martes, 27 de septiembre de 2016

Marroquinería


    
      Porque me ven aferrarme a mi bolso y mi cartera creen que llevo algo valioso en su interior. Pobres ignorantes. No imaginan que es el tacto de su piel fuerte y flexible lo que excita mis sentidos. Tanto, amor, que no podía permitir que me dejaras. Ahora iremos cogidos de la mano para siempre.


martes, 20 de septiembre de 2016

El café de la estación



    Paris, Gare de Lyon, 10:54 a.m. En toda ciudad hay dos lugares que me producen una fascinación irresistible: los mercados y las estaciones. Los primeros abastecen los sentidos; las segundas, la imaginación. Acostumbran a tener en común altos techos de forja que confieren a la luz que los atraviesa una calidad intermedia entre lo interior y lo exterior, esa misma textura que puede encontrarse en los ventanales de algunas cafeterías envolviendo con mimo el contorno de las cosas. Pero esa luz no solo atraviesa los forjados: como una aguja finísima traspasa también la tela de los siglos y enhebrados en ella podemos viajar a cuando y a donde nos plazca, sin más billete que un café con una nube.

martes, 13 de septiembre de 2016

La pausa



    Apenas el tiempo de fumarse un cigarrillo, de confundir la noche con el breve fulgor de unas cenizas. Ardió el verano y sus rescoldos ya empiezan a engordar el caldo de las conversaciones del otoño. Uno debiera contestar que todo pasó sin nada especialmente reseñable, pero el turista lleva en su condición la obligación de elaborar un relato adecuado de su viaje. Y así antes de darnos cuenta ya hemos levantado un argumento más o menos plausible, olvidando que tal vez lo importante fue aquello que discurrió por cauces secundarios, fuera del encuadre. 

    Todo viaje es una tensión constante de expectativas. De aquella noche que vagamos por Montmartre llevados de la mano del jazz que salía de los cafés ¿que pesa más? ¿El puro placer del paseo o la satisfacción que proporciona el reconocimiento del mito? Siempre andamos necesitados de mitologías, especialmente de aquellas que nos remiten a una cierta bohemia y a la nostalgia de los sueños pasados. Pero puede ser que el verdadero viaje comience justamente cuando suspendemos al fin toda expectativa y todo juicio. 

   A veces la pausa termina incluso antes de que se consuma el cigarrillo. Como ese cigarro a medias que nunca retomaremos, así suelen ser las vacaciones del turista. Y nuestro propósito de volver algún día, tan firme como improbable, se convierte en el final abierto del relato.


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