Al caer la noche los fantasmas salen a pasear. Ya no arrastran cadenas. Ni siquiera llevan ropa pasada de moda. No pretenden revivir ningún pasado traumático, ninguna infancia angustiosa. Al contrario, visten según los usos del momento y cuando toca acuden con entusiasmo a las rebajas, lo revuelven todo y ocupan esos probadores que tienen las cortinas siempre echadas.
En el presente se encuentran como en casa. Disfrutan realizando todo tipo de transacciones comerciales sin necesidad de dinero, sin necesidad de mercancías, sin necesidad. No viven, pero se actualizan.
En lugar de sábanas, tejen telarañas de palabras en las que se envuelven y que hacen desaparecer con un gesto de su dedo índice. De vez en cuando se reúnen para ver quién es capaz de lanzar una opinión más lejos. Con los resultados confeccionan estadísticas.
Cuando se aburren, algunos proclaman repúblicas, otros las niegan y todos toman sin cesar fotos de si mismos sin lograrlo nunca. No son discretos pero su ruido es un ruido de fondo que hace más liviano nuestro silencio. Esto es de agradecer.
Lo cierto es que andan tan atareados que han perdido el interés por nosotros. En ocasiones nos asustan con los cuentos de siempre, pero se les nota la desgana y pronto vuelven a lo suyo. En los parques, cines y trenes ocupan esos asientos en los que nunca se sienta nadie. A veces son vagones enteros.
Al caer la noche los fantasmas salen a pasear y mientras pasean se atraviesan sin tocarse.
En el presente se encuentran como en casa. Disfrutan realizando todo tipo de transacciones comerciales sin necesidad de dinero, sin necesidad de mercancías, sin necesidad. No viven, pero se actualizan.
En lugar de sábanas, tejen telarañas de palabras en las que se envuelven y que hacen desaparecer con un gesto de su dedo índice. De vez en cuando se reúnen para ver quién es capaz de lanzar una opinión más lejos. Con los resultados confeccionan estadísticas.
Cuando se aburren, algunos proclaman repúblicas, otros las niegan y todos toman sin cesar fotos de si mismos sin lograrlo nunca. No son discretos pero su ruido es un ruido de fondo que hace más liviano nuestro silencio. Esto es de agradecer.
Lo cierto es que andan tan atareados que han perdido el interés por nosotros. En ocasiones nos asustan con los cuentos de siempre, pero se les nota la desgana y pronto vuelven a lo suyo. En los parques, cines y trenes ocupan esos asientos en los que nunca se sienta nadie. A veces son vagones enteros.
Al caer la noche los fantasmas salen a pasear y mientras pasean se atraviesan sin tocarse.
Fantasmas hay muchos, pero de estos que tu captas yo no he visto, aunque los que describes son muy parecidos a los que yo conozco. Genial captura.
ResponderEliminarUn texto muy incisivo;una foto maravillosa
ResponderEliminar¡Cómo lo sabes!
ResponderEliminarUna foto espectacular.
Fantasmas de nuevo cuño. Un relato extraordinario; y la foto fantasmagórica, claro.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Y si fuéramos nosotros los fantasmas?
ResponderEliminarQué gran fotografía.
No lo excluyo, Pedro.
EliminarUfff, pedazo de crítica de una parte cada vez más importante de la sociedad. Un relato tremendo, Xuan, pero la foto no se queda atrás. Eso sí, el escenario que acoge a los fantasmas es alucinante.
ResponderEliminarY te escribo todo esto en medio de este viernes negro que nos quieren imponer.
Un abrazo.
Ay que ver con las cámaras, las damos rienda suelta y en cuestión de segundos nos sacan fantasmas en un abrir y cerrar de el diaFRACma. Lo fantasmal en la fotografía es ta revelador como difícil de conseguir. Aunque pienso que el que dispara tiene que tener algo de suplantación de fantasmas; ¿no?
ResponderEliminarEl que dispara es un aprendiz de fantasma que practica y practica pero nunca termina de sacarse el título.
EliminarFantástica foto
ResponderEliminarLa foto es tremenda y te iba a hablar sobre ella, pero, como señala Enrique Chapín, el texto es formidable y casi diría que me ha eclipsado la foto. Efectivamente, el texto dice tantas cosas con tan pocas palabras. Me parece un grito furioso contra todo lo superficial en lo que ha enzarzado el ser humano en estos tiempos vacíos en los que vivimos. No sabes hasta que punto he sentido el texto dentro. Ando en unos tiempos en que todo me parece superficial y absurdo y tu texto me ha tocado la fibra. Un abrazo.
ResponderEliminarLos dispositivos móviles son unos hábiles ladrones del tiempo que hace que pase volando a nuestro alrededor mientras nosotros estamos petrificados ante su imán de luz que promete tantas promesas y en tu imagen veo un fiel relato gráfico de ello.
ResponderEliminarSí, sé que mi interpretación quizá tenga poco tenga que ver con tu intención, pero la expresión, así como su interpretación, nacieron libres de cadenas.
Un abrazo Xuan.
Mi intención al tomar la foto era tan solo capturar ese momento donde la luz, el lugar y las personas que le daban vida creaban una atmósfera algo inquietante. Las interpretaciones vienen después (aunque sin saberlo estén presentes antes) y todas tienen su parte de verdad, la tuya incluida, que suscribo.
EliminarBueno, a estos fantasmas, tú los has pillado de noche, pero de día es más fácil verlos, ¿no crees?
ResponderEliminarExcelente imagen, XuanRata.
Un abrazo.
Igual es cierto, Xuan, lo que te dice Pedro. Que los fantasmas somos nosotros y cuando salimos a la nos ponemos la cara de la calle y a la noche nos envolvemos en telarañas que luego se convierte en estadísticas.
ResponderEliminarGenial Xuan.
Un abrazo.