Encontrarte hoy aquí, en este ruin depósito de ruinas, me ha parado el corazón. He querido hablarte, pronunciar tu nombre en tu presencia, pero ha pasado tanto tiempo que probablemente ni siquiera hablemos ya el mismo idioma. Tal vez nunca lo hicimos, pero supongo que entonces las palabras no eran necesarias.
Qué tarea tan concienzuda, tan despiadada. Hay que ver cuánto trabajo se han tomado para romper cada vasija, cada ánfora, cada copa en la que tú y yo bebimos un día los vinos más exquisitos traídos de los últimos confines del reino. No ha sido el tiempo el artífice de tanta destrucción sino la envidia.
Toda aquella ridícula historia del rapto que urdieron mis consejeros para justificar otra invasión más, me favorecía: poco me importaba a mí aquella ciudad a las puertas del Helesponto, pero acaso una guerra era la única manera de mitigar el hecho insoportable de tu marcha, así como un dolor con otro dolor se calma.
Errante a través de las edades, quizás ahora pueda descansar, sentado en este rincón de la sala, por donde pasan cada día cientos de ignorantes a los que vigilo y reprendo si tratan de acercarse a cualquier objeto que tu mano sostuvo o que tus labios convirtieron en reliquia. Saber que aún vives en carne mortal alimentará mis sueños de fantasma por el resto de la eternidad.
Qué tarea tan concienzuda, tan despiadada. Hay que ver cuánto trabajo se han tomado para romper cada vasija, cada ánfora, cada copa en la que tú y yo bebimos un día los vinos más exquisitos traídos de los últimos confines del reino. No ha sido el tiempo el artífice de tanta destrucción sino la envidia.
Toda aquella ridícula historia del rapto que urdieron mis consejeros para justificar otra invasión más, me favorecía: poco me importaba a mí aquella ciudad a las puertas del Helesponto, pero acaso una guerra era la única manera de mitigar el hecho insoportable de tu marcha, así como un dolor con otro dolor se calma.
Errante a través de las edades, quizás ahora pueda descansar, sentado en este rincón de la sala, por donde pasan cada día cientos de ignorantes a los que vigilo y reprendo si tratan de acercarse a cualquier objeto que tu mano sostuvo o que tus labios convirtieron en reliquia. Saber que aún vives en carne mortal alimentará mis sueños de fantasma por el resto de la eternidad.
Un texto que realmente impresiona por cómo lo has urdido para que se acople perfectamente a lo que nuestros ojos ven en primer plano de la fotografia. Enhorabuena. Un abrazo
ResponderEliminarIntento que imagen y palabra formen parte de la misma partitura sin taparse una a la otra. No sé si siempre lo consigo.
EliminarUn abrazo
Reencarnarse en y con la belleza. O a través de ella.
ResponderEliminarBesos
Esa es la reencarnación en la que puedo creer.
EliminarTanto el texto como la foto combinan muy bien, me encantan. Un beso
ResponderEliminarGracias, Ana. Yo también sufrí un fugaz encantamiento.
EliminarSupongo que fue la historia a partir de la imagen, y no al revés. Y es que me maravillo de lo adecuada que resulta la persona, el encuadre y el lugar, en relación a este espléndido relato de amor y de auto justificaciones.
ResponderEliminarUn abrazo, Xuan.
Aunque efectivamente escribo a partir de la imagen y no al revés, las razones por las que fotografiamos una escena determinada a menudo suelen tener que ver con las historias que uno ya trae en la cabeza. Y cuando hablamos de Grecia la mitología está presente en nosotros desde mucho antes de emprender el viaje.
EliminarBuena entrada, Xoan! Me gusta mucho el texto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Jordi. Me queda la duda de cuál hubiera sido la impresión causada por la imagen sin el texto.
EliminarMuy buena conjuncion de imagen y palabras... Buen trabajo, amigo
ResponderEliminarGracias, amigo. Trataremos de seguir conjugando.
EliminarY Helena? Tendrá los mismos recuerdos? O para ella serán objetos detestables que la devolveran a momentos a los que no le gustaría volver? Será simplemente un hormigueo que la inquietará un segundo y desaparecerá como desaparece la vida. Me gusta mucho esa foto y ese texto que nos llevan a pensar en otras vidas, en otros espacios de tiempo. Muchas gracias.
ResponderEliminarAy, esa sería otra historia, la otra cara de la moneda expuesta en la vitrina, la que solo veremos si asaltamos el museo.
EliminarEs una magnífica imagen, que justifica el texto. A cuántas Helenas habremos achacado guerras...
ResponderEliminarCondición inexcusable para quien pretende iniciar una guerra es ocultar sus motivos verdaderos. Pero que admitamos los falsos como suficientes nos convierte también en cómplices.
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