viernes, 29 de marzo de 2019

Echando cuentas




Cuántas cuentas cuentas, 
cuántos años sumas restas, 
ábaco o rosario, nunca 
salen las cuentas o salen 
y calle abajo ruedan, 
plegaria de risas, 
carrera sin cálculo. 
Cuántos años cantas, 
cuántos dientes te faltan 
por salir o por caer. 
Por los andamios del tiempo 
cuento cuentos sin cuento, 
subo, bajo, rajo, 
revoco desencantos 
y cuando nadie mira 
me siento a destajo,  
vago innumerable, recóndito
pájaro, pájaro de cuenta
que por ti canta, 
                         vuela 
y se decanta.


sábado, 23 de marzo de 2019

Abrevadero


   
Seré breve, abrevaré 
en la fuente de la edad, sorberé con ruido.

Sére conciso, concitaré 
una compacta y sedienta nube de mosquitos. 

Seré parco, aparcaré 
tan lejos como pueda, id llamando a la grúa. 

Seré franco, franquearé 
la noche con sellos de postal, os mandaré recuerdos.

Seré directo, dirigiré 
con mi linterna un coro de luciérnagas.

Seré preciso, precisaré 
un poco de esto y de aquello, de lo demás menos y nada del todo.

Seré sincero, cincelaré 
mi rostro y mis rodillas entre los riscos. 

Seré claro, 
no diré mas. 

domingo, 17 de marzo de 2019

Fantasías animadas



   Como en mitad de un bosque: así se siente el fotógrafo entre los cascotes y grafitis de la vieja nave pues tienen la consistencia de lo natural, de lo que crece y se reproduce según sus propias leyes. Estudia el lugar a conciencia mientras con la cámara va tomando apuntes: sus dimensiones, la dirección de la luz, la geometría de las sombras, las paredes que servirán de fondo… Imagina enseguida dónde habrán de situarse los protagonistas de la sesión y mentalmente los agrupa, los distribuye. Así, esta construcción abandonada, cuya ruina va desnudando su estructura íntima en un proceso inverso al de su edificación, pero igualmente admirable, no menos metódico y mucho más inexorable, se va poblando de presencias que llegan de un porvenir cercano que el fotógrafo convoca. 

   De su primer uso industrial tan solo le quedan al edificio esos espacios grandilocuentes que con el paso de los años habrían de ser divididos en pequeños habitáculos por moradores que dejaron tras de si una galaxia desvencijada de muelles y listones. Siguiendo ese mismo curso temporal la mirada del fotógrafo va descendiendo poco a poco del continente a la minucia. Encuentra entonces calcetines desparejados, facturas que ya nunca llegarán a ser pagadas y juguetes que no hallaron un resquicio en el atestado maletero. Dentro del cascarón de cemento estos objetos chisporrotean como la memoria de una civilización lanzada al espacio. El fotógrafo se pregunta si habrá alguna manera de utilizar esta galería de recuerdos en su próximo proyecto. Si los fantasmas del pasado y del futuro serán capaces de entenderse.


jueves, 7 de marzo de 2019

Espejos como minas



   Una mañana luminosa y fría de febrero el hombre decidió deshacerse de todos los espejos. No era un gesto moral ni filosófico: tan solo estaba cansado de sostenerle la mirada cada día al mismo tipo. Pero el mundo era un territorio sembrado de espejos como minas: lavabos públicos, tiendas de ropa, vestíbulos de hoteles, lunas tintadas, plácidos estanques... Su peluquero nunca accedió de buena gana a aquella exigencia suya de darle la vuelta al sillón. Y sus amigos le reprochaban amargamente su terca reticencia a ser inmortalizado cada vez que tocaba hacerse un selfie. Sin embargo, con el tiempo aprendió a vivir de espalda a los espejos y un día en que se encontró por descuido con su propio rostro en una ventanilla del metro, no se reconoció y se tomó por un extraño. Ahora todos le dicen que por él no pasan los años. Y no sabe si darles la razón. El caso es que cada día pasa más horas hojeando los álbumes familiares, escrutando la nariz de su tío, los labios de su abuela, la frente de su padre, la barbilla de su madre. Y con todos esos rasgos reconstruye una imagen aproximada de si mismo.


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