Me gustan las bicicletas y las paredes
desconchadas. De hecho, nada me agradaría más que desconchar paredes en
bicicleta. Lo de las paredes es reciente. Pero lo de las bicicletas viene de
antiguo. Recuerdo que entre ciclistas precavidos se decía aquello de que la
bicicleta es como la novia: nunca se la debe dejar sola. Para mí lo era
literalmente.
La primera se hizo esperar más de lo
razonable: yo era un niño tan crecido que había perdido ya la habilidad que
proporciona la inocencia y tal vez por eso siempre he sido un poco torpe con
las bicis. Aun así las arriesgadas incursiones más allá del fondo de la calle,
los primeros caballitos y sus aterrizajes, forman parte de ese fondo mítico que
surte los sueños y nuestras intuiciones más certeras. Con la siguiente planeé
mis primeros viajes, solos los dos, ampliando el radio de mi atrevimiento,
gozando de su dulce juego de piñones y compartiendo en ocasiones el placer,
amores de pandilla que servían para después disfrutar más si cabe nuestras
experiencias solitarias. Años más tarde mi primer sueldo fue a parar a una
nueva bicicleta: la primera paga debe dedicarse a la concupiscencia, pues es
sabido que lo contrario trae cien años de mala suerte.
Ahora en cambio me resisto a cambiar de
bicicleta, quizás porque sus pequeñas averías, su óxido y su robustez devenida
en sobrepeso encubren mi lamentable forma física, y ambos encontramos en esa
complicidad una nueva vía de acceso a la pasión. O sencillamente porque en la
pura resistencia hay un triunfo inesperado, tal vez ya el único posible. Aun
así no puedo evitar fijarme en cada bici que veo por la calle: el dibujo de una
cubierta entrevista o el brillo fugaz de un manillar son suficientes para que
la imaginación reconstruya todo su aparato y el milagro de su ligereza. Igual
que no puedo evitar un estremecimiento al escuchar el mecanismo de sus dientes
rasgando la piel del espacio.
Ah, y por favor, que quede claro que
cuando hablo de bicicletas, hablo de bicicletas, sin dobles sentidos, que este
para mí es un tema muy serio.
Lo de las
paredes, si os parece, lo dejamos para otro día.
La primera bicicleta nunca se olvida, y muchos aún la conservamos, aunque ya no la usemos.
ResponderEliminarEsas paredes desconchadas, con colores sucios y saturados, también me apasionan, como las fotografías que narran historias.
un abrazo
Comparto plénamente tu pasión por las bicicletas. Me ha gustado practicar siempre que he podido. Pero la bicicleta es un "ser" respetuoso por naturaleza. Por eso me extraña lo de desconchar las pareces, como también me extraña ese uso desconsiderado hacia los peatones que a veces se hace de ella.
ResponderEliminar¡Ah! me olvidaba: la foto es fantástica.
Un abrazo.
je que bueno el texto, la foto no la hubiera imaginado nunca. yo siempre tuve bici aprendí con cuatro años y pasé por todas las categorias hasta aficionado. no pude dar el salto a profesionales pero de haberlo hecho hubiera compartido un tiempo pelotón con el gran Indurain.
ResponderEliminar¿Pero por que te cuento yo todo esto? ah si, las bicis, los libros y los discos no se prestan nunca.
abrazos
Hay que ser muy artista para captar una foto como esta. Me encanta el encuadre que has elegido, muy arriesgado porque puede gustar o no gustar. A mí personalmente me encanta. Un saludo y gran foto.
ResponderEliminarPues a mí me interesa más lo de las paredes.
ResponderEliminarEl amor a las bicicletas... un gran tema que da para mucho. Casi como tu estupenda fotografía.
ResponderEliminarUn saludo.
Love this composition.
ResponderEliminarNice.
Comparto el encanto por las bicis y las paredes gastadas. Me gusta mucho la fotografía con esa composición minimalista.
ResponderEliminarUn abrazo
Esa composición con geometrías y colores no queda nada mal,y la experiencia que relatas en ese texto tan emotivo y nostálgico es compartida por muchos. Al menos por mí. Pellizca, sin duda.
ResponderEliminarUn abrazo
una de mis grandes verguenzas... no sé andar en bicicleta. y debo reconocerlo, ya es demasiado tarde. pero aún asi me gustan, como hermosas esculturas de metal, como metáforas de la libertad y el movimiento.
ResponderEliminarYo jamás alcancé a tener una bici de mi propiedad. Tal vez por eso me gusta tanto coger la cámara y largarme a hacer fotos de bicis.Por otra parte me parece un elemento tan estético y bonito en su armadura que no se mantenerme alejado de la posibilidad de tenerlas cerca.
ResponderEliminarUn abrazo
La verdad que me encantó el texto, es pura literatura... casi todos tenemos ese fondo mítico de las bicis.
ResponderEliminarUn abrazo, Eduardo
Yo prefiero la pared y sus escorchones, pero me gusta tu composición y tratamiento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Reconozco aquí que nunca he tenido bicicleta propia... Paredes desconchadas, sí.
ResponderEliminarDe la primera bicicleta guardo también el recuerdo de los primeros desconchones...¡los de las rodillas! Y una pequeña licencia humorística, legado de José Luis Coll y de su inefable diccionario: Fue Leonardo da Vinci el que diseño la primera "vincicleta".
ResponderEliminarUn abrazo, poeta de la luz y la palabra.
Comparto obsesión por las bicicletas viejas y las paredes desconchadas; incluso por las bicicletas desconchadas y las paredes viejas. La imagen que nos propones, un precioso instante de luz y color.
ResponderEliminarAbrazos, salud y pedales.
Hermosa media rueda y gran pared desconchada, me gusta!
ResponderEliminarEs difícil olvidar la primera bicicleta, quizá porque nos regala las primeras aventuras en total libertad, al menos en auqellos tiempos nuestros.
ResponderEliminarLo de las paredes me recuerda a Úrsula Iguarán.
ResponderEliminarRespecto a las bicis: tenía como nueve o diez años y mi hermano tenia una BH. Yo quería aprender y no sabía cómo (venía de triciclos y patinetas). Una noche soñé que era fácil, sólo tenía que pe-da-le-ar...
Me levanté, le dije que ya sabía, que me la prestara y me quedé montada durante años ¡cuánto disfruté con el viento, los charcos y la fruta robada de las huertas!
Besos, Xuan
Excelente composición y texturas, me encanta
ResponderEliminarInteresante fotografía y buen tratamiento del color
ResponderEliminarMi primera bici fue compartida y pronto fue superada por una Peugeot blanca con la que descubrí el "milagro" de los Reyes Magos, pero fue la puerta a la libertad por los caminos y carreteras del pueblo. Los desconchones siempre descubren el pasado de las paredes y los colores que las han acompañado durante ese tiempo.Me encanta foto y texto. A seguir encantandonos.
ResponderEliminarMi primera bicicleta fué heredada, era éste un hábito muy usual cuando uno tenía hermanos mayores... claro que hay que ponerse siempre en el lado bueno, ya que así venía suavizada, aunque aún así, no me libré del bote de la mercromina... :)
ResponderEliminarLa foto... bueno, la foto es de esas que me hubiera gustado hacer a mi.
Bicos :)
Muy original, me gusta mucho tu trabajo así que me quedo por aquí.
ResponderEliminarTe invito a participar en mi blog :)
Un saludo!