lunes, 24 de julio de 2017

Mira por donde



    Poco después de tomar esta foto, anduve un rato sin rumbo por las callejuelas de Arnedo hasta que me detuve en una esquina tratando de ubicarme de nuevo y avistar a mis compañeros de viaje. Me abordó entonces una mujer ya de cierta edad y me pidió un número para el sorteo del día. Lo hizo con tal seguridad que tardé unos segundos en reaccionar: creo que se confunde, le dije, ay, perdone, y sin más se fue, con el mismo paso resuelto con el que había llegado. Supongo que la señora iría pensando en sus cosas y de pronto mi cámara al cuello y mi mirada un tanto perdida le recordó la estampa del vendedor de cupones callejero con su familiar ristra de la suerte. La anécdota sirvió para unas risas y fue engullida inmediatamente por el tráfago propio de los viajes de fin de semana. Pero no deja de tener su miga que aquella buena señora confundiera a un fotógrafo con un ciego. Me da por pensar que, a lo mejor, es más lo que nos une que lo que nos diferencia: una misma alerta y esa necesidad de extraer de la confusión intrínseca del mundo las señales con las que orientarnos. Vete tú a saber, tal vez el ejercicio de tomar fotografías es solo un remedio parcial contra algún tipo de ceguera mal estudiada. Por lo demás, aunque me alegro de poder ver, me hubiera gustado dar a aquella mujer desconocida el trocito de suerte que me pedía.


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