En cierto lugar del Egeo hay una isla de mármol. Las láminas de sus acantilados se confunden con la espuma de las olas y el fulgor lechoso que despide hace que el navegante la tome en ocasiones por una inconcreción de la calima. Baldosas de sutiles vetas rosadas y azules pavimentan las calles de sus aldeas. En el interior de sus capillas los exvotos resplandecen bajo la luz que atraviesa las tejas traslúcidas. Con el mármol más puro se tallan los altares y los cálices: el vino tiene allí un sabor mineral y dicen que aclara la voz y las ideas.
No resulta fácil encontrarse con alguno de sus discretos habitantes. En cambio, las más exquisitas estatuas se nos aparecen en cada esquina como si acabaran de salir del cincel de un artista incansable. Con los ojos en blanco algunas parecen alegrarse de vernos. Otras por el contrario se dirían ciegas a causa de tanta luz multiplicada y esbozan un tímido gesto de súplica. Sorprende la ausencia de lápidas en los cementerios: apenas unas pobres cruces de madera de ciprés que han de importar de islas vecinas.
Después de ponerse el sol, el mármol pierde el calor con rapidez: arropados bajo el níveo frescor que se apodera de la isla, sus habitantes duermen como niños. Ya nadie queda en vela cuando aparece la luna roja sobre el horizonte, roca tosca que acoge en sí todo el dolor, todos los llantos, todos los odios, todas las culpas.
No resulta fácil encontrarse con alguno de sus discretos habitantes. En cambio, las más exquisitas estatuas se nos aparecen en cada esquina como si acabaran de salir del cincel de un artista incansable. Con los ojos en blanco algunas parecen alegrarse de vernos. Otras por el contrario se dirían ciegas a causa de tanta luz multiplicada y esbozan un tímido gesto de súplica. Sorprende la ausencia de lápidas en los cementerios: apenas unas pobres cruces de madera de ciprés que han de importar de islas vecinas.
Después de ponerse el sol, el mármol pierde el calor con rapidez: arropados bajo el níveo frescor que se apodera de la isla, sus habitantes duermen como niños. Ya nadie queda en vela cuando aparece la luna roja sobre el horizonte, roca tosca que acoge en sí todo el dolor, todos los llantos, todos los odios, todas las culpas.
Entonces, más que una Luna protectora o envolvente, sería la fría roca-esponja que absorbe angustias y desdichas mientras la ciudad duerme. Ahora entiendo el despertar renovado de cada día.
ResponderEliminarUn abrazo, Xuan.
Es una pena que eso solo suceda en cierto lugar del Egeo.
EliminarUn abrazo
La noche hace del mármol brisa.
ResponderEliminarEn ese mármol se esculpen los mejores versos.
EliminarQue buena la foto y la explicación. Un saludo.
ResponderEliminarLo insólito suele ser el fruto del vacío de nuestra ignorancia que la imaginación viene a ocupar para tranquilizarnos.
EliminarBesos
Magnifica composicion, amigo... Te ha quedado de lujo
ResponderEliminarFotografié hasta donde alcanzaba mi teleobjetivo. Esos tonos azulados fueron una agradable sorpresa.
EliminarWow! La Luna, la foto, tu descripción... qué belleza. Al mismo tiempo me entrado ganas de visitar esa isla como me dio la sensación de haberlo hecho.
ResponderEliminar¡Y quiero de ese vino que aclara las ideas! Suele sucederme al revés.
Besos
Todos llevamos una isla entre nuestros deseos. Los publicistas lo saben. La cuestión es saber reconocerla cuando la encontramos. Puede estar más cerca de lo que creíamos.
EliminarBesos
Magnífica luna roja la de tu foto, lo que más me gusta de ella son los puntos azules tan nítidos, especialmente el que queda a la derecha de la foto debajo. Realmente parecen colores mediterráneos. Ahora veo que parece que es Naxos. Me muero de ganas por ir a las Isla Griegas, que envidia!!!
ResponderEliminarNo dejes de ir si tienes oportunidad, y si no la tienes, no dejes de propiciarla. Yo he experimentado la sensación no de ir sino de regresar aunque era la primera vez. El ritmo vital de Naxos perduró en mi durante algo más de un mes desde que regresé, y solo puedo culpar a mi torpeza del hecho de no haberlo sabido mantener durante más tiempo.
EliminarUn abrazo