viernes, 13 de julio de 2012

Guerras (el tiempo dilatado)

Valle de Burbia, Ancares leoneses

Igual que si se tratara de la instalación de un artista poseído por alguna amargura o por una sinrazón que no encuentra otra manera de expresarse que la torsión y la impúdica exhibición de las entrañas, una serie de castaños antiquísimos y de excéntricas formas jalonan la senda que se adentra en el corazón del valle. Como resulta que, ahora que el Arte ha muerto, la vida imita al arte, me persuado de que ha de haber para cada árbol un punto de vista particular que proporcione la clave de su gesto, y por eso me agacho, los rodeo, me incorporo, trato, en fin, de reproducir su mudo movimiento.
Cansada la vista, dolorida la espalda, recapitulo mi cuerpo y observo que he perdido las gafas de sol, caídas seguramente a la sombra de alguno de los árboles. Regreso en su busca y es entonces cuando me cruzo con un viejo que también viene caminando, envuelto en el humo tenue del cigarro. ¿Ya vuelve?, me pregunta, de lo que infiero que mi paseo no era del todo ajeno al suyo, y yo le cuento y él me guía hasta las gafas apartadas al borde del camino, camufladas ya de polvo, casi de pronto centenarias, pero aún, espero, no del todo inservibles. Le agradezco y le pregunto, si no es indiscreción, por la edad de los castaños: miles, me dice, imagino que refiriéndose a los años, y yo le doy la razón porque hay algunas clases de tiempo que no requieren cálculos más precisos. Como él me lo pide, le digo de dónde vengo y él me habla de los varios casamientos que con asturianos hubo en Burbia. Vuelve entonces el viejo la vista hacia lo alto y me informa que allá arriba, detrás de aquellas crestas, se oía cuando la guerra el ruido de las bombas. Yo no sé porqué me cuenta esto así sin más, si es lo que él cree que yo quiero oír porque tal vez otros como yo se lo han preguntado antes, o si tiene algo que ver con el tiempo dilatado de los árboles o las vicisitudes de los matrimonios. Puede ser, no sé, que para él todo el tiempo pasado sea ya una misma guerra, el miedo aquel de lo que estaba al otro lado. Yo, la verdad, solo quiero saber a dónde va ahora mismo con el hacha en la otra mano, si va a por leña o por madera, cuáles son hoy sus trabajos y sus días. Pero el viejo, con un gesto indefinido por respuesta, deja el sendero y se adentra monte arriba, en la misma dirección que aquellas bombas.
Por mi parte reanudo el paseo con una duda nueva y me pregunto cuál será mi guerra, esa de la que hablaré algún día a un hombre desconocido a la vera de un camino, qué clase de miedo será el que enviaré al otro lado de los montes. Y así voy dejando atrás los castaños, allí empeñados en retorcerle el brazo al tiempo. Mientras, encima de nuestras cabezas, el sol estalla sin ruido.

14 comentarios:

  1. El andar por sitios donde el reloj no tiene mucha importancia, como el que paseaste, produce una cura para el 'yo'. Si, además, hay tiempo para compartir tiempo con alguien que de éso va sobrado, entonces te dan ganas de quedarte un poquito más. De ajustar nuestro reloj con la tierra que pisamos, como él.
    La foto me parece un fotograma de una sencilla película de las de estar atento, con mucha miga.
    Celebro tu vuelta.

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  2. Buena entrada, me gusta el texto. Un saludo.

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  3. se me ocurre que podrias mandar esto a un concurso de relatos cortos.

    me ha encantado este texto de historias y tiempos preteritos, de gafas perdidas y de hachas.

    eres un crack. un abrazo lleno de admiracion.

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  4. Toda la entrada me trae a los escenarios de Miguel Delibes.
    Opino que la guerra debió ser algo tan fuerte, que los que la vivieron jamás la han olvidado por supuesto y mucho menos superado.
    Ni ellos ni los descendientes, por lo que se ve y se escucha, las dos españas en gran parte viven ancladas en los años treinta.
    Mucho más en los pueblos.

    A mi me parece que el Arte no ha muerto. El Arte es la vida y el Arte no puede morir.

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  5. Como siempre, un relato inteligente e interesante, esta vez muy realista, ilustrando (¿o para ilustrar?) una imágen que se sale de tu norma.
    Un abrazo.

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  6. Ya se te echaba de menos. En este caso podría decir que me gusta más el texto que la fototgrafía, si no fuera que la foto tiene el poder de hacerme viajar en el tiempo en ambas direcciones, de vivir a un tiempo, pasado, presente y futuro; pues hace 10 años que estuve por esas tierras y tengo como plan inmediato regresar en un mes. Si, además, dijera que creo haber hablado en aquella ocasión con el hombre de la foto la cosa sonaría a cuento. Así que me lo callo.

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  7. hermosa historia, que le da otra dimensión a la foto...

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  8. Todo esto me retrotrae en el tiempo a mis abuelos y tíos abuelos que cuando se reunían nunca podía faltar una conversación entorno a la guerra, no somos capaces a comprender lo que eso supuso para ellos, jóvenes y niños que vivieron y vieron el miedo en los mayores, eso tiene que marcar mucho. Yo creo que la foto es robada y por eso tiene más valor. El relato me encanta y el bosque mucho más, cada vez que veo un árbol antiguo me entra un "no se que" que me recorre todo el cuerpo y cuando recorro esos caminos y veo restos de otras vidas, como los muros que cierran fincas, las casas abandonadas en medio de lo que ahora es un bosque y en otros tiempos seguramente tierras de labor o las corripas para almacenar las castañas, me da la impresión de que me encuentro con los que vivieron mucho antes que yo y tenían esos lugares y árboles como algo cotidiano, y me siento como una espía a través del tiempo, pero me gusta esa sensación, porque me parece que aún los mantengo vivos. Precioso relato y foto.

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  9. No sé qué gozo es mayor, si leerte o contemplar tu fotos.
    Eres una maravilla siempre.

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  10. A ese hombre de tu retrato lo conozco yo: va en mis genes.

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  11. Ojalá algún día no quede ningún miedo tras las crestas. Imagine.

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  12. Paralización de espacio y tiempo totalmente conseguida. Quedan pocos segundos para escuchar el sonido de las bombas... aunque en el fondo sabemos que ese momento nunca llegará.
    La información que nos das con el texto es fundamental pero recomiendo observar la foto largo rato antes de leer el relato (se disfruta leyéndolo) para comparar sensación con atemporalidad.

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