jueves, 26 de marzo de 2020

Mientras




   Como un tardío parte de estragos de una guerra librada en ultramar, así solemos tener noticia del vuelo del tiempo, al cabo de los años. Pero en ocasiones lo inesperado irrumpe, deja en espera los quehaceres y de pronto comenzamos a experimentar el tiempo en tiempo real: atónitos observamos lo nunca visto: el paso de las nubes, el declinar de la luz y sus matices, el borde estricto de los cuerpos, incluidos los nuestros. Rebosantes de horas, librados de urgencias, pretendemos entonces ocupar el tiempo sin darnos cuenta de que es el tiempo el que ahora nos ocupa. Ya no hay un mientras que oculte la sustancia de la vida. Y reconozcámoslo, tampoco estábamos preparados para esto.


jueves, 19 de marzo de 2020

Ventanas abiertas



   En el tercero izquierda de un bloque en el barrio de mi infancia hay una mujer perenne asomada a una ventana. La mujer, de piernas supuestas, presunta espalda, observa sobre el alfeizar combado de su brazos al viejo que vuelve de la compra, la visita del hijo, las comuniones en mayo, los repartidores de cartas, ofertas, esquelas, el beso furtivo en el portal, las bombonas de butano, los niños que se hacen hombres y mujeres, el bar que de nuevo se traspasa. Sus ojos son registro vivo de la vida. Y nunca se le quemaba la comida. Hoy, diecinueve de marzo de 2020, hoy que todos habitamos una película de Hitchcock y como James Stewart no alcanzamos a aliviar el picor indefinible que produce la escayola, me encomiendo a aquella mujer que vivía en la ventana y que, suspendida la función, podrá al fin tomarse sus primeras vacaciones.


domingo, 8 de marzo de 2020

lunes, 2 de marzo de 2020

Onda expansiva




(Pincha en la imagen para verla a mayor tamaño)


   Llevaba tiempo dándole vueltas al asunto. No convenía precipitarse, mejor esperar, tenerlo todo a punto. Al principio, cuando retiró el precinto y extrajo uno, dos, tres de aquellos comprimidos -había que asegurar el resultado- un regusto entre ácido y dulzón le llegó hasta la garganta. Tragó saliva, aguantó el tipo y mientras rumiaba las últimas dudas, los últimos recelos, sintió que los engranajes de la voluntad empezaban a ponerse en movimiento. Cada uno de sus músculos recordó qué hacer y cómo hacerlo. El viento y el mar quedaron en silencio: parecían querer propiciar con su pausa el desenlace. Fue entonces cuando se detuvieron las mandíbulas y la lengua colocó la masa viscosa entre los dientes, se entreabrieron los labios como si fueran a recibir un primer beso, o el postrero, y fue insuflando tiernamente su aliento sobre aquella membrana que como una segunda piel rosada y traslúcida comenzó a salir de su boca y a hincharse y a expandirse hasta que su circunferencia sobrepasó los límites del rostro y ya nada ni nadie pudo impedir lo inevitable: el chicle le reventó en la cara, sudario de fresa, súbita mortaja.


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