En el barrio de Belsunce las sillas de las terrazas miran a la calle y las paredes de los bares y las tiendas están vueltas del revés. Marsella misma es una enorme caja volcada de objetos venidos de todas partes, un zoco de objetos expuestos que buscan su lugar en un trasiego de mano en mano, de boca en boca, de señas y sobreentendidos. El libre comercio tiene aquí sus propias normas. Las leyes y los tratados internacionales prefieren otra clase de paraísos.
El visitante entra en ese tráfago de cosas y de seres y al principio se debate entre el aturdimiento y la alerta ante la sospecha de estar siendo observado desde cada esquina. Pero enseguida se da cuenta de que en Marsella todos somos extranjeros. En una tienda de especias un chaval marroquí nos habla en perfecto castellano de su vida pasada en España. Oír nuestra lengua le trae buenos recuerdos, y una gota de nostalgia por lo que no ha de volver. Confiesa que Marsella es para él solo un sitio de paso, un puerto más desde el que partir.
En el barrio de Belsunce las sillas de las terrazas miran a la calle y todo lugar es un afuera y todo parece estar un poco fuera de lugar. Un café o una copa de pastís ayudan a poner cierto orden en los recuerdos y en los sueños, aunque sea ese orden efímero y perecedero de los zocos.
El visitante entra en ese tráfago de cosas y de seres y al principio se debate entre el aturdimiento y la alerta ante la sospecha de estar siendo observado desde cada esquina. Pero enseguida se da cuenta de que en Marsella todos somos extranjeros. En una tienda de especias un chaval marroquí nos habla en perfecto castellano de su vida pasada en España. Oír nuestra lengua le trae buenos recuerdos, y una gota de nostalgia por lo que no ha de volver. Confiesa que Marsella es para él solo un sitio de paso, un puerto más desde el que partir.
En el barrio de Belsunce las sillas de las terrazas miran a la calle y todo lugar es un afuera y todo parece estar un poco fuera de lugar. Un café o una copa de pastís ayudan a poner cierto orden en los recuerdos y en los sueños, aunque sea ese orden efímero y perecedero de los zocos.
todos los puertos tiene ese algo de Babel... mi ciudad también lo tiene. esa mezcla de todos los que estaban de paso pero se quedaron.
ResponderEliminarMe gusta este tipo de fotografía callejera que tiene como base un grafiti, una pintura urbana ante la cual los personajes son parte del decorado, como sucede aquí en este abigarramiento de formas y colores que no deja espacio vacío en la imagen. Nunca he estado en Marsella pero tu evocación me ha dado ganas de ir con la cámara. Hay tantas cosas y ciudades que desconozco, que se me abre el hambre fotográfico ante una foto como esta. Me gusta.
ResponderEliminarLa mirada perdida del hombre en primer plano y la paloma a sus pies, me sugieren una especie de desconexión entre la realidad cotidiana de sus habitantes, y los esfuerzos de las autoridades por rediseñar y mostrar una Marsella cosmopolita y cultural.
ResponderEliminarEn cierta manera lo encuentro entrañable. Todos tenemos cabida en estos escenarios. Y llegamos a sentirnos como en casa. Como si todo cuanto ahí hay nos perteneciera de algún modo.
ResponderEliminarEs una hermosa mirada, Xuan.
Desconozco "la vida" de esa especie de zoco pero por lo visto en la foto la tendencia es que todo parece mas bien a vejetar. ¡Nada que ver con nuestro Rastro!
ResponderEliminarun abrazo
Que va, al contrario, esta imagen es el contrapunto a la ebullición de sus calles, aunque ese grafiti atestado de personajes y color también es un reflejo de la vida del barrio.
EliminarHay esquinas así, hechas para sentarse y que pase el mundo.
ResponderEliminarEs lo que tienen las ciudades portuarias, el trasiego de gentes y mercancias de medio mundo. Las ciudades del interior no suelen tener ese vaivén.
ResponderEliminarMe encanta esa esquina del café, con esa pintada que se integra perfectamente con la gente de la terraza.
Feliz semana, Xuan.
Me gusta mucho esta foto por su mezcla de documento y retrato y el buen uso del color
ResponderEliminarEsa expresión y esa mirada perdida concentran toda mi atención, frente a la multitud de personajes que pueblan las paredes y los otros dos que charlan totalmente ajenos a su vecino de terraza.
ResponderEliminarUn abrazo, XuanRata.
Hay tantos detalles en los que fijarse en esta foto que no se con que quedarme porque me gusta todo.
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