Apenas el tiempo de fumarse un cigarrillo, de confundir la noche con el breve fulgor de unas cenizas. Ardió el verano y sus rescoldos ya empiezan a engordar el caldo de las conversaciones del otoño. Uno debiera contestar que todo pasó sin nada especialmente reseñable, pero el turista lleva en su condición la obligación de elaborar un relato adecuado de su viaje. Y así antes de darnos cuenta ya hemos levantado un argumento más o menos plausible, olvidando que tal vez lo importante fue aquello que discurrió por cauces secundarios, fuera del encuadre.
Todo viaje es una tensión constante de expectativas. De aquella noche que vagamos por Montmartre llevados de la mano del jazz que salía de los cafés ¿que pesa más? ¿El puro placer del paseo o la satisfacción que proporciona el reconocimiento del mito? Siempre andamos necesitados de mitologías, especialmente de aquellas que nos remiten a una cierta bohemia y a la nostalgia de los sueños pasados. Pero puede ser que el verdadero viaje comience justamente cuando suspendemos al fin toda expectativa y todo juicio.
A veces la pausa termina incluso antes de que se consuma el cigarrillo. Como ese cigarro a medias que nunca retomaremos, así suelen ser las vacaciones del turista. Y nuestro propósito de volver algún día, tan firme como improbable, se convierte en el final abierto del relato.
Todo viaje es una tensión constante de expectativas. De aquella noche que vagamos por Montmartre llevados de la mano del jazz que salía de los cafés ¿que pesa más? ¿El puro placer del paseo o la satisfacción que proporciona el reconocimiento del mito? Siempre andamos necesitados de mitologías, especialmente de aquellas que nos remiten a una cierta bohemia y a la nostalgia de los sueños pasados. Pero puede ser que el verdadero viaje comience justamente cuando suspendemos al fin toda expectativa y todo juicio.
A veces la pausa termina incluso antes de que se consuma el cigarrillo. Como ese cigarro a medias que nunca retomaremos, así suelen ser las vacaciones del turista. Y nuestro propósito de volver algún día, tan firme como improbable, se convierte en el final abierto del relato.
Una foto realmente cinematográfica, muy urbana, el hombre parece un actor. Es una figura atrayente, contundente, y en contraste yo me he fijado en la mujer del fondo, la de dentro del bar con una luz clara, parece una figura frágil. Me parece una foto genial, con muchas historias. ENhorabuena.
ResponderEliminarNo se si de cine, pero si de cuadro de Hopper, que también era muy cinematográfico, jeje. Me encanta la escena, la pose del personaje de la izquierda, como esperando, el bar, la chica del fondo, la noche, la calle, el paseante y todo con una calidez preciosa.
ResponderEliminarEl texto no se queda atrás, todos hemos sido turistas en mayor y menor grado y esas ansias por conocer hace que no se disfruten los viajes y sea necesario esas pausas de la que hablas.
Me alegro mucho de tu vuelta, esto estaba muuuuy aburrido.
Feliz regreso.
Esta pausa tiene densidad permanente. Es lo que tiene el arte: convierte un fragmento en algo eterno. Qué maravillosa fotografía.
ResponderEliminarXuan, tienes muy buen ojo y una edición esquisita. Qué bien has aislado el camarero del resto de la imagen. Enhorabuena
ResponderEliminara pesar del aire francés que se respira en la fotografía, el camarero me hace pensar en una película italiana...
ResponderEliminarBuena imagen, Xuan, tiene una atmósfera que en parte describes en tu texto, el camarero y la chica del fondo entran en harmonía con este ambiente, el hombre con pantalón corto rompe la magia del lugar. Es en escenas como esta, que uno se da cuenta de la importancia del sujeto.
ResponderEliminarGusto mucho de cafeterias..y su aroma del poesia.
ResponderEliminarabrazos con cariño.
Excelente luz, y como dice Jose, muy cinematografica.
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