Qué
lejos queda el estallido de la candela a principios del verano llenando sotos y
caminos de melenas rebeldes. Tras una primavera resignada de sillas y balcones,
nos parecían aquellas flores, con su promesa de abundancia en el otoño, una
justa compensación. Vivimos un estío amable y benigno como pocos, abrimos las
ventanas, sacamos pecho, cayó la flor en los caminos. Pero a la postre no ha
sido este un año de castañas en los montes del Cantábrico: incrédulos recogimos
en octubre un puñado de frutos arruinados y volvimos a casa sin una mala
explicación que llevarnos a la boca. Y aunque hemos comprado un par de kilos en el súper no
logramos reconocernos en el sabor de otras latitudes. Ahora nos acercamos al
invierno con la despensa corta y el pensamiento recogido. Hemos perdido la fe
en la exuberancia. Ya no creemos en los fulgores que estos días cuelgan de los árboles.
jueves, 17 de diciembre de 2020
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Que preciosidad de Candela!! una pena de año, ningún fruto que recoger, apenas paisajes nuevos, rutinas entre cuatro paredes, pero seguimos aquí a la espera de momentos mejores, para poder disfrutar de lo que esta ventanita nos pueda ofrecer, aunque los fulgores propios del momento no sean el fruto que queremos recoger.
ResponderEliminarQuién sabe, a lo mejor este año eran otros las flores y otros los frutos que debimos buscar.
EliminarMe gusta creer que no es del todo inconveniente una cierta cura de humildad, una manera más sobria de encarar la vida. Desmelenarse más racionalmente, si cupiera tal paradoja.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Sin duda, aunque tras la sobriedad forzada no se yo si no vendrá la ebriedad desencadenada. Somos así, nos movemos de un polo magnético a otro, incesantemente.
EliminarEs cierto que de alguna manera este 2020 ha sido un año duro pero, me parece que a la hora de recoger los frutos, tal vez no haya sido tan malo para quien sabe extraer lo mejor de lo menos bueno. Un abrazo
ResponderEliminarEntonces año de destilar, más que de recolectar. Y de los buenos destilados vienen los licores que mejoran con el tiempo.
EliminarRecuerdo que, durante el confinamiento, me preguntaba si podría ver la candela en los castaños. Qué lejos queda. También aquellos buenos propósitos de la sociedad que saldría mejor de la experiencia...
ResponderEliminarCerremos este año y venga el próximo y venga bien para todos.
Quisiéramos cerrar el año ya, pero es como esas malas películas de terror que siguen dejando sustos hasta la última escena.
EliminarMaravillosa, esa flor de castaño como un animal fabuloso guardando la entrada del camino
ResponderEliminarEfectivamente: Medusa, que significa guardiana, cuya cabeza de cabellos de serpiente fue segada por Perseo. La naturaleza está llena de dioses. Y de diosas.
EliminarBuen ojo
ResponderEliminarImposible mirar para otro lado.
EliminarUn año raro para todos, incluso para la naturaleza.
ResponderEliminarBellísima foto, José Manuel.
Un abrazo.
Curiosamente cuanto mayor es nuestro conocimiento y nuestro dominio tecnológico, más desconocida nos resulta esta naturaleza que tan bien creíamos conocer. Gracias, Enrique.
Eliminar"Hemos perdido la fe en la exuberancia", y ese descreimiento nos empuja a los rincones; a ver corto, a vivir chiquito, a conformarse con todo, que es algo mucho más peligroso que hacerlo con nada.
ResponderEliminarUn texto y una imagen que empujan con firmeza.
Salud y alegría, querido Xuan, y un abrazo enorme.
Ay, ese con-formarse con todo, qué complicado parece ese ejercicio y qué necesario.
EliminarOtro abrazo de vuelta, Josep.
Efectivamente, cuando vi tu foto me parecío un enorme calamar abisal que protegia la entrada de ese angosto camino que nos muestras. Es absolutamente inquietante, como el final de este año que llega a su fin. En este caso el texto me lleva por un camino diferente al que me sugiere la foto. Será porque este tipo de flor no lo tengo visto. No se si será la flor de los castaños, puede ser. No suelo ir mucho a bosques de castaños. Parece que si, que se llaman candelas de castaño como escribes, no las he visto nunca. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarJe, je, es difícil sustraerse a esos tentáculos, desde luego.
EliminarEl castaño en estas tierras asturianas, y también en las vecinas gallegas y leonesas, es uno de nuestros árboles nutricios desde que los romanos lo importaron. Hasta no hace mucho los castañedos eran cuidados como plantaciones. No había bosque más sano y limpio que el de castaños. De él dependía buena parte de la alimentación en el duro invierno. Hoy por desgracia es un árbol en retroceso, al menos en Asturias: el despoblamiento rural y las enfermedades lo están diezmando a marchas forzadas. Hace tiempo les dediqué una entrada a la que tengo un cariño especial. Es esta:
https://xuanrata.blogspot.com/2012/01/pincha-una-imagen-para-verlas-mayor.html
Magnífica esta entrada antigua que me descubres, veo que en los castaños también abundan las mitofaunas!!!. Nosotros tenemos en Catalunya, muy pocos, en la zona del Montseny que es a un sitio donde suelo ir, pero justo los castaños me pilla en la zona más alejada y, aunque le tengo ganas no he ido demasiado. Solo fuí una vez el castanyer Gros d'en Cuch que creo que es el árbol mas grande de Catalunya.
Eliminarhttps://es.vallesrural.cat/D/post/castanyer-gros-de-can-cuch/
Qué curioso ese castaño habitado del Montseny, que además tiene mucha relación con lo que escribí allá por el 2012.
EliminarY sí, los castaños viejos, los caídos, son muy fértiles en rostros y figuras: liberados de la necesidad de crecer y soportar, se dedican a crear formas sin fin.
Impresiona realmente esa flor del castaño, parece que defendiera el sendero que queda detrás, como si nos fuera vetado. Un tiempo, el verano, que realmente nos ha sido secuestrado de nuestro propio tiempo.
ResponderEliminarLa foto es magnífica.
Un beso.
Cierto, da la impresión de que hubiera que pagar un peaje, y vaya si lo hemos pagado.
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