En torno al Mercado Central reina un ambiente de campo de batalla, dicho esto por quien nunca ha estado en un campo de batalla. Los que no tienen la fortuna de ser titulares de un puesto de venta extienden precariamente sus productos en menos de un metro cuadrado, dicho esto por quien siempre ha dispuesto de acogedores locales para exponer sus obras. Aunque en sus rostros, en sus figuras y en sus ropas están presentes los estragos de los malos tiempos, todavía conservan un ademán elegante, una poderosa dignidad en su pobreza, dicho esto desde la seguridad que proporciona un sueldo fijo. Una ristra de ajos, una docena de huevos, el reluciente amarillo de un kilo de limones, adquieren entonces el protagonismo de piezas únicas, insustituibles, cuyo verdadero precio no podríamos pagar ni con una vida entera de trabajo, dicho esto por quien nunca ha tenido que mancharse las manos de tierra. Toda esta acumulación de colores, olores y bondades voceadas provocan una ilusión de abundancia que en realidad está hecha de una multitud de porfiadas escaseces, dicho esto por quien no ha de volver ni volverá al día siguiente.
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Magnifica escena de calle... De 10
ResponderEliminarMe encanta
La calle hierve en este barrio de Atenas. Yo hubiera necesitado varios días y no solo un par de horas para tomarle bien el pulso.
EliminarMe gusta la foto como casi siempre que paseo la mirada por este calendario de instantes, pero el texto esta vez me parece del todo descriptivo y no solo de lo que los ojos y los oídos, los sentidos todos, reciben en semejante lugar de trasiego, sino de aquello que siendo cierto y verdad, apenas unos pocos perciben. Tu entre ellos. Un abrazo XuanRata
ResponderEliminarPonernos en el lugar del otro para entendernos mejor a nosotros mismos: ya sabes, aquello de “quiénes somos”, “de dónde venimos”, “a qué clase de abismo nos dirigimos”. Hacerlo a través de las palabras es un intento más bien cobarde, pero supongo que es mejor que nada.
EliminarMuy buen escrito.
ResponderEliminarBesos al alma y buen fin de semana.
Gracias, Paula, por pasarte por aquí. Besos.
EliminarEn algún remoto lugar del subconsciente guardo cajas de olores griegos, hoy has abierto más de una.
ResponderEliminarHay mucho de Grecia en nosotros, a lo mejor porque en Grecia se dan la mano Oriente y Occidente: Grecia es la cuna del intercambio, el mercado total.
Eliminar...provocan una ilusión de abundancia que en realidad está hecha de una multitud de porfiadas escaseces. ¡Qué tremenda frase! Me apretó el corazón. Y tal vez la abundancia sea más que una ilusión.
ResponderEliminarTu fotografía como contexto me preparó emocionalmente para un texto que paladeé de lo mucho que me gustaba. Y esa frase que traje me parece impresionante.
Gracias
Besos
Tanto el Mercado como los mercados juegan con esa ilusión de absoluta disponibilidad de todo. Por un momento todo es nuestro. Es esa ficción la que nos mueve al intercambio más allá de la necesidad. Besos
EliminarXuan, el ambiente de mercados es siempre especial.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para el fotógrafo y para el viajero en general es un lugar imprescindible. Uno siempre se lleva algo del mercado aunque no saque la cartera.
EliminarLos mejores mercados que conozco son los más caóticos. Aparentemente caóticos para el que viene de fuera, por supuesto. Por el primer mundo ahora los hacemos tan estéticamente fríos como salas de aeropuertos.
ResponderEliminarBueno, ya sabes que el caos es un orden cambiante. Estos mercados caóticos, como lo son también los rastros, alientan la posibilidad del descubrimiento. Sin él solo hay abastecimiento sin más.
EliminarElevas con tus imagenes y textos adjuntos las cosas más sencillas a la categoría de obras de arte imperecederas. Una cabeza de ajos tratada con el mimo que muestra la mujer en tu foto coge un sentido especial. La imagen de las manos extrayendo esos ajos, recogiendo un limón de un árbol, en fin, pasar aquí se ha convertido en momento de relax donde uno se acerca a la autenticidad, algo tan necesario en estos días donde todo es realmente superficial!!!
ResponderEliminarNo solo en los ajos y en el cuidado que pone al manipularlos hay grandeza, también en la mujer misma percibo una elegancia que el rictus doliente de su rostro no logra borrar, antes el contrario, la ennoblece. Esto es lo que me atrae de esta fotografía. Mis palabras salen del hecho de haberme sentido un extraño en aquel mercado, y un privilegiado a lo largo de todo el viaje. Pero supongo que el ladronzuelo (aunque sea de imágenes) también cumple un papel en el bazar. O eso al menos me gusta pensar.
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