Casi sin querer se convirtió en el notario minucioso
de su desmoronamiento. Cada día al levantarse, en lugar de mirarse al espejo
como hace todo el mundo, observaba la casa abandonada que se alzaba enfrente de
la suya y expedía certificados parciales de su demolición: un boquete en el
tejado, un tabique que cede o esa enredadera que toma el lugar de las flores
pintadas en papel. Absorto contemplaba la deserción del alicatado y la manera
decidida con que los cascotes fueron enraizando hasta que, afianzada la ruina,
llegó un momento en que solo un ojo avezado, con la ayuda de un potente
teleobjetivo, podía ya medir su progreso. Y así, pendiente como estaba de cada
mínima grieta en el ladrillo, tardó en descubrir que otra persona, desde los
vanos como cuencas vacías de la casa, también observaba la suya y constataba.
Decidió entonces, por economía de medios, tapiar sus ventanas y volver a mirarse en el espejo, como
hace todo el mundo.
viernes, 23 de noviembre de 2012
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Me gusta leer estos microrelatos que siempre tienen un final más poético que sorprendente, como le gustaba al maestro de los cuentos, Antonio Pereira.
ResponderEliminarVer día a día lo que a uno/a le tiene que suceder tiene que ser extremadamente duro. Incluso para un corazón de cemento y un alma encofrada.
ResponderEliminarUn abrazo
el titulo me indujo a pensar que la otra casa era en realidad esta. muy bueno
ResponderEliminarun abrazo
Que buena captura!...y cuanto me transmite. Me gusta mucho, está llena de detalles. Un saludo y buen fin de semana.
ResponderEliminarRamón
Muy, muy, muy bueno.
ResponderEliminardos miradas del mismo entorno, el primer plano nos describe el tiempo, el segundo el espacio.
ResponderEliminarSaludos.
ese prado tan verde en el jardín del vecino lastima mi mirada... mejor miro para otro lado...
ResponderEliminarUna buena historia para dotar de sentido a esa bella imagen.
ResponderEliminarUn saludo
Me gustan mucho este tipo de imágenes en las que se enmarca algún elemento a destacar. En este caso, además, esa zona contrasta fuértemente del resto en su estética y en su aportación al conjunto.
ResponderEliminarUn abrazo.
TENGO QUE RENOVAR MIS ADJETIVOS, XUAN.
ResponderEliminarME REPITO DEMASIADO, YA NO SÉ QUÉ DECIR DE LA ESPLENDIDEZ DE TUS ENTRADAS.
En esta ocasión, el texto es el centro de atención de la fotografia. Excelente. Saludos.
ResponderEliminarNo sería mala idea tener en casa un espejo que cada mañana nos devolviera esa imagen fresca y natural del mundo que nos rodea, en vez de nuestra cara ojerosa y despeinada, ¿verdad?
ResponderEliminarFeliz semana!
Me gusta ese cielo blanco que respeta el protagonismo de los verdaderos actores de este drama.
ResponderEliminarJosé manuel, hace tiempo que no pasaba...y he disfrutado contemplando estas últimas fotos.
ResponderEliminarPrecisamente ésta tiene similitudes con la actual subida en mi blog...
Un abrazote.
Una historia fantástica, acompañada por una foto extraordinaria!! me encanta!!
ResponderEliminarUn abrazo
Genial, parece la cruda realidad y un sueño.
ResponderEliminarAbrazos.
Tu bellísima foto, cuya ruina enmarca el bellísimo y geométrico paisaje y la casa nueva, me ha evocado este magnífico texto de Leopoldo Mª Panero:
ResponderEliminarBLANCANIEVES SE DESPIDE DE LOS SIETE ENANOS
Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos.
Si mejor mirar el presente que no presentir el futuro, aquellos a los que tu miras también te miran a ti. Nada como levantarse por la mañana y asomarse a ese paisaje. Llumeres tiene ese encanto de lo que fue y ya casi nada queda.
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