Valle de Burbia, Ancares leoneses
Igual
que si se tratara de la instalación de un artista poseído por alguna amargura o
por una sinrazón que no encuentra otra manera de expresarse que la torsión y la
impúdica exhibición de las entrañas, una serie de castaños antiquísimos y de
excéntricas formas jalonan la senda que se adentra en el corazón del valle. Como
resulta que, ahora que el Arte ha muerto, la vida imita al arte, me persuado de
que ha de haber para cada árbol un punto de vista particular que proporcione la
clave de su gesto, y por eso me agacho, los rodeo, me incorporo, trato, en fin,
de reproducir su mudo movimiento.
Cansada
la vista, dolorida la espalda, recapitulo mi cuerpo y observo que he perdido
las gafas de sol, caídas seguramente a la sombra de alguno de los árboles.
Regreso en su busca y es entonces cuando me cruzo con un viejo que también
viene caminando, envuelto en el humo tenue del cigarro. ¿Ya vuelve?, me
pregunta, de lo que infiero que mi paseo no era del todo ajeno al suyo, y yo le
cuento y él me guía hasta las gafas apartadas al borde del camino, camufladas
ya de polvo, casi de pronto centenarias, pero aún, espero, no del todo
inservibles. Le agradezco y le pregunto, si no es indiscreción, por la edad de
los castaños: miles, me dice, imagino que refiriéndose a los años, y yo le doy
la razón porque hay algunas clases de tiempo que no requieren cálculos más
precisos. Como él me lo pide, le digo de dónde vengo y él me habla de los
varios casamientos que con asturianos hubo en Burbia. Vuelve entonces el viejo
la vista hacia lo alto y me informa que allá arriba, detrás de aquellas
crestas, se oía cuando la guerra el ruido de las bombas. Yo no sé porqué me
cuenta esto así sin más, si es lo que él cree que yo quiero oír porque tal vez
otros como yo se lo han preguntado antes, o si tiene algo que ver con el tiempo
dilatado de los árboles o las vicisitudes de los matrimonios. Puede ser, no sé,
que para él todo el tiempo pasado sea ya una misma guerra, el miedo aquel de lo
que estaba al otro lado. Yo, la verdad, solo quiero saber a dónde va ahora
mismo con el hacha en la otra mano, si va a por leña o por madera, cuáles son
hoy sus trabajos y sus días. Pero el viejo, con un gesto indefinido por
respuesta, deja el sendero y se adentra monte arriba, en la misma dirección que
aquellas bombas.
Por
mi parte reanudo el paseo con una duda nueva y me pregunto cuál será mi guerra,
esa de la que hablaré algún día a un hombre desconocido a la vera de un camino,
qué clase de miedo será el que enviaré al otro lado de los montes. Y así voy
dejando atrás los castaños, allí empeñados en retorcerle el brazo al tiempo.
Mientras, encima de nuestras cabezas, el sol estalla sin ruido.
El andar por sitios donde el reloj no tiene mucha importancia, como el que paseaste, produce una cura para el 'yo'. Si, además, hay tiempo para compartir tiempo con alguien que de éso va sobrado, entonces te dan ganas de quedarte un poquito más. De ajustar nuestro reloj con la tierra que pisamos, como él.
ResponderEliminarLa foto me parece un fotograma de una sencilla película de las de estar atento, con mucha miga.
Celebro tu vuelta.
Buena entrada, me gusta el texto. Un saludo.
ResponderEliminarse me ocurre que podrias mandar esto a un concurso de relatos cortos.
ResponderEliminarme ha encantado este texto de historias y tiempos preteritos, de gafas perdidas y de hachas.
eres un crack. un abrazo lleno de admiracion.
Toda la entrada me trae a los escenarios de Miguel Delibes.
ResponderEliminarOpino que la guerra debió ser algo tan fuerte, que los que la vivieron jamás la han olvidado por supuesto y mucho menos superado.
Ni ellos ni los descendientes, por lo que se ve y se escucha, las dos españas en gran parte viven ancladas en los años treinta.
Mucho más en los pueblos.
A mi me parece que el Arte no ha muerto. El Arte es la vida y el Arte no puede morir.
Como siempre, un relato inteligente e interesante, esta vez muy realista, ilustrando (¿o para ilustrar?) una imágen que se sale de tu norma.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya se te echaba de menos. En este caso podría decir que me gusta más el texto que la fototgrafía, si no fuera que la foto tiene el poder de hacerme viajar en el tiempo en ambas direcciones, de vivir a un tiempo, pasado, presente y futuro; pues hace 10 años que estuve por esas tierras y tengo como plan inmediato regresar en un mes. Si, además, dijera que creo haber hablado en aquella ocasión con el hombre de la foto la cosa sonaría a cuento. Así que me lo callo.
ResponderEliminarhermosa historia, que le da otra dimensión a la foto...
ResponderEliminarExcelente historia
ResponderEliminarTodo esto me retrotrae en el tiempo a mis abuelos y tíos abuelos que cuando se reunían nunca podía faltar una conversación entorno a la guerra, no somos capaces a comprender lo que eso supuso para ellos, jóvenes y niños que vivieron y vieron el miedo en los mayores, eso tiene que marcar mucho. Yo creo que la foto es robada y por eso tiene más valor. El relato me encanta y el bosque mucho más, cada vez que veo un árbol antiguo me entra un "no se que" que me recorre todo el cuerpo y cuando recorro esos caminos y veo restos de otras vidas, como los muros que cierran fincas, las casas abandonadas en medio de lo que ahora es un bosque y en otros tiempos seguramente tierras de labor o las corripas para almacenar las castañas, me da la impresión de que me encuentro con los que vivieron mucho antes que yo y tenían esos lugares y árboles como algo cotidiano, y me siento como una espía a través del tiempo, pero me gusta esa sensación, porque me parece que aún los mantengo vivos. Precioso relato y foto.
ResponderEliminarNo sé qué gozo es mayor, si leerte o contemplar tu fotos.
ResponderEliminarEres una maravilla siempre.
love the picture!
ResponderEliminarA ese hombre de tu retrato lo conozco yo: va en mis genes.
ResponderEliminarOjalá algún día no quede ningún miedo tras las crestas. Imagine.
ResponderEliminarParalización de espacio y tiempo totalmente conseguida. Quedan pocos segundos para escuchar el sonido de las bombas... aunque en el fondo sabemos que ese momento nunca llegará.
ResponderEliminarLa información que nos das con el texto es fundamental pero recomiendo observar la foto largo rato antes de leer el relato (se disfruta leyéndolo) para comparar sensación con atemporalidad.