Sábado, 21 de mayo. Mañana de luz detenida, envuelta en gasa, red finísima que no deja pasar a los insectos. Mañana de caracoles quietos, de lino crecido y expectante, de ortigas atrapadas en su propio fulgor verde. Una mañana como para ir de pesca sin anzuelo. Mañana de vida queda: hasta la ausencia encuentra en esta mañana una manera de estar presente, de acompañar, sin dolor.
Desaparecido el horizonte entre nieblas lejanas, todo es aquí y horizontalidad. Hoy no quiero nada más, salvo andar a tu estela y dejar que se ahonde la distancia, que me aguardes al fondo, al borde de la tierra. Y descubrir que no conocíamos este lugar, a pesar de tenerlo tan cerca, tan a la mano.
Mañana de aire tan tenue que apenas hace falta respirar para sobrevivir. Mañana en la que sobrevivir es suficiente.