Aprovechando las últimas candilejas de la tarde, con la mano temblona pero voluntariosa, sujeta el perfilador entre el índice y el pulgar y repasa primero la amplia curva de las cejas, luego delinea la mirada hacia las sienes, con el pincel acomoda sobre los párpados la sombra y finalmente aplica el rímel que cae como una helada negra sobre las últimas pestañas que resisten al otoño. Ajena a los estragos, a las especulaciones, a los proyectos sucesivos y a sus sucesivos abandonos, abre y cierra los ojos con pesadez de membrana, evalúa el efecto un tanto teatral sobre su pálida piel coloreada, y ahora sí, sola y dignísima, aguarda la visita de los gatos, el paso apresurado de los runners y la ronda infinita del vigilante sobre la antigua ciudad de vacaciones, encargado de preservar el lento desmoronarse de un escenario donde, trece años después de su cierre provisional, los actores siguen repasando los papeles a la espera del reestreno de una obra que hace tiempo se cayó de todos los carteles. El productor financia ahora otro tipo de espectáculos.
martes, 10 de diciembre de 2019
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Qué bie descrito por Diossssssss!!!
ResponderEliminarGracias, Tracy. Nada comparado con la perfección de la luz sobre curva que describe esa línea.
EliminarFantástica, con una edición contenida soberbia. En digital el exceso de edición me cansa.
ResponderEliminarAsí es, José Ramón, la edición digital es una herramienta tan sencilla y tan potente que se convierte a menudo en un fin en si misma y olvidamos qué es lo queremos transmitir con la fotografía, e incluso la razón por la que tomamos esa foto en particular. Ese ejercicio de contención y de reflexión me parece imprescindible.
EliminarEl texto es realmente genial. La foto está procesada justo en su punto y por eso esa luz de atardecer es una delicia. La composición con esa curva en primer plano me gusta muchísimo. Un abrazo XuanRata
ResponderEliminarEn esta época del año y por estas latitudes la luz del atardecer tiene una calidad más fría y tenue. Trasladar esa percepción al blanco y negro me pareció un ejercicio interesante y creo que me he acercado un poco al objetivo. Un abrazo, Luis.
EliminarY todo sigue su inexorable proceso. Es la decadencia elevada a la categoría de excelencia. ¡Genial!
ResponderEliminarUn abrazo.
La decadencia de ciertos lugares que un día, no lejano, estuvieron dedicados al verano y a la efusión de los afectos que va ligada a las vacaciones, provoca una mezcla de sentimientos: la tristeza de la pérdida, la melancolía romántica de las ruinas, cierta fantasmagoría y una porción de rabia también. Este es un lugar por el que paseo a menudo y siento que hay algo en él que no consigo fotografiar, algo que se me escapa, algo latente, algo que late y aguarda. Y eso es también atributo de la belleza.
EliminarEl texto es maravilloso al igual que la fotografía
ResponderEliminarAbrazo
Ambos nacen de una misma música y hacen lo posible por llevar bien el compás. Gracias, Adel.
EliminarMuy buena imagen, amigo... Me encanta como los arboles sobresalen del fondo de cielo
ResponderEliminarUn abrazo
He fotografiado muchas veces esos árboles y otras tantas me quedo mirándolos sin fotografiarlos. Tienen una presencia extraordinariamente poderosa. En esta imagen les ha tocado hacer de público pero siempre acaban siendo protagonistas.
EliminarEsa curva parece tomar impulso para saltar al horizonte.
ResponderEliminarEs cierto, tiene dentro la tensión de la pértiga y la negación del límite.
EliminarAllí pasaban sus vacaciones familias de mineros desmaquillándose. Cruel destino el de la ciudad de vacaciones. Aplauso.
ResponderEliminarFamilias de mineros, de siderúrgicos, de empleados de banca…Mi padre pasó su vida laboral echando la solicitud y esperando ser agraciado con el privilegio de alguna quincena, mientras veía como otros repetían un año sí y otro también. La suerte se regía por oscuros criterios en aquellos tiempos. Y en estos.
EliminarSorprendente texto, nunca lo hubiera pensado y visto así.
ResponderEliminarEn este caso la realidad es mucho más sorprendente. De hecho no terminamos de creérnosla.
EliminarQue gran composición y un revelado de diez. Un fuerte abrazo y felices fiestas.
ResponderEliminarGracias, Ana. Lo mismo te deseo.
EliminarUna foto excelente, inquietante, que lugar más solitario. El detalle de las ramas de los árboles que se mueven con el viento acaba de darle un toque inhóspito al lugar. Últimamente tus fotos dan frío. Después de la etapa veraniega por la islas griegas hemos vuelto al frío del norte. Un abrazo.
ResponderEliminarCasi 300 chalets deshabitados en un lugar donde se vivía siempre de vacaciones. No puede haber soledad mayor. Un soledad repleta de presencia.
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