Justo allí, en lo alto del cerro, donde de las murallas y el castillo solo quedan el aire frío y seco, los visitantes trazan una y otra vez el camino de ronda, una vez y otra, vigilando sin saber qué, esperando una señal, un signo que desvele la amenaza, una orden que obedecer como torpes reclutas de una guerra perdida de antemano. Somos el inútil refuerzo de los fantasmas, su única esperanza y su condena. Como ellos vagamos, sin comprender, entre la belleza de las ruinas. Caen las luces de la tarde. Es el cambio de guardia.
viernes, 1 de abril de 2016
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Triste panorama desolador.
ResponderEliminarY en cambio tan poético.
Una edición perfecta para un paisaje que habla de lo que uno quiera imaginarse, pero sobre todo de inmensidad, de posibilidad de mirar y extasiarse, de posibilidad de quedarse quieto viendo u sintiendo que el tiempo ni está ni existe tal y como nos han hecho concebirlo. Un abrazo
ResponderEliminarUfff, una imagen bellísima, pura poesía con un tratatamiento en B&W exquisito. En fin, enhorabuena.
ResponderEliminarespectacular regreso, se te echaba de menos....
ResponderEliminarEspecialmente nosotros, captadores de imágenes, vivimos en una permanente vigilancia esperando señales que den sentido a lo que vemos o creemos ver. Y si no tenemos la atmósfera propicia para recibir el mensaje que aporte sentido a nuestra espera, nos la inventamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
el tiempo retratado...
ResponderEliminarUna belleza desoladora, y absurdo contraste el de las señales con las piedras ruinosas. Duras palabras, para una historia siempre manipulada.
ResponderEliminar¡Qué poderoso es el blanco y negro para expresar lo esencial de las cosas! Mi padre hace más de cincuenta años me llevaba insistentemente a un altozano, cercano a Zaragoza, donde había una ruina de un castillo como esta, y allí se me descolgaba recitándome la Epístola moral a Fabio que expresa el tempus fugit o la acción inexorable del tiempo sobre todo lo humano. Tardé tiempo en comprenderlo, Pero esta imagen poderosa me lleva allí, también había cielos poderosos y dramáticos en medio de Los Monegros. Esa conjunción de vectores: ruina, cielo dramático, un paisaje yermo, el blanco y negro, todo junto, subraya el potencial de esta imagen bien compuesta y tratada que nos lleva a perdernos en las ondas del tiempo recordando un mensaje esencial acerca de los seres humanos. También en ese castillo hubo gente que se creyó poderosa y exquisita. No esperaban que algún día volveríamos sobre ellos a propósito de la decadencia y la desolación que imprime esta imagen llena de sugerencias y recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bien aprovechado el cambio con tus paisajes habituales. Un abrazo.
ResponderEliminarLa señal está ahí, en la carretera. Como si todavía habitaran los fantasmas y pudieran cruzarla.
ResponderEliminarUn paisaje de novela de terror, al estilo de las de Poe. No me gustaría estar ahí de noche. La atmósfera se respira con dificultad, como si el lugar estuviera viciado.
ResponderEliminarAbrazo.
Precioso instante.
ResponderEliminarAbrazote utópico, Irma.-