Por aquel entonces todos admirábamos a Rodin. Para poder visitar su casa y acceder a su estudio no dudábamos en recurrir a los parientes más inverosímiles y a toda clase de amistades no siempre recomendables. Estábamos dispuestos a cualquier cosa –promesas, favores, sobornos– con tal de averiguar el secreto de su arte. He de reconocer que en la mayoría de las ocasiones él ni siquiera advertía nuestra presencia. Pero a veces, cuando ya habíamos perdido toda esperanza, de pronto dejaba reposar el martillo y el cincel, y se nos quedaba mirando, fijamente, durante un intervalo imposible de medir. Era entonces cuando, incapaces de mover un solo músculo, creíamos sentir bajo nuestra piel de mármol el olvidado flujo de nuestras venas y el aire de la estancia se quebraba como una frágil vitrina bajo la conmovedora belleza de lo inamovible.
martes, 20 de febrero de 2018
El secreto de Rodin
Por aquel entonces todos admirábamos a Rodin. Para poder visitar su casa y acceder a su estudio no dudábamos en recurrir a los parientes más inverosímiles y a toda clase de amistades no siempre recomendables. Estábamos dispuestos a cualquier cosa –promesas, favores, sobornos– con tal de averiguar el secreto de su arte. He de reconocer que en la mayoría de las ocasiones él ni siquiera advertía nuestra presencia. Pero a veces, cuando ya habíamos perdido toda esperanza, de pronto dejaba reposar el martillo y el cincel, y se nos quedaba mirando, fijamente, durante un intervalo imposible de medir. Era entonces cuando, incapaces de mover un solo músculo, creíamos sentir bajo nuestra piel de mármol el olvidado flujo de nuestras venas y el aire de la estancia se quebraba como una frágil vitrina bajo la conmovedora belleza de lo inamovible.
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Me lo imagino como lo has descrito.
ResponderEliminarEl texto es realmente pura magia narrativa para una imagen llena de belleza con detalles y texturas excelentes. Permite que te diga que me parece una lastima el corte en las rodillas de la señora del primer plano. Por lo demás perfecta. Abrazo
ResponderEliminarTienes toda la razón, Luis. El motivo de ese corte fue evitar que aparecieran en la foto unos objetos que estaban sobre la mesilla que asoma detrás de la columna. O tal vez al escultor se le escapó el cincel en un momento de despiste. Un abrazo.
EliminarMe gusta mucho la perspectiva y el encuadre (aparte el detalle de las rodillas, que ya has explicado), de manera que la fotografía nos cuenta una historia por sí misma. Esta foto es literatura, que con el texto se convierte el poesía.
ResponderEliminarUn abrazo.
El relato sensacional, nos introduce poco a poco en la una también sensacional imagen, llena de detalles.
ResponderEliminarUn abrazo
La fotografía como una forma de cincelar la luz: un mármol distinto, cuya fugacidad tal vez le imprime toda la belleza de lo inaprensible. Por lo demás, algo de fractura irremediable hay entre la fotografía del escultor y la chica manipulando su móvil; malos tiempos estos que nos acogen sin ningún cuidado para dar cabida a "la conmovedora belleza de lo inamovible".
ResponderEliminarUn abrazo cincelado y grande, amigo Xuan.
El móvil nos fija. No tenemos remedio.
EliminarFoto fantástica en la que Rodin ni siquiera repara en quien tiene debajo: ¿se imaginará la de riachuelos que corren por las venas del brazo izquierdo de la mujer que posa?
ResponderEliminarPor la nitidez del primer plano y por la oportunidad del segundo un olé.
¿Has pensado si alguna vez hay que ejercer de escultor previo para hacer una buena fotografía?
Bss.
Si la fotografía (o una de sus modalidades) consiste en extraer de la piedra de la realidad un fragmento con sentido, es indudable que algo de escultor hay en el fotógrafo, que en la mayoría de las ocasiones se dedica nada más que a desbastar. Por lo demás, la mujer que posa en realidad no está posando: es la que comprueba las entradas, la que franquea el acceso ¿la guardiana del secreto?
EliminarComo dice el amigo Carlos, la foto es pura literatura, en este caso no hace falta texto, pero tú, como siempre, lo bordas. El trío de la imagen nos cuenta una historia y la presencia de Rodin es sobrecogedora.
ResponderEliminarUn abrazo.
Realmente me has hecho sentir que estaba en su taller viéndole trabajar, lo cuentas y muestras de tal manera que es imposible no sentirse allí. Muy buena.
ResponderEliminarLa señora parece posar como modelo pero, la pava del fondo, la que está con el guasap a tope bajo la mirada benevolente del Rodin de la escalera me hace mucha gracia por el contraste... igual no es un móvil pero me da igual. La foto tiene muchos puntos de interés.
ResponderEliminarSalu2
Una foto realmente elegante y curiosa con muchos elementos que analizar. La chica del fondeo que parece tan diferente de la del primer plano. La conjunción de líneas, con las columnas y la escalera con una proporción perfecta, el detalle de la ventana abierta que sugiere. Y dos detalles menores pero que a mí son los que me han fascinado al descubrirlos. En primer lugar el arco plateado del cuello de la protagonista que tiene su equivalencia con los arcos del taburete y, en segundo lugar, dentro del perfecto suelo de rombos hay un rombo gris que rompe la pauta y que es de lo más curioso. Un abrazo.
ResponderEliminarEs cierto, no había reparado en esa correspondencia entre los arcos plateados. No has mencionado al pobre Rodin, ocupando su silla al fondo: me temo que se ha convertido, dentro de su propio museo, en un convidado de piedra, lo cual tratándose de un escultor no deja de tener su coña.
EliminarHace poco he dejado escapar una exposición sobre Rodin en Barcelona, una sobre su puerta del infierno que hubo en la fundación mafre de Barcelona. Estuve comentándose a mi mujer durante mucho tiempo pero por una cosa o por otra la deje escapar. La que hay ahora mismo en el mismo centro dedicada a Brassai no la pienso dejar escapar.
EliminarEspectacular imagen. Me encanta como la has compuesto...
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