jueves, 27 de agosto de 2009

Hebras de sol


Sacudiste la toalla contra el viento y las hebras de sol se me metieron en los ojos. Pude ver como insistías en ese despliegue de alfombra voladora antes de quedarme ciego por completo. Como lanzabas tu red por encima de la borda fue lo último que vi. A tientas te seguí, equivocando mil veces el molde de tu pie entre todas las pisadas. Solo más tarde, en esa otra profundidad marina de la noche, logré recuperar la vista sin necesidad de abrir los ojos.

sábado, 22 de agosto de 2009

Otoño en verano


Según el filósofo, el río, un río, nunca es el mismo río. Yo sin ser filósofo me pregunto si también el camino, un camino, es como el río, distinto cada vez que intentamos pisarlo de nuevo. Para responderme me detengo en el recodo umbrío y profundizo la pisada: enseguida, debajo de unas hojas prematuramente caídas en verano, aflora la tupida hojarasca del último otoño, que tal vez no sea sino un anticipo del siguiente. Introduzco entonces los dedos en lo crujiente y alcanzo a tocar el cuerpo tibio y rígido de lo que igual puede ser un pájaro que una piedra que una mano, resto de una muerte pasada o anuncio de la próxima. Retiro mi mano, fría de repente y me respondo que así como un río nunca es el mismo río, tal vez en un camino están ya todos los caminos y todos los caminos son el mismo. Inexplicablemente, después de tal conclusión continúo haciendo un montón de fotos.

lunes, 17 de agosto de 2009

Traiciones cotidianas

Guggenheim Bilbao

Cuántas veces nos asalta la duda y qué frágiles son nuestras murallas. Por ejemplo, cuando visitamos un lugar emblemático, sobre todo si se trata de un monumento o un edificio pensado para ser mirado, con esa arquitectura que lleva inscrita en si misma una contemplación tan unívoca como sus cimientos. Presos entonces de la duda rodeamos la construcción y examinamos todos sus flancos buscando el resquicio nunca fotografiado, el ángulo no previsto en los planos, el fallo al fin y al cabo, la fisura, o esa conjunción nueva que nos permita apropiarnos del lugar y del momento, porque murallas más altas han caído, empezando por las nuestras. Y disparamos arriba y abajo, fuego a discreción, y nos damos la vuelta con un giro felino para sorprender el encuadre que se oculta ladino a nuestra espalda. Porque también a veces nos asalta esa sensación de que lo importante está sucediendo ahora mismo y siempre a nuestra espalda. Exhaustos de imágenes terminamos por bajar los brazos y observar no sin cierta envidia al turista sincero que solo pretende fotografiarse con su familia delante del monumento. Te pide con un “please” que tú le hagas la foto, y se la haces naturalmente, buscando que salga todo y sin cortar muchas cabezas. Y les haces otra por si acaso alguien cerró los ojos cuando no debía. Ellos te dan las gracias, sinceramente, y se van sin más, dejándote allí con la convicción de que esa y no otra era la foto que buscabas.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Sin pinceles


A veces la obsesión por el retoque es tal que uno llega al extremo de retocar una imagen para que no parezca retocada. Pero esta vez he preferido dejar que la naturaleza venza sin más a los pinceles.

domingo, 9 de agosto de 2009

Sueño compartido


Plan B para unas vacaciones: introducirse en un tren de cercanías e inducirse un sueño de largo recorrido. O viceversa. Al despertar, bajarse en la primera estación. Después abrir los ojos (la mascota es opcional).

miércoles, 5 de agosto de 2009

Espectro


Es lo que tienen los fantasmas, que lo suyo es aparecer y como aparecidos llegan precisamente cuando menos se los espera. A este le negué su oportunidad allá en febrero por una razón de peso que ya no recuerdo. Ahora viene y con gran crujir de telarañas me reclama seis meses de existencia. Yo le digo que no lo reconozco, que aquella noche en aquella plaza había mucha gente y muchas cámaras, que cualquiera pudo hacerle esta fotografía. Pero el insiste en mi autoría y afirma que es muy cómodo apretar el botoncito y luego si te he visto no me acuerdo, que hay que apechugar con las responsabilidades y no esconder la cabeza debajo del trípode. Trato de aparentar calma y le replico que ahorrándole seis meses de existencia también le he evitado seis meses de olvido. Pero él que no, que ya verá él lo que hace con su olvido, que tal vez un día se coticen al alza los espectros, igual que un día los expertos fueron dioses y hoy se acurrucan en oficinas en penumbra. Por cortar de alguna forma esta conversación absurda le propongo un trato: le concedo una entrada con todos los honores y con la máxima difusión posible, pero únicamente por un día, para después borrar no solo la entrada sino hasta el archivo que lo contiene en el disco duro de mi ordenador. Me dice que el cuento del día de fama ya se lo sabe y que el de Fausto también, pero que aun así acepta porque reconoce que eso es todo a lo que puede aspirar un espectro como él. Pero que si por azar lograra durar más allá de las veinticuatro horas, entonces no solo deberé indultarlo sino que además me comprometo a escribir una historia susceptible de ser llevada a la pantalla en la que él será el protagonista indiscutible. Le digo que sí, naturalmente. ¿No os parece enternecedora la ingenuidad de estos fantasmas?

lunes, 3 de agosto de 2009

Fuente de los deseos

Barrio Cimadevilla - Gijón

Todas las fuentes son fuente de los deseos. Incluso ésta, una fuente sin mérito en un plaza sin fama. Y a veces ni siquiera hace falta arrojar una moneda. Basta con esperar a que el tiempo se haga a un lado para que ella entre y alargue la calle con su paso lento y ligero. Y entonces dejar que se vaya llenando el caldero. Sabemos que cuando el agua se desborde se habrá roto el hechizo y que de la bella xana solo quedará un beso húmedo en el suelo que el sol del mediodía borrará con su mano rencorosa. Pero esto, afortunadamente, solo lo sabemos luego.

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