Hoy dictan sus últimas palabras las chimeneas de mi infancia. Expertos operarios cierran en estos momentos los ojos a los hornos. Con las alas cortadas los dragones agonizan. En vano espero ver retorcerse una vez más las bocanadas de vapor nublando el cielo.
Son las mismas altas torres que mi padre señalaba –yo aún caminaba de su mano- mientras nombraba uno por uno los talleres: baterías, hornos altos, convertidor, sínter, laminación..., el mítico escenario donde Hefesto y sus Dáctilos templaban la chapa de los Seat. Todo, el aliento acre que nos hacía llorar, las ávidas cenizas que nos daban de comer, también eso se detiene para siempre. Los recuerdos se convierten en vestigios. Y yo debo alegrarme porque han vuelto las nutrias a la ría.
Discutiremos largamente si hemos de proteger ese patrimonio del olvido para que grupos de escolares vengan en el futuro a visitar esbeltos jardines de hojalata. Pero yo sé que en otro lugar estas mismas chimeneas seguirán borrando el cielo, que el veneno siempre encuentra quien lo apure y que mi antiguo paisaje encuentra ya otros niños en los que anidar. Son ellos, niños de piel oscura o amarilla, los que guardarán a partir de ahora mis recuerdos.
Son las mismas altas torres que mi padre señalaba –yo aún caminaba de su mano- mientras nombraba uno por uno los talleres: baterías, hornos altos, convertidor, sínter, laminación..., el mítico escenario donde Hefesto y sus Dáctilos templaban la chapa de los Seat. Todo, el aliento acre que nos hacía llorar, las ávidas cenizas que nos daban de comer, también eso se detiene para siempre. Los recuerdos se convierten en vestigios. Y yo debo alegrarme porque han vuelto las nutrias a la ría.
Discutiremos largamente si hemos de proteger ese patrimonio del olvido para que grupos de escolares vengan en el futuro a visitar esbeltos jardines de hojalata. Pero yo sé que en otro lugar estas mismas chimeneas seguirán borrando el cielo, que el veneno siempre encuentra quien lo apure y que mi antiguo paisaje encuentra ya otros niños en los que anidar. Son ellos, niños de piel oscura o amarilla, los que guardarán a partir de ahora mis recuerdos.
XuanRata, la foto, como ya es habitual por estos lares, es magnífica por su minimalismo máximo (?)
ResponderEliminarEl texto está lleno de nostalgia y al mismo tiempo de esa sensación depredadora de aquellos espacios que siendo nuestros los han dispuesto en nuestra contra. Genial. Un abrazo
Exactamente, Luis. Son sentimientos contradictorios. Se cierran por fin las últimas instalaciones altamente contaminantes de una factoría siderúrgica ya obsoleta, abierta en los años 50 y 60, actualmente propiedad de un magnate indio, pero heredera de la antigua empresa pública Ensidesa. Ya era hora, Avilés y sus habitantes respirarán un poco más tranquilos. Pero, por otro lado, no puedo olvidar que yo mismo soy también un subproducto de Ensidesa, hijo de la inmigración que llegó procedente de muchos puntos de Asturias y del resto de España para levantar uno de los proyectos insignia del régimen. El tiempo que ha pasado por ella es también el mío. Y en el fondo su destino también.
EliminarUna imagen magnifica, amigo... Nos habla de hacia donde camina el mundo moderno
ResponderEliminarUn abrazo
Ojalá camine hacia una verdadera conciencia de los costes inasumibles que comporta un cierto tipo de desarrollo, y que ello se traduzca en nuevos proyectos y en realidades concretas. Tenemos tecnologías limpias, lo que aun parece que no tenemos claro son las prioridades.
EliminarQuedé pensando en la casualidad: niño en gallego es nido...
ResponderEliminarPensaba también sólo mirando la fotografía que veía en ella limpieza, a pesar de esas chimeneas. Leyéndote cobró sentido mi sensación inicial.
Debemos alegrarnos por toda acción que implique menos malos humos, y a la vez lamentar los costos que eso tiene probablemente para muchas familias. Lo triste, como dices, es que no deja de hacerse, sólo se cambia el lugar.
Besos
Hace tiempo que los intereses económicos se han globalizado. En cambio, desde el punto de vista político y medioambiental seguimos funcionando en clave local. Dejando aparte la afición al cotilleo ¿cuándo nos daremos cuenta de que nada de lo que haga o le ocurra a nuestro vecino nos es ajeno? Ya no es que tengamos una casa común: es que vivimos en la misma habitación.
EliminarBua!!! La foto sobrecoge y el texto te deja el corazón encogido. Supongo que es un texto en cierta manera autobiográfico, aunque contigo nunca se sabe, la literatura corre por tus venas. En todo caso, ese niño con esas chimeneas de fondo, enormes, amenazadoras, y tanto espacio vació. Se me ocurre que la foto puede simbolizar perfectamente la reciente campaña que se está preparando para concienciar sobre la crisis climática. Un abrazo.
ResponderEliminarEn este caso es autobiográfico cien por cien, como le explicaba a Luis. Ese niño que empuja su pequeña bicicleta tendrá una infancia diferente a la mía, pero su futura nostalgia por los paisajes perdidos seguramente será muy parecida. Yo en lugar de bicicleta tenía un triciclo.
EliminarMe encantan los colores de la foto, esas nubes de algodón rosa y ese rojo de las chimeneas frente a los blancos. El texto es entrañable recuerdo de infancia y constatación de la más dura realidad de los intereses del mercado, no lo hacen por nuestro bien, si no por el de sus bolsillos y alli donde vayan aún será peor por que no tendrán leyes que les frenen. Muy acertado, como siempre.
ResponderEliminarLos colores y la textura bastante pictórica de esta foto salieron casi tal cual de la cámara: parece que también ella se impregnó de un cierto sentimiento de tiempo perdido.
EliminarDe mi infancia ya no queda nada en pie.
ResponderEliminarEsta fotografía juega entre la emoción y el espacio vacío y frío. Quizá sea una buena definición de la nostalgia.
Sí que lo es: como cuando tiramos de la manta para arroparnos y destapamos los pies.
EliminarAhora han quedado inmortalizadas en esta gran foto. merece ser expuestas para el conocimiento de todos.
ResponderEliminarMe gusta la diagonal que forman las chimeneas , partiendo de la más lejana a la más cercana.
Besos
Es verdad que forman esas chimeneas una escala, una especie de instrumento musical. O un carro del cual ese niño tira con fuerza para trata de llevarlo consigo.
EliminarParece una foto de hace muchos años, en plena época industrial y como bien dices, ahora se trasladan a países muy lejanos.
ResponderEliminarBuen trabajo de edición y una reflexión muy acertada, Xuan.
Abrazo.
Dos épocas: al fondo la del siglo pasado, tiempo de una industria pesada propia de un país en pleno desarrollismo. Por delante, el siglo XXI, con una parte del Centro Niemeyer, que trata de atraer otro tipo de desarrollo en torno a cierto urbanismo espectacular y especulativo, pero al menos más limpio, no sé si más humano.
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