Alguien que sabe de esto me dijo hace tiempo que cuando escribo construyo castillos de palabras. Cuántas veces he pensado en aquel certero diagnóstico. Porque eso es exactamente lo que hacía entonces y sigo haciendo ahora: cojo la paleta, un poco de cemento y voy colocando un ladrillo al lado de otro hasta completar la primera fila. Y después empiezo con la siguiente. Y luego otra más. Cuando la pared alcanza mi altura doy un paso atrás, me aseguro de que se sostiene por si sola y ya solo me queda rematar aquí y allá. Ver el muro terminado, tan sólido y esbelto, me sorprende y regocija a un tiempo. Pero el paisaje se ha quedado fuera. Siempre se queda fuera. En realidad lo que yo quisiera es abrir ventanas. Menos parapetos, más alféizares. Esa sería la consigna. Quién sabe, a lo mejor ha llegado el momento de decir a las manos que cojan el mazo de una vez y se dejen de cemento.
miércoles, 18 de diciembre de 2019
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La imagen acompaña,en realidad habla de esa manera de la que te vales, de ese modo que tienes de construir muros, castillos de palabras XuanRata.
ResponderEliminarLo que sucede es que en este caso en concreto, no hay otro modo. Para ellos, los que han quedado dentro de ese muro, de nada serviría tomar el mazo en la mano y construir alféizares. Para los que ahí descansan, en el interior de ese pequeño recinto, el paisaje siempre va a estar fuera, inalcanzable por imposible. Ellos no se darán cuenta jamás porque ya ni siquiera les queda el más mínimo soplo de impotencia, ya están encerrados para siempre.
Magnífico texto y magnífica fotografía.
Un abrazo
Ciertamente los muertos no necesitan ese muro, salvo para defenderse de los vivos: en mal lugar nos dejan los cementerios a los que todavía estamos fuera.
EliminarUn abrazo.
Puedes seguir construyendo castillos y hacerles ventanas, aunque sean saeteras.
ResponderEliminarUn abrazo
Es una solución de compromiso la que me propones: ventanas para afinar y afilar la mirada. La tendré en cuenta.
EliminarUn abrazo
que maravilla magias de fotos
ResponderEliminarGracias, la magia está por todas partes, a veces tanta que uno no sabe por donde empezar.
EliminarBuena imagen, amigo, y buenas palabras... Siempre hay que intentar estar construyendo algo...
ResponderEliminarUn abrazo y mis mejores deseos para estas próximas fiestas.
Construir sí, pero con ligereza, que no aparezca la mano ni la trama ni los materiales. Ahí está el quiz.
EliminarOtro abrazo, amigo.
Leyendo tus textos, francamente no me parece que el paisaje quede fuera. Al contrario, como buen constructor de palabras que creo que eres, creo que siempre aparecen las ventanas que nos dejan ver mas allá ... para el que quiera verlas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Puede ser que la pared sea el pretexto de las ventanas. En el fondo los muros nunca son tan sólidos como parecen.
EliminarUn abrazo.
Muy buena imagen y que bien la acompaña el texto.
ResponderEliminarEl texto es la protesta de un muerto. O de alguien que busca la vida, lo que no es lo mismo pero se le parece.
EliminarBesos, Ana.
Que buena reflexión y que bien contada, la fotografia me parece excelente, bonita composicion y tenue pero muy bonita luz, que contraste entre el pequeño cementerio y el campo de futbol...la vida y la muerte tan cerca...saludos.
ResponderEliminarAsí es Jesús, no es solo la luz dorada que traza al fondo una frontera lo que me llevó a tomar esta imagen, sino sobre todo la proximidad entre el camposanto y el campo de fútbol. ¿Saldrán los muertos de vez en cuando a jugar una pachanga? ¿O se limitarán a ser ese público ordenado pero fiel que no se pierde jamás un partido? Como bien dices la vida y la muerte siempre juntas: de su encuentro nace la belleza.
EliminarSigues construyendo y abre amplias ventanas hacia el mundo exterior. La vida es muy corta y no hay que encerrarse en uno mismo.
ResponderEliminarBesos
El fotógrafo y profesor Alfredo Oliva, nos dejaba hace un poco en su facebook esta reflexión de otro fotógrafo, el ruso Georgui Pinkhassov, que no me resisto a reproducir: "Incluso el estilo puede convertirte en un esclavo si no huyes de él, ya que uno está condenado a repetirse. Lo único que cuenta es la curiosidad. Para mí ahí reside la creatividad, que se expresará no tanto en el miedo a hacer lo mismo una vez más como en el deseo de no ir a donde ya has estado antes”.
EliminarEs duro levantarse, abrir los ojos después de soñar con el paisaje y ver un muro. Mejor el mazo.
ResponderEliminarEl mazo también hay que saber manejarlo, en el fondo se requiere la misma destreza que para construir, o si me apuras, aún más.
EliminarYo creo que siempre abres ventanas. Incluso siempre pensé que partías la construcción no por los cimientos, sino por la ventana. Tus imágenes forman parte de tus castillos de palabras tan firmemente como lo hacen éstas.
ResponderEliminarEn cuanto a la fotografía, no me importaría que mi eterno descanso fuera en ese lugar.
Besos
No importa por dónde se empieza a construir. De hecho comenzar por el tejado es la forma más habitual. Pero tienes razón en que es precisamente por la ventana por dónde empiezo: a lo mejor es por eso que al final la hecho de menos.
EliminarBesos
Me encantas
ResponderEliminarNo solo recomienzas sino que reincides. Tal vez la segunda vez has visto algo diferente a la primera. A mi me sucede.
EliminarBesos
Maravillosa composición.
ResponderEliminarAl primer vistazo da la impresión que el cementerio está flotando en la sombra.
Salud.
Como si acabara de posarse o estuviera a punto de despegar: tiene algo de nave espacial. O como si no estuviera todavía anclado del todo. De hecho es el cementerio nuevo. El viejo está dentro del recinto de la iglesia desde la cual tomé esta foto, iglesia que a su vez se encuentra en la alto de una colina que en realidad es la morrena del antiguo glaciar que terminaba en este valle desde las montañas que quedan a mi espalda. Todo el pasado es sombra, pero a veces un rayo de sol lo saca a la luz, nos lo ilumina.
EliminarSuele ocurrir que nos acongoja el espacio abierto.
ResponderEliminarY sin embargo no podemos vivir sin él.
EliminarQue lugar más increíble. Si tuviese que reposar algún día por la posteridad creo que no se me ocurriría un escenario así. Esas magníficas montañas de fondo y el campo de fútbol donde los niños acudirán a jugar siempre que puedan. Y el camposanto tan recogido, tan íntimo. No soy creyente pero los cementerios me atraen. De hecho no descarto ir estas navidades con mi hijo Martí de 13 años a pasar una mañana paseando por el de Montjuich en Barcelona. Esta lleno de panteones modernista y algunos de ellos son realmente bellos. Hace poco mostró interés por acudir a alguno por que su grupo de música preferido había rodado un videoclip en uno que probablemente sea el mismo al que le quiero llevar. Un abrazo y que pases buenas fiestas.
ResponderEliminarYo también tengo una visita pendiente a uno de los cementerios más interesantes de nuestro pais: el de Avilés, la ciudad donde nací. Sigo demorando esa visita año tras año. Puede que algún tipo de superstición inconsciente tenga la culpa. Pero una ciudad no se conoce del todo hasta que no se visita su cementerio.
EliminarOtro abrazo para ti, amigo. Felices fiestas también.
Creo que esta vez has construido un alféizar, para observar esa llanura, rota por ese cementerio y rematada por esos parapetos montañosos que no podrás ni querrás destruir y a los que te encantaría ascender para usarlos de nuevo como alféizares.
ResponderEliminarMe has descubierto. Me asomo a las montañas, no a lo que hay detrás de ellas, sino a las montañas mismas.
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