Plan C para unas vacaciones: primero se busca una piedra: sopesaremos con calma formas, colores, pesos y tamaños hasta dar con una que nos agrade, procurando, eso sí, que no sobrepase la palma de la mano. A continuación se arroja la piedra tan lejos como sea posible, preferentemente sobre matorral o descampado para evitar daños colaterales. Acto seguido nos desplazamos al área de probable impacto y buscamos de nuevo la piedra. El tiempo que empleemos en reconocer que jamás la encontraremos depende de la tenacidad y de la capacidad económica de cada cual para prolongar la búsqueda. Una vez alcanzada la inevitable conclusión, agarramos una piedra cualquiera y regresamos tranquilamente al punto de partida. Para entonces ya nada ni nadie podrá convencernos de que no era esa la misma piedra que habíamos lanzado, nuestra piedra. Finalmente, la limpiamos, la pulimos un poco y la colocamos junto al resto, en esa vitrina que nos hace las veces de altar doméstico.
(Estaré unos días buscando la mía. Si os parece bien, a la vuelta os cuento)