
No
solo de nieve y hielo viven las imágenes del frío. Hay otros fríos que se
forman, por ejemplo, en el interior de los acuarios donde un tiburón mide
interminable su locura geométrica, o el frío inútil de esa fuente que ya no
tiene quien la escuche en la plaza abandonada, o el frío que cuaja en la
imposible intersección de las calles sin salida o el que guardan las cuentas de resultados
que dictan la longitud de los tendidos, o el frío intenso de los conjuntos
vacíos que ya me asaltaba en el colegio, esas multitudes de nadie que no están
en ningún sitio pero respiran nuestro frío.